La oleada de fondos de bajo coste barre a las gestoras activas y provoca una escalada de fusiones
El año pasado los fondos cotizados, o ETF, registraron entradas por valor de 1,45 billones de euros
Los fondos cotizados de bajo coste están poniendo patas arriba a toda la industria mundial de gestión de activos. Esta figura, conocida por sus siglas en inglés, ETF, es un híbrido entre acciones y fondos. Se pueden comprar y vender de forma instantánea, como las acciones, pero permiten invertir en una cartera de títulos de renta variable o de renta fija, lo que garantiza la diversificación. La mayoría replica la evolución de un índice bursátil, como el S&P 500 o el Ibex 35. En 2024, este tipo de vehículos atrajo 1,45 billones de euros en todo el mundo. Una cantidad que similar al PIB de España. Parte de ese dinero es ahorro nuevo, pero otra buena parte procede de los fondos de inversión convencionales, cuyas gestoras están sufriendo en sus carnes esta oleada de ETF indexados, que no dejan de ganar cuota de mercado y presionan a la baja los márgenes del sector.
El dato de entrada neta de dinero en ETF, 1,5 billones de dólares, superó el récord anterior, de 2021, que estaba en 1,2 billones de dólares. Y sugiere que el auge de este tipo de vehículos de inversión —inventados ya hace 54 años— parece imparable. Quienes más provecho están sacando de este movimiento son los gigantes de la gestión de activos de Estados Unidos, como BlackRock (dueña de la poderosa marca de ETF iShares), Vanguard o StateStreet, los amos de los ETF. En Europa, algunas compañías les intentan hacer sombra, como la francesa Amundi y la alemana DWS.
El volumen de dinero acumulado en estos fondos cotizados en todo el mundo está ya en los 13 billones de euros, una cifra que quintuplica a la que había hace 10 años. Además, si hace unos años solo captaban dinero los ETF de acciones, ahora se han puesto también de moda los ETF que invierten en bonos, tanto públicos como privados.
La última vuelta de tuerca en esta industria de los fondos cotizados es que ya no solo se venden ETF que replican la evolución de índices, sino que las gestoras están potenciando los ETF de gestión activa —en los que sí que hay un gestor que escoge dónde invertir—. Así como una variante de los fondos cotizados, los ETP, que replican la cotización de materias primas como el oro, o de criptoactivos como el bitcoin. En un año, los fondos de activos digitales en Estados Unidos ya suman un volumen de 170.000 millones de dólares.
¿Cómo es posible que hayan tenido tanto éxito? Gustavo Trillo, consejero delegado de Panza Capital, lo tiene claro: el coste. “Cuando el financiero John Bogle creó Vanguard y popularizó los fondos indexados, el éxito fue fulgurante porque permitía invertir con comisiones bajísimas y diversificar más que comprando acciones”, apunta Trillo. Ahora bien, también advierte de los riesgos de invertir ciñéndose estrictamente al mercado, en un momento en que la Bolsa está muy concentrada en un puñado de valores tecnológicos”.
Las comisiones que hay que pagar en los ETF que invierten en el S&P 500 (los más populares) son ínfimas. Entre un 0,03% y un 0,15% anual. Algunos de estos vehículos tienen un tamaño colosal, de más de 500.000 millones de dólares. En cambio, en los fondos de inversión convencionales pueden aplicar comisiones y gastos que superan el 1% anual, con lo que multiplican por 10 el coste de los ETF indexados. Además, la mayoría de los gestores de fondos activos no consiguen batir a sus índices de referencia.
España es uno de los países donde menos han calado los ETF. Por una cuestión fiscal. Aquí, tienen la misma consideración tributaria que las acciones, por lo que cuando se venden, hay que declarar en el IRPF un rendimiento del capital. En cambio, los fondos de inversión convencionales viven en un paraíso tributario que permite pasar el dinero de uno a otro sin tener que tributar por las plusvalías generadas. Solo se pasa por Hacienda cuando se venden definitivamente. Con todo, la industria sí que ha sufrido por la irrupción de la inversión pasiva o indexada, aunque aquí se ha canalizado a través de fondos de inversión convencionales.
No hay mejor forma para ver el fuerte impacto del ascenso de los ETF que analizando la evolución en Bolsa de las gestoras. Los grupos cotizados que son fuertes en fondos cotizados, como BlackRock, han vivido buenos años. La gestora creada por Larry Fink se ha revalorizado un 188% en ocho ejercicios. En ese periodo, Amundi, el líder europeo, ha aguantado el tipo con una subida del precio de sus acciones del 32%. En cambio, las gestoras más tradicionales, las especializadas en fondos activos, han sufrido mucho. Las británicas Jupiter, Aberdeen y Schroders han caído un 80%, un 64% y un 35% en el mismo periodo. La americana Invesco ha perdido un 43% de su valor.
Oleada de fusiones
Al empuje de los ETF de BlackRock, Vanguard, StateStreet o Amundi se han sumado en los últimos años varias gestoras, que han lanzado sus propias gamas de fondos cotizados. Es el caso de JP Morgan, que no quería perder comba. En Estados Unidos, ya hay más dinero invertido en Bolsa vía ETF que a través de fondos normales. En Europa, estos vehículos atrajeron en 2024 más de 118.000 millones de euros.
La única forma para tratar de parar el empuje de los fondos cotizados y el ascenso de los gigantes de Estados Unidos es ganar tamaño. El consejero delegado mundial de Axa, Thomas Buberl, explicaba recientemente a CincoDías en una entrevista que “hay un proceso de mucha consolidación en el sector y al final lo único que se puede hacer es comprar, vender o buscar alianzas porque, si no, te quedas rezagado”. Buberl sabe de lo que habla. La compañía que dirige está en conversaciones con el banco BNP Paribas para venderle, por algo más de 5.000 millones de euros, su división de gestión de activos. Esta misma semana Generali y el grupo bancario francés BPCE anunciaban un acuerdo para unir fuerzas en este segmento.