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COP29, un acuerdo de mínimos para una emergencia climática que crece

Desde 2035 los países desarrollados aportarán 300.000 millones anuales a los más pobres. Abandonar los combustibles fósiles, el tema tabú

Carreteras de Monserrat (Valencia) inundadas por la dana el pasado 29 de octubre.
Carreteras de Monserrat (Valencia) inundadas por la dana el pasado 29 de octubre.Mònica Torres

Ni a la tercera ni, desde luego, en la COP29. ¿Irá la vencida en la Cumbre del Clima número treinta, que se celebra el próximo año en Belém, Brasil? Nadie espera milagros, aunque se vaya a pasar de un país petrolífero como anfitrión al más biodiverso del mundo. Pero es inevitable que las expectativas hacia esa próxima cita hayan aumentado tras el balance de esta última del mes pasado en Bakú (Azerbaiyán). Los Estados ricos acordaron (tras tensiones, plantes, regateos y hasta prórroga) aportar 300.000 millones al año a los de menos recursos para combatir la crisis climática (50.000 más que la propuesta inicial, aunque muy por debajo del cálculo requerido).

La Agencia Internacional de la Energía calcula necesarios 4,5 billones de dólares para acometer una verdadera transición energética; frente al billón que se invierte actualmente. Esto en la denominada “COP de Finanzas, celebrada a kilómetros de cualquier centro financiero mundial y sin apenas presencia de líderes en la materia”, reseña Ingmar Rentzhog, director de la plataforma de medios We Don’t Have Time.

La AIE calcula necesarios 4,5 billones de dólares anuales para acometer una verdadera transición

Para Sara Aagesen, ministra para la Transición Ecológica y el Reto demográfico de España, “por encima de las cifras concretas, lo fundamental es que se abre un nuevo modelo de financiación climática, muy focalizado hacia la adaptación, es decir, a evitar los peores impactos en las infraestructuras de los más afectados por la emergencia climática. Hubiéramos deseado unos resultados en línea con la apuesta española por una agenda del clima con justicia social de máxima ambición, algo que no ha sido posible por la oposición de algunos países”.

Las organizaciones ecologistas, a esta Conferencia de las Partes le han llamado de todo menos bonita: “Una vergüenza absoluta en lo concerniente a esa deuda histórica y eterna entre el norte y el sur, por no hablar del retroceso en compensación de emisiones. Y esto cuando ya hemos rebasado seis de los nueves límites planetarios y cuando en Valencia acabamos de sufrir una dana que ha supuesto una devastación desconocida”, critica Eva Saldaña, directora de Greenpeace España.

Lobby petrolero

En opinión del coordinador de clima y energía de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz, “el resultado ha sido frustrante y colonial, porque el acuerdo no responde al esfuerzo requerido y queda lejos de lo convenido en París. Han quedado patentes la hipocresía e incumplimiento del norte global y las malas prácticas de los productores de petróleo para avanzar sobre lo pactado el año pasado en Dubái. Por contra, el comportamiento de la sociedad civil ha sido ejemplar”, destaca. Por su parte, en Fundación Renovables hablan de decepción. “Con una cifra insuficiente que corre el riesgo de quedar en nada, como en las negociaciones precedentes. Y una vez más, la presidencia de la COP se ha plegado a los intereses del lobby fósil”. No obstante, Fernando Ferrando, su presidente, considera que aún hay margen para ir hacia un escenario de mayor compromiso.

Y más vale. No es casual que, desde 2018, el cambio climático se haya convertido en preocupación prioritaria para al menos tres partes de la población encuestada de 26 países, conforme al informe Pew Research Center’s Spring Global Attitudes Survey. Algo que debería actualizarse por este centro americano con la vuelta ahora de Donald Trump. Los números de la agencia ONU-Habitat sobre catástrofes naturales explican la inquietud y revelan que son las relacionadas con agua y clima las que se cobran, desde hace 50 años más de la mitad de los daños humanos totales.

Un vecino de Picaña cruza la rambla del Poyo a través de un puente peatonal. 
Un vecino de Picaña cruza la rambla del Poyo a través de un puente peatonal. Massimiliano Minocri

De no poner solución, 2025 dejará cortas las marcas batidas en 2024, que nos ha dado un máster en devastación por la crisis climática: 41.600 millones de toneladas de CO2 y el dato ya asumido de superar el límite de 1,5ºC de aumento medio en la temperatura global.

Chocante que, a la vez, “el multilateralismo climático se ha puesto contra las cuerdas en la COP29″, en palabras de Anna Barreira, directora el Instituto Internacional de Derecho y medio Ambiente (IIDMA). Eso sí, se ha evitado su derrumbe y todos los expertos consultados consideran que sería “mucho peor” sin este espacio de gobernanza. Será en la COP30, en ese corazón del Amazonas también tan amenazado, donde se espera su desbloqueo y restauración.

Bulos y amenazas, también contaminan

Negacionismo. La dana que arrasó parte de la provincia de Valencia el pasado 29 de octubre, además de muertes y barro trajo odio. Así lo atestigua, Fernando Valladares, científico del CSIC, que asegura haber temido por su integridad física dados “los ataques recibidos en redes sociales por divulgar las evidencias sobre el cambio climático. Esto viene de atrás, pero ha pasado de ser algo muy puntual a convertirse en una estrategia clara y permanente que tiene además mucha financiación detrás. No voy a cerrar mis cuentas, pero sí replantearme la forma de estar”.

Manifiesto. En apoyo a Valladares cerca de un millar de entidades de la sociedad civil firmaron un documento solidario con quienes sufren acoso por alertar de la emergencia climática. Su objetivo: redoblar esfuerzos para combatir la desinformación “y demandar soluciones desde el conocimiento y la defensa de los derechos humanos. Ha sido emocionante ver que esto es algo tan transversal. Solo la ciudadanía puede cambiar las cosas”, añade.

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