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Los dos mundos del crudo: las petroleras y los países ricos chocan en sus previsiones

La mayor firma fósil de Occidente, ExxonMobil, cree que el consumo se mantendrá prácticamente estable de aquí a 2050. La AIE, en cambio, atisba una fuerte caída por la transición a las energías limpias

petróleo
Una refinería de Exxon Mobil en Baton Rouge (Luisiana).Barry Lewis (In Pictures via Getty Images)
Ignacio Fariza

Dos mundos paralelos, separados por una distancia sideral... y creciente. El mayor coloso petrolero de Occidente y uno de los mayores responsables históricos del cambio climático, ExxonMobil, acaba de pronosticar que el consumo global de crudo se mantendrá prácticamente estable de aquí a 2050: en el entorno de los 100 millones de barriles diarios. Una cifra muy similar a la puesta encima de la mesa hace solo unos meses por Saudi Aramco, la mayor firma del sector en el mundo, que en prácticamente todos sus escenarios atisba el triple dígito (con seis ceros detrás). Un horizonte que, de cumplirse, elevaría la emergencia climática hasta dimensiones prácticamente inimaginables.

Las cifras oficiales de los países ricos —salvo las de Estados Unidos, exportador neto y mayor productor de crudo del planeta desde hace años— discurren, sin embargo, por un camino radicalmente distinto. La Agencia Internacional de la Energía (AIE, el brazo de análisis sectorial de la OCDE) prevé un severo tajo en el consumo petrolero mundial: hasta los 55 millones de barriles diarios solo con los compromisos ya anunciados de reducción de gases de efecto invernadero; y hasta los 24 millones si se consiguen alcanzar las cero emisiones netas, prácticamente el único que garantiza un planeta habitable a largo plazo.

EE UU, la excepción

De esa mirada más favorable escapa la Administración de Información Energética de Estados Unidos, con unas previsiones más alineadas con las petroleras que con las de la AIE. Todo, a pesar de que la primera potencia mundial es, también, líder indiscutible de la OCDE. Lejos del ocaso petrolero, el organismo del que emanan todas las estadísticas energéticas de Washington contempla un aumento de entre el 3% y el 10% en el consumo global de crudo de aquí a 2030. Para el ecuador del siglo, su pronóstico de aumento es incluso superior: de entre el 6% y el 42%, con una producción media estimada de 120 millones de barriles diarios.

El cartel de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) también anticipa una demanda mundial por encima de los 100 millones de barriles diarios en dos de sus tres escenarios: el de laissez faire, en el que no se toman más medidas de calado para reducir la adición global a los combustibles fósiles, y en el que considera central o “de referencia”. Únicamente en el tercero, en el que contempla un avance en tecnologías clave para la descarbonización —como las baterías—, el consumo mundial de crudo quedaría por debajo de los tres dígitos. Pero por muy poco.

“Las previsiones de la OPEP y de la EIA tienden a ser vistas, dentro de la industria, como muy optimistas [para sus propios intereses]”, apunta Jorge León, vicepresidente y jefe de análisis del mercado petrolero de la consultora noruega Rystad Energy. “Sus perspectivas tienden a asumir una limitada tasa de penetración de energías alternativas y que las políticas energéticas terminarán siendo menos ambiciosas que cuando son anunciadas”.

¿Está perdiendo la OPEP el mando?

Aunque por encima de la media histórica, en el entorno de lo 80 dólares por barril, los precios actuales no son suficientes para que Arabia Saudí —el mayor exportador mundial de petróleo— esté siendo capaz de equilibrar su presupuesto. Para ello necesitaría que la cotización rozase los 100 dólares. Una cota que no se alcanza desde el muy convulso —y lejano— verano de 2022, el peor de la crisis energética.

El desequilibrio en las cuentas públicas saudíes ha elevado en los últimos dudas las dudas sobre la capacidad de la OPEP, el cartel de los países petroleros clásicos, para seguir llevando las riendas del mercado. Una capacidad de control que ha retenido, prácticamente sin fisuras, en las últimas décadas y que ahora amenaza con tambalearse en la medida en la que varios países que no forman parte del grupo —como Brasil, Guyana, Canadá o EE UU— le arrebatan cuota mes tras mes, trimestre tras trimestre y año tras año.

Hasta la fecha, la estrategia de la versión ampliada del cartel (Rusia incluida) ha sido única: recortar artificialmente sus bombeos para tratar, así, de sostener los precios y evitar una inundación del mercado que les golpearía de lleno. Sus réditos, sin embargo, han sido cuando menos dudosos, con cada vez más dudas sobre el rumbo que tomarán sus indiscutibles líderes (Riad y Moscú) en su reunión de principios de octubre, en la que podrían empezar a revertir los recortes voluntarios de oferta y así tratar de expulsar una parte de la producción ajena al cartel: la que tiene un mayor coste de extracción.

“Hay que matizar la idea de que la OPEP o la OPEP+ han perdido poder de guía“, aclara León, también antiguo analista del cartel. “Pese a las bajadas recientes, los 83 dólares de promedio este año es un precio sumamente elevado en clave histórica. No diría que está perdiendo fuerza como el ente que maneja y gestiona el mercado: el problema [para ellos] es que tanto el año pasado como este ha habido un gran crecimiento circunstancial de la oferta en los países no OPEP“.

Por debajo de los 80 dólares por barril

Las previsiones de dos de los principales bancos de inversión del mundo, Goldman Sachs y Morgan Stanley, pasan por un precio del petróleo cotizando en una banda amplia, de entre 70 y 85 dólares (63 y 76 euros, al cambio actual), el año que viene. La primera acota su apuesta: 77 dólares. La segunda proyecta entre 75 y 78. En ambos casos, claramente por debajo de los algo más de 80 billetes verdes en los que cotiza hoy.

Los argumentos son compartidos. Frente al pequeño déficit actual, dicen, el mercado petrolero pasará a una situación superavitaria el año que viene, cuando la oferta pasará a ser claramente superior a la demanda. Una dinámica inhibirá cualquier repunte en los precios y que debería mantener a raya la inflación justo cuando los bancos centrales aceleran el paso en las bajadas de tipos de interés.

Los analistas de Goldman Sachs, de hecho, consideran que en el futuro el barril de Brent (el de referencia en Europa) podría incluso caer al entorno de los 60 dólares si la demanda china se mantiene plana, a medida que la imparable electrificación de su parque móvil gana tracción. O si la OPEP acaba dando el paso y deja en papel mojado sus recortes extra de oferta de 2,2 millones de barriles hasta septiembre de 2025. Un movimiento, este último, que desataría un terremoto de consecuencias imprevisibles en el siempre revuelto mercado petrolero.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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