La dana de Valencia deja instrucciones claras para la reconstrucción
Las comarcas más afectadas por la riada han cuadruplicado población desde la de 1957 y construido en zonas inundables
La inundación de Valencia del 14 de octubre de 1957 dejó grandes lecciones. Algunas se aprendieron rápido y se tomaron medidas. De ahí salió el desvío del río Turia, para lo que se construyó un nuevo cauce de 12 kilómetros, que ha evitado que la dana del 29 de octubre hiciera un daño aún mayor en la capital valenciana. Sin embargo, el camino que recorrió la inundación de hace 67 años pone de manifiesto que hubo otras enseñanzas que se han obviado, y se pagan las consecuencias, por lo que conviene recordarlas ahora que se tiene que diseñar la reconstrucción de la zona afectada.
La dana que ha caído sobre la provincia de Valencia ha impactado especialmente en 69 pueblos y a ocho pedanías o barrios del sur de la capital (Faitanar, La Torre, Forn d’Alcedo, Castellar-Oliveral, Pinedo, El Saler, El Perelló y El Palmar), según el perímetro de la inundación marcado por Emergencias de la Comunitat Valenciana. Buena parte de estos municipios ya se vieron afectados por la riada de 1957, y en las siete décadas que han transcurrido desde entonces, han protagonizado un crecimiento espectacular que debería haber sido más ordenado. Buena parte de las construcciones se han realizado en zonas consideradas inundables, como así ha sido.
Esos 69 pueblos han multiplicado casi por tres su población desde la gran inundación de 1957. En el censo de 1950 consta que tenían 351.000 habitantes, y en el de 2023 suman 937.000, lo que supone un crecimiento del 167% (ver cuadro adjunto). La comarca más afectada en esta dana, L´Horta Sud (Huerta Sur), representa más de la mitad de la población afectada (482.569 habitantes), con un aumento de población del 336% desde 1950 y con Paiporta, el pueblo que algunos consideran la zona cero, habiendo multiplicado por más de siete el número de censados, de 3.574 a 27.184 en estos años.
Hay pocas zonas en España con un crecimiento semejante, quizá ninguna. La población de Valencia capital aumentó un 59% en el mismo período, la de la provincia, un 97% desde 1950, y la de España un 72%. Nada que ver con el 661% de crecimiento de Paiporta. El problema de estos crecimientos tan vertiginosos es que suelen producirse con desorden, más aún si se produce en poblaciones pequeñas, donde las normas urbanísticas suelen brillar por su ausencia. Además, esa expansión está vinculada al crecimiento de polígonos industriales y al lógico aumento del parque automovilístico, que se ha convertido en una enorme trampa mortal.
Según las estimaciones realizadas por el satélite Copernicus del sistema europeo de emergencias, el área concreta inundada de los municipios mencionados de la provincia de Valencia asciende a 15.633 hectáreas, habitadas por unas 190.000 personas, que viven en 17.597 edificaciones residenciales repartidas en 3.249 kilómetros de calles y carreteras que resultaron inundadas. La web Datadista ha cruzado estos datos con el catastro, y ha llegado a la conclusión de que hay 75.000 viviendas afectadas; de estas, un tercio se han construido después de que en 2003 se aprobara el Plan de Acción Territorial sobre Prevención del Riesgo de Inundación de la Comunitat Valenciana (Patricova). En definitiva, no solo es que muchas viviendas se hayan levantado en zonas que se inundaron en 1957, y que quizás muchos no recuerden, es que se han construido a sabiendas de que se trata de suelo inundable.
Lo relevante ahora, más allá de la búsqueda de culpabilidades, es que las autoridades que definan los planes de reconstrucción cuenten con el rastro de la inundación. Visto lo que ha pasado, ¿tiene sentido reconstruir viviendas unifamiliares de una planta arrasadas por el agua? ¿Habría que levantar edificios con soportales como planta baja, por los que pase el agua sin obstáculos en caso de riada?
A estas alturas resulta evidente que se habrían evitado muertes si la alerta roja que dio la Aemet a las 7:31 de la mañana del 29 de octubre se hubiera tomado en serio y se hubieran dado instrucciones claras y concisas a la población. Eso sí, los daños materiales (edificios e infraestructuras) hubieran sido similares, puesto que, a diferencia de las personas, estos no se pueden movilizar.
También resulta evidente que esa zona de Levante va a seguir soportando inundaciones (el Turia lleva 25 desde 1321), con el añadido de que seguramente serán mayores y más frecuentes por culpa del cambio climático. Estas lluvias torrenciales están totalmente ligadas al aumento de la temperatura del Mediterráneo. Si se construye en zonas inundables y las calles están llenas de coches…
Sabemos muchas cosas, quizás demasiadas. Lo más llamativo es ese comportamiento mezcla de frívolo e irresponsable que inunda estos días a nuestros dirigentes, donde se desprecian los datos y si construyen relatos. Dan ganas de ponerse en manos de una inteligencia artificial.
Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información