Hacia el ocaso del multilateralismo
La UE y muchas potencias han optado por la conclusión de acuerdos de libre comercio regionales o bilaterales en lugar de pactos globales
La elección de Joseph Biden ha despertado la esperanza de un retorno al multilateralismo y una mayor eficacia de los organismos internacionales. Las instituciones internacionales funcionaron relativamente bien para las democracias desarrolladas y en vías de desarrollo desde 1944 hasta el hundimiento del comunismo en 1989-91. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial creados en Bretton Woods en 1944 se complementaron con el GATT en 1947. La ronda de Uruguay del GATT (1986-94) logró la mayor liberalización y regulación del comercio de bienes industriales, agrícolas y servicios de la historia, además de crear la OMC.
En la segunda mitad de los ochenta y los años noventa avanzó el multilateralismo. EE UU fomentó la integración económica y la liberalización comercial mediante instituciones (APEC en Asia) y tratados o acuerdos de libre comercio como el TLCAN y Cafta-DR. Dicho avance de la democracia y la economía de mercado coincidió con la mayor profundización de la integración europea. La Unión Europea se convirtió en un verdadero mercado común en 1993 y en el Tratado de Maastricht definió una política exterior y de seguridad común y de asuntos interiores y justicia. En 2002, en 12 de sus Estados miembros empezó a circular el euro, y en 2004 diez países de Europa Oriental y el Mediterráneo completaron su adhesión. EE UU y la Rusia de Boris Yeltsin firmaron más acuerdos de desarme y de destrucción de los misiles intercontinentales de Ucrania, Kazajistán y Bielorrusia en los años noventa.
La entrada de China en la OMC en 2001 fue una apuesta por su participación en la gobernanza global. Pero desde esa fecha su superávit comercial con EE UU se ha multiplicado por cinco. La depreciación artificial del yuan y la obligatoriedad de transferencia de tecnología por parte de empresas occidentales a sus socios chinos también favorecieron que China se convirtiera en la fábrica mundial de ropa, juguetes, electrodomésticos y productos de electrónica. El terrorismo yihadista, el cambio climático, el estancamiento de las clases medias y la destrucción de muchos empleos por la aceleración tecnológica exigen organismos de gobernanza global.
El auge de China, India y Brasil justificó la creación del G20. Se incluyó a Rusia en el G8 hasta que Putin financió la invasión de Ucrania Oriental en 2014. En este siglo la integración económica en la UE y la eurozona apenas ha avanzado. La Ronda de Doha de la OMC lanzada en 2001 ha fracasado debido al empecinamiento en exigir un acuerdo en todos los sectores. La UE y muchas potencias han optado por la conclusión de acuerdos de libre comercio regionales o bilaterales. La eliminación de muchos paraísos fiscales auspiciada por la OCDE y el tratado de París contra el cambio climático de 2015 son los únicos acuerdos multilaterales relevantes en este siglo. Las clases medias y bajas son cautivadas por populistas de derechas que prometen orden y prosperidad si se acaba con la inmigración y populistas de izquierda que quieren restringir el capitalismo. La proliferación de partidos de extrema derecha e izquierda en Europa dificulta la formación de Gobiernos y la adopción de reformas.
La existencia del Reagrupamiento Nacional en Francia, La Liga y el Movimiento 5 Estrellas en Italia, AfD en Alemania y Unidas Podemos en España ha propiciado que los partidos moderados se hayan escorado para no perder más votos. A los partidos tradicionales les cuesta formular propuestas atractivas para unas clases medias y bajas desengañadas con la globalización y la multiculturalidad. El populismo de derechas gobierna en Hungría de la mano de Víktor Orbán (Fidesz) desde 2010 y en Polonia desde 2015. A diferencia de Washington, en Bruselas se minusvalora la aspiración a la supremacía económica y tecnológica de China. El FBI tiene más de 2.000 casos abiertos contra Pekín por robo de tecnología, un aumento del 1.300% en la última década. Pekín, Moscú y Pyongyang han ejecutado los mayores ciberataques y hacks del siglo XXI. El robo de la información de 3000 millones de cuentas de Yahoo y de 143 millones de clientes de eBay son solo dos ejemplos.
El apoyo económico de China y Rusia a los regímenes de Venezuela y Corea del Norte y la pretensión de Pekín de poseer todo el mar de China Meridional son motivos adicionales para descartar que el G20 funcione. China incluso promueve una gobernanza alternativa con su iniciativa de la franja y la ruta y el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras. No hay ningún caso de una guerra en la historia librada entre democracias. Prestigiosos académicos son partidarios de una liga de democracias. Ivo Daalder y James Lindsay la propusieron en 2004 y consideraron que 60 países podrían ser miembros. John Ikenberry y Anne-Marie Slaughter también reclamaron un concierto de democracias en un proyecto de la Universidad de Princeton en 2006.
Joseph Biden pretende liderar un multilateralismo inclusivo y verde. Pero un Senado donde tiene una mayoría de un voto no aprobará sus 1,7 billones de dólares que debilitarían la producción de hidrocarburos y carbón en sus estados. En cualquier caso, los enemigos de la democracia se enfrentan a un enemigo temible. La capitalización bursátil de las 2.400 empresas que cotizan en el NYSE y las 3.300 del Nasdaq supera los 50 billones de dólares, cifra más de tres veces superior a la suma del PIB de China (14,3 billones) y el de Rusia (1,7).
Alexandre Muns es profesor de EAE Business School