Cadenas de suministro: entre el póker comercial y el ajedrez geopolítico
Las principales economías globales intentan equilibrar las medidas proteccionistas y el libre comercio para mantenerse a la cabeza de la economía global. No obstante, los expertos advierten que un aumento de los conflictos comerciales podría afectar a sectores como el tecnológico y energético.
![Dos contenedores con las banderas de Estados Unidos y China en una representación de la guerra comercial](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WZSD4E7O6RDLZGA6EUMWVGX27Q.jpg?auth=b00d9544242b7760499849360e1864aa9c3b36c550b9510aa3c131149e140232&width=414)
![Luis Alberto Peralta](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F416d7806-5e36-456f-b77c-ca88a17470ca.jpg?auth=74ce9052832823968f8167129c5802ba65e8c209f12ffea48189343dde54ff56&width=100&height=100&smart=true)
La sombra de las posibles guerras comerciales pone al mundo en alerta. Las recientes medidas arancelarias anunciadas por el gobierno estadounidense, sumadas a las crecientes disputas entre Europa y China en campos como la industria y la tecnología, parecen ser el presagio de un panorama mundial cada vez más desglobalizado. En esta línea, las principales potencias económicas apuntan a blindar sus cadenas de suministro con políticas como la diversificación de proveedores y la relocalización, buscando alianzas que se acomoden a un mundo donde los aliados comerciales ya no son incondicionales.
Las economías de las potencias involucradas en estas tensiones están profundamente conectadas. En concreto, Europa y EE UU tienen una extensa relación económica y de inversión bilateral. El país norteamericano fue el mayor aliado comercial en bienes de la UE (con una cuota del 16,7%, según la Comisión Europea). Asimismo, el conjunto de la UE fue el principal socio estadounidense, con 18,6% del total en 2023. En comparación, China representó solo el 14,6% y el 11,3% para ambos socios respectivamente en ese año.
Dicho esto, los expertos consultados coinciden en que mayores medidas arancelarias supondrían un importante perjuicio para las tres economías más grandes del mundo. De hecho, un estudio reciente de London School of Economics (LSE) estima que los gravámenes propuestos por Trump podrían reducir el PIB en los Estados Unidos en un 0,64%, en China en un 0,68% y la Unión Europea en un 0,11%. Por este motivo, se anticipa que los gobiernos evitarán extenderlos a largo plazo, evitando un impacto demasiado fuerte en sus economías nacionales.
“El proteccionismo y los aranceles en general crean barreras al comercio, y estas barreras no son favorables para el flujo de bienes. Sectores como la manufactura y la industria automotriz, que suelen depender de redes amplias y poco densas, se preparan para enfrentar estos nuevos impuestos, lo que hace que la necesidad de cadenas de suministro flexibles, ágiles y resilientes sea una prioridad en 2025”, indica Jacky Marolleau, director de Ventas para el Sur de Europa de Manhattan Associates a CincoDías.
Fragmentación
Si bien los analistas no esperan necesariamente un bloqueo comparable a las tensiones provocadas por la crisis del Covid o la guerra en Ucrania, es probable que las políticas proteccionistas aumenten los costes de los insumos en ciertas industrias, con un impacto negativo en los márgenes empresariales. “A largo plazo, esto afectará la demanda en un momento en que el ciclo industrial global ya muestra signos de debilidad. Esto podría ser perjudicial para todos los actores de la cadena”, explica Enguerrand Artaz, estratega de La Financière de l’Échiquier (LFDE).
Este escenario de fragmentación se viene gestando desde el primer gobierno de Donald Trump y la pandemia, cuando Estados Unidos y otros países comenzaron a cuestionar el sistema global orientado al libre comercio que terminó otorgando a China una mayor influencia sobre sus socios comerciales. “Las multinacionales ya empezaron a relocalizar parte de su producción a EE UU durante el primer mandato de Trump, pero sobre todo durante el de Biden, alentadas por subvenciones e incentivos fiscales masivos. Esta tendencia va a continuar, pero corre el riesgo de lastrar la rentabilidad a largo plazo debido al aumento de los costes”, explica Nabil Milali, gestor de multiactivos y Overlay en Edmond de Rothschild AM (EdRAM) a CincoDías.
Milali resalta que las recientes medidas proteccionistas suponen un paso más en el camino a la desglobalización. “El objetivo declarado de Trump es animar a las empresas a producir en EEUU, y desinvertir así en las cadenas de suministro. Para los sectores más dependientes, como el tecnológico y el manufacturero, es probable que esto signifique costes significativamente más altos y un acceso más difícil a los insumos. Por ejemplo, si China sigue tomando represalias con restricciones a las tierras raras”, explica el gestor de EdRAM a este periódicoo.
Martin Wolburg, economista senior en Generali Investments, coincide con esta perspectiva. “Los principales bloques emergentes deberían ser EE UU, China y Europa; todos ellos intentarán probablemente que algunos productos de importancia estratégica se fabriquen en sus respectivas esferas económicas”, detalla Wolfburg, que también opina que la reducción económica de la especialización y la desglobalización reducirán el bienestar general.
Alrededor del mundo distintos países ya están tomando medidas para blindarse contra el dominio chino. “El gobierno alemán ha intensificado el escrutinio de la inversión china entrante, mientras que los fabricantes de automóviles alemanes están aumentando la colaboración con las empresas chinas de vehículos eléctricos. Del mismo modo, India ha prohibido agresivamente las aplicaciones chinas en el mercado indio, pero está importando cantidades cada vez mayores de productos tecnológicos chinos. A pesar de las individualidades, las tres naciones actualmente están avanzando en una dirección más restrictiva en general”, indican Joshua Sullivan y Jon Bateman, investifgadores de Carnegie Endownment for Peace.
China, a la defensiva
Los analistas coinciden en que aún es incierto el camino que tomará Donald Trump a lo largo de su gobierno. En consecuencia, las represalias que puedan tomar China y Europa dependerán de la mano que Washington decida jugar. No obstante, las recientes interacciones con países como Colombia, Canadá y México han permitido a los expertos especular que los objetivos del republicano son: reindustrializar su país, utilizar los aranceles para minar el avance de sus rivales, y reducir los desequilibrios comerciales con sus socios. Actualmente EE UU tiene un desbalance comercial de casi un billón de dólares con China y de unos 200.000 millones de euros con Europa.
En esta línea, el gobierno de Donald Trump ya está moviendo ficha para intentar reducir la influencia global del gigante asiático. Así lo demuestran los aranceles del 10% a sus productos; las medidas contra empresas como Shein y Temu; y la reciente controversia en torno al canal de Panamá (que según el mandatario está bajo control de Pekín). Respecto a este último conflicto, Washington ha logrado que el país centroamericano cancele su participación en “la nueva ruta de la seda”, una iniciativa clave en la estrategia del gigante asiático para convertirse en el actor principal del comercio global.
De forma similar, Trump se ha manifestado en repetidas ocasiones respecto a otros proyectos chinos que buscan fortalecer la relación con el pacífico sur y los países de los BRICS. Un ejemplo de esto es la construcción del megapuerto de Chancay en Perú, una obra de infraestructura clave para las cadenas de suministros que permitirá aumentar drásticamente el comercio con Sudamerica, y que ha sido calificado por Washington como un posible riesgo para la seguridad de la región. Asimismo, el magnate republicano ha indicado que su país aplastará cualquier intento de los BRICS por subvertir el papel del dólar en el comercio internacional.
Con todo, la estrategia de Pekín parece seguir siendo defensiva y, por tanto, depende de los pasos que decida dar la Casa Blanca. “Se espera que Trump se reúna con el presidente Xi Jinping en los próximos días, lo que abre la posibilidad de alcanzar un compromiso. De no ser así, es probable que China devalúe su moneda para compensar el impacto de los aranceles, como hizo en la primera guerra comercial. Las autoridades son conscientes del riesgo de que un yuan más débil exacerbe el ya débil sentimiento interno”, indican George Brown y David Rees, economistas de Schroders. El comercio exterior supone alrededor de un 37% del PIB chino, por lo que estas medidas pueden impactar duramente contra su estancada economía.
La tercera potencia
Los expertos consultados coinciden en que el papel que jugarán países como Japón, India y México para equilibrar el panorama internacional en los próximos años será clave. No obstante, la posición que decida tomar Europa frente a las políticas aislacionistas de Donald Trump y el avance de China jugará un papel especialmente relevante en los próximos años.
“Cuando sea necesario, la UE hará valer su posición y desplegará herramientas defensivas para defender su mercado único y sus empresas de prácticas comerciales desleales. Asimismo, la voluntad de completar o actualizar los acuerdos de libre comercio en los últimos años responde al deseo de la UE y sus socios comerciales de diversificar la oferta y la exportación en la geopolítica y la geoeconomía cada vez más tensas de la actualidad. El entorno comercial mundial se ve influido negativamente por las externalidades de las políticas industriales aplicadas por determinados países”, ha indicado una portavoz de la Comisión Europea a CincoDías.
A principios de 2024, la Comisión Europea puso en marcha un proceso interno estructurado para prepararse ante un posible gobierno de Trump. Sin embargo, Bruselas parece querer mantenerse cercana a su aliado histórico. “Dado el valor y la importancia de la asociación transatlántica, seguimos comprometidos a mantener una estrecha asociación con los EE UU sobre una base bipartidista. Seguiremos buscando un compromiso constructivo. Al mismo tiempo, estamos dispuestos a proteger nuestros intereses”, indica la portavoz del el ejecutivo comunitario.
Así, el Viejo Continente parece estar abierto a ceder en distintos campos para evitar conflictos con Trump. Por ejemplo, el magnate ha solicitado que los Veintisiete importen mayores cantidades de gas natural estadounidense, una propuesta que se alinea con las intenciones de la Comisión Europea de eliminar por completo las importaciones de gas ruso.
Este enfoque, no obstante, no se extiende a China. “La UE considera a China un socio para la cooperación, un competidor económico y un rival sistémico. Las relaciones entre ambas economías se han vuelto cada vez más complejas debido a un número creciente de factores irritantes. China se ha vuelto menos abierta al mundo y más represiva en el país, mientras que ha adoptado una postura más asertiva en el exterior, recurriendo a la coerción económica, los boicots a los productos europeos y los controles de exportación de materias primas críticas”, indica la portavoz comunitaria.
En la opinión de la Comisión Europea, las relaciones comerciales entre la UE y China se han desequilibrado. “La UE debe garantizar la igualdad de condiciones y hacer que la competencia sea más justa. Por eso está reduciendo las dependencias y vulnerabilidades críticas, incluso en sus cadenas de suministro, y reduciendo el riesgo y diversificándose cuando es necesario”, dice la portavoz.
Cabe mencionar que la dependencia de las importaciones de la UE respecto a China es del 90%, o más en el caso de ciertos productos farmacéuticos, químicos y materias primas, según Brookings Institute. “Además, la mayoría de las dependencias estratégicas de la UE respecto de China, incluidos el magnesio, los imanes permanentes, las células fotovoltaicas y ciertos antibióticos y hormonas, no tienen sustitutos”, indica Daniel S. Hamilton, investigador del think tank en un análisis reciente. La UE, por su lado, exporta a China principalmente automóviles, maquinaria, químicos y medicinas.
En esta línea, una publicación reciente del BCE indica que, en un escenario en el que se redujeran las importaciones críticas desde China a la mitad por una guerra comercial, se anticipa que las empresas no puedan sustituir estos insumos en el corto plazo y se genere una caída en el valor agregado manufacturero del 2,0% para Bélgica, 2,5% para Francia, 2,9% para España y 3,1% para Italia y Eslovenia en el corto plazo. Las grandes empresas son las que impulsarían esta caída, ya que son responsables de alrededor del 75% de la disminución pronosticada del valor añadido en todos los países.
Malos pronósticos
Pero, ¿qué se podría esperarse en el mediano plazo en un mundo más desglobalizado? Según Lizzy Galbraith, economista política de Abrdn, un escenario adverso, en el que el Trump intente alterar los flujos comerciales y fomentar el crecimiento de la producción nacional mediante aranceles elevados y restricciones a los flujos tecnológicos y financieros provocaría, probablemente generaría una caída del volumen del comercio global.
“La tendencia mundial al proteccionismo podría provocar una ralentización cíclica, que afectaría especialmente a Europa, y daría lugar a una menor especialización y a un crecimiento potencial mundial más lento. En este tipo de escenario prevemos que la rápida desvinculación de EE UU de China, con tipos arancelarios efectivos que podrían alcanzar el 50% o 60%, tensaría aún más las cadenas de suministro, provocando escasez sectorial y un aumento de los costes”, alerta Galbraith.
Por otra parte, los esfuerzos por reubicar las industrias que durante décadas fueron deslocalizadas a países estratégicos puede ser más complicada de lo esperado. Según Artaz, esto se debe principalmente a los diversos desafíos que esto implicaría: los costes de construcción de instalaciones de producción, la disponibilidad de mano de obra cualificada y la competitividad frente a productos importados. “El reshoring [repatriación de producción] y el friendshoring [relocalización en países aliados] aún están en una fase inicial. En este punto, los esfuerzos de reindustrialización y relocalización son en gran medida insuficientes para compensar los efectos de una política proteccionista de gran alcance y una guerra comercial global”, indica el experto de LFDE .
Sectores emblemáticos para Europa, como la fabricación de automóviles, podrían verse seriamente afectados por las posibles medidas arancelarias. “El impacto global variará en función de la importancia de Estados Unidos como mercado de ventas y de la proporción de importaciones procedentes de México y Canadá. Además, la capacidad de trasladar la producción a EE UU y ajustar los precios también serán factores que mitiguen el impacto global. Se prevé que Stellantis [propietaria de las marcas Chrysler, Jeep y RAM] sufra el mayor impacto debido a su elevada exposición al mercado estadounidense, que representó alrededor del 46% de las ventas en 2023”, indican desde Scope Ratings.
En el caso de Estados Unidos, también habría complicaciones para el sector defensa y el energético, debido a la escasez de elementos como el tungsteno y el telurio, y otros metales estratégicos que provienen de China. “Si el conflicto se agrava aún más, consideramos probable que se extienda incluso a los topes a la exportación de una amplia gama de minerales críticos. Las empresas estadounidenses tendrían entonces que comprar productos críticos a terceros países elevando sus precios y probablemente alargando los plazos de entrega”, apuntala Wolfburg.
Europa se blinda contra el proteccionismo
La Unión Europea, como bloque político, parece redoblar la apuesta por el modelo global. En el actual contexto de inestabilidad, una portavoz de la Comisión Europea ha asegurado a este periódico que la UE, como “la mayoría de sus socios” sigue considerando que el comercio internacional es fundamental para la competitividad y seguridad económicas. Bruselas lleva años en una campaña para reducir sus vulnerabilidades, sobre todo en el campo energético y tecnológico. En esta línea, la portavoz asegura que la seguirán “promoviendo el comercio abierto y justo, incluso liderando los esfuerzos para reformar la Organización Mundial del Comercio, desarrollando enfoques plurilaterales, así como profundizando las asociaciones bilaterales a través de TLC “. De hecho, recientemente se finalizaron las negociaciones para el TLC con Mercosur, México y se han entablado nuevos acuerdos con Chile, Nueva Zelanda y Kenia. Actualmente, también existen negociaciones con Indonesia, India, Malasia, Filipinas y Tailandia. Según el portavoz, estas alianzas “abrirán nuevas posibilidades de mercado”; ayudarán a la UE a asegurar el acceso a los insumos necesarios; y diversificarán la oferta y la exportación en la “geopolítica y la geoeconomía cada vez más tensas de la actualidad”.