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LA PUNTA DEL ICEBERG
Tribuna
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La recesión más corta de la historia

La tormenta monetaria y financiera de la semana pasada ha sido en realidad una corrección bursátil

Una persona habla por teléfono frente a los paneles indicadores en la Bolsa de Valores de Australia, en Sídney.
Una persona habla por teléfono frente a los paneles indicadores en la Bolsa de Valores de Australia, en Sídney.BIANCA DE MARCHI (EFE)

La semana pasada experimentamos una tormenta monetaria y financiera. Para muchos analistas, esta marcaba la antesala a una recesión que, sin embargo, podríamos considerar la más corta de la historia. Al día siguiente todo parecía calmarse, o cuando menos, aplacarse. E, incluso, dio el relevo a subidas intensas en ciertos mercados a finales de semana. Y es que, como dice John Cochrane, los mercados bursátiles han predicho 9 de las últimas 5 recesiones. Todo queda dicho.

Quizás, lo que hemos visto es otra cosa, independientemente de que en unos meses caigamos o no en una recesión. Esto, aún, no lo sabemos ni usted ni yo. Así pues, todo parece indicar que los mercados, más que avanzar una recesión, han reajustado expectativas y rentabilidades ante noticias y hechos conocidos en estos últimos días.

Lo que sucedió, en parte, es que muchos inversores vieron que la subida de tipos en Japón les rompieron sus cuentas y potenciales beneficios. El carry trade, estrategia de inversión que implica tomar prestado dinero en una divisa con bajos tipos de interés, para luego invertirlo en activos denominados en otra moneda con mayores rendimientos, es muy sensible a los diferenciales de tipos. La decisión del Banco de Japón de elevar los tipos de interés a 0,25 puntos porcentuales, la primera en 17 años, sacudió los cimientos de esta estrategia, provocando, por modesta que fuera la subida, un impacto claramente desproporcionado en los mercados globales, generando desestabilización en el dólar y apreciando fuertemente el yen (hay quien apunta al yuan como nueva tormenta).

Y es que, cuando muchos inversores tuvieron que deshacer sus posiciones de carry trade en dólares, demandaron grandes cantidades de yenes, fortaleciendo la moneda japonesa y debilitando el dólar. Esto obligaba, con más razón, a seguir deshaciendo dichas posiciones a costa de que la devolución fuera cada vez más cara.

Pero la apreciación del yen tuvo consecuencias adversas en un país como Japón, cuya riqueza depende en gran medida de una moneda débil para mantener la competitividad de sus productos en los mercados internacionales. Dicha apreciación provocó, así, una devaluación del valor de muchas compañías japonesas en los mercados bursátiles y arrastró a otros.

Y es que el diseño actual de los mercados financieros y monetarios se eleva sobre una compleja interconexión entre las políticas monetarias, los movimientos de divisas y el rendimiento empresarial en una economía global altamente integrada. El aleteo de una mariposa en un parqué, cómo puede ser un pequeño cambio en los tipos de interés en países centrales, puede tener repercusiones de gran alcance, aunque estas no siempre son previsibles o fácilmente explicables.

Así pues, esta contracción de los mercados no pareció obedecer, al menos y así parece, tanto a noticias económicas reales como a otros factores similares. Esto no quiere decir que dichas noticias no existieran. Estas pudieron ser el catalizador. Pero ni el dato de empleo en los Estados Unidos, que sin duda es negativo pero no catastrófico (y que no negamos pueda indicarnos una recesión en este país en un futuro cercano), ni la mencionada subida de tipos en Japón, así como la posible sobrevaloración de los resultados a medio plazo de la IA (ahora vamos con ello) podrían justificar por sí solos una caída premonitoria de una profunda recesión. Insisto, esto no quiere decir que el PIB de los Estados Unidos u otros países puedan contraerse más pronto que tarde, pero lo sucedido estos días parece responder más a la entrada en juego de factores técnicos o psicológicos en el mercado que a una previsión de una debacle económica.

Y respecto a la IA, ¿qué papel ha podido jugar en este episodio? La tormenta japonesa se produjo en el mismo momento en el que se llevaban a cabo ajustes en la cotización de las grandes tecnológicas (aunque tampoco ajustes catastróficos). ¿Fue casualidad o existen razones interconectadas? Hablemos un rato, por lo tanto, de la IA y su papel en el reciente episodio bursátil.

Todos conocemos lo extraordinario de los recientes avances en la IA. Este avance ha incentivado a las grandes tecnológicas, y a las que se las veían con cierta saturación en el mercado, a realizar extraordinarias inversiones para colocarse en una posición de ventaja, aún mayor que la ya detentada, y así llegar los primeros como reyes de la nueva tecnología.

Pero esta transición tecnológica es muy exigente. En la carrera de los tres últimos años, solo una empresa parece ser capaz de llevar a las demás a donde quieren ir en lo que respecta al suministro del hardware necesario: Nvidia. Y esta es la cuestión central que ayuda no solo a explicar parte de lo sucedido, sino además para comprender lo débil de la cadena de suministros en esta nueva industria.

La dependencia del desarrollo tecnológico y de no pocas inversiones multimillonarias de las grandes tecnológicas del desarrollo de productos de esta sola empresa no solo ha hecho tambalear a todo un mercado, sino que además puso en solfa lo problemático que es que un mercado sea dependiente de prácticamente una sola empresa. Y no hablo de teoría clásica del monopolio.

El retraso anunciado en la producción de los próximos chips de IA de Nvidia, en este caso por fallos de diseño, no solo supuso un correctivo que dolió al valor de mercado de la empresa. También desencadenó un efecto dominó que podría amenazar las inversiones de Meta, Google y Microsoft, de ahí en buena parte los ajustes en sus cotizaciones.

Es posible que hayamos presenciado cómo el mercado ha comenzado a reconocer una discrepancia entre las altas expectativas sobre la IA y una realidad más matizada. Los resultados financieros mixtos de las principales empresas tecnológicas, junto con la tardanza en obtener beneficios concretos de las inversiones en IA, indican que el camino hacia la rentabilidad podría ser más extenso y complicado de lo que se pensaba inicialmente. Esta situación, sin embargo, no debería sorprendernos. Obstáculos como los retrasos en la fabricación de chips de última generación y las complicaciones para implementar soluciones de IA en diversos campos sugieren que las aplicaciones verdaderamente revolucionarias podrían demorar más en llegar al mercado o tener un efecto menos inmediato de lo que se había previsto.

En conclusión, una vez más se ha querido ver en una corrección bursátil la excusa para gritar ¡recesión! Esta llegará, no se preocupen. Y quizás más pronto que tarde. O quizás no. Pero no veamos en cada retumbar de un mercado un momento Lehman. Les recuerdo lo del reloj parado y sus dos aciertos diarios.

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