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Análisis
Tribuna
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Charlie Munger y la Fábrica de Chocolate

En compañía de Warren Buffett llevó a la práctica la máxima de comprar empresas maravillosas a precios aceptables

Charlie Munger y Warren Buffett.
Charlie Munger y Warren Buffett.Getty Images

Charlie Munger murió este pasado 28 de Noviembre un mes antes de cumplir los 100 años. Considerado uno de los mejores inversores de todos tiempos, era mucho más que la mano derecha de Warren Buffet. Abogado, inversor, arquitecto, filántropo, presidente del Daily Journal y otras muchas cosas más. La persona más inteligente que jamás he conocido. Con un carácter y un sentido común realmente fascinantes y un sentido del humor sobresaliente.

Warren Buffett hubiese sido el mismo genio que ha sido sin la ayuda de Charlie, pero este contribuyó de manera fundamental a ampliar el horizonte de inversión “value” del sabio de Omaha. Desde las enseñanzas de Benjamin Graham de centrarse en “colillas”, (empresas que los demás inversores ya habían descartado, pero que se podían adquirir a precios de saldo) que funciona mejor cuando se invierten cantidades modestas de dinero a focalizarse en compañías de alta calidad a precios deprimidos (un mejor enfoque a largo plazo cuando se invierten cifras monstruosas).

De ahí el comentario habitual de Buffett de que prefiere comprar compañías maravillosas a precios aceptables que compañías aceptables a precios maravillosos. Aunque Charlie lo expresó aún mejor: “no es divertido comprar un negocio donde rezas para que el pringado que lo dirige lo liquide antes de que quiebre”.

El caso más claro de este enfoque fue la compra de See’s Candies en 1972. Warren era muy reacio a pagar más de tres veces el valor en libros por la empresa de chocolates, pero la calidad del negocio era de tal calibre que los 25 millones de dólares originalmente invertidos se han transformado en más de 2.000 millones de dólares de dividendos para Berkshire a lo largo de los años (con solo 40 millones de dólares en inversiones de capital). En la primera junta de accionistas a la que asistí en Omaha, el stand de See’s vendió más de seis toneladas de chocolate en las nueve horas que estuvo abierto. A razón de 700 kilos por hora. Eso es mucho chocolate. Una auténtica mina de oro (o de chocolate, según se mire).

No se trata de escribir un obituario de Charlie, sino de indicar algunas de las enseñanzas y enfoques profesionales y vitales que son perfectamente aplicables para cualquier orden de la vida. El primero es un enfoque multidisciplinar imperturbable al comportamiento de manada, ajeno a las opiniones populares aún a riesgo de parecer extravagante, con una paciencia y disciplina a prueba de bombas. No se hacen amigos con un enfoque así. Y esa es una de las características principales de la inversión “value”. Como dice Seth Klarman, probablemente el mejor inversor reciente, “no te centras en un enfoque “value” por las palmaditas en la espalda. Si quieres un amigo, cómprate un perro”. Y qué decir respecto a la paciencia, una virtud a la que Wall Street es totalmente ajena en la búsqueda constante de la gratificación inmediata. Pues que el enfoque de Charlie y Warren está reflejado en las enseñanzas de Jesse Livermore: “el dinero de verdad no está en comprar y vender…está en esperar”.

El segundo es el reconocimiento de que incluso entre la gente más motivada y competente las decisiones no siempre se toman por motivos racionales. Por eso mismo, Charlie consideraba que los factores psicológicos detrás de los errores de juicio del comportamiento humano son uno de los modelos mentales más importantes que puedan ser aplicados en la búsqueda de oportunidades de inversión. No en vano Daniel Kahneman recibió el Premio Nobel de Economía en 2002 por sus estudios acerca de los sesgos del comportamiento en la toma de decisiones.

Charlie indica hasta 25 errores de juicio y sesgos del comportamiento que afectan de manera dramática a la toma de decisiones; sobreoptimismo, influencia del stress, sesgo de la disponibilidad, sesgo de la autoridad y un largo etcétera que no hace falta citar hoy aquí. Uno de los más interesantes es la tendencia a seguir a ojos cerrados las órdenes de figuras en posiciones de poder o autoridad. Hay muchos ejemplos de desastres al respecto. Por eso, en los simuladores de vuelo hay entrenamientos específicos para que los copilotos ignoren cierto tipo de órdenes totalmente alocadas de los pilotos que puedan llevar al desastre. En el mundo empresarial esta reverencia e indebido respeto por la figura autoritativa del consejero delegado o presidente de turno hace que se les permita mantenerse en el puesto por mucho más tiempo del necesario a pesar de errores obvios. La parábola del Emperador Desnudo hecha realidad, exacerbada por el Síndrome del Mensajero Persa (el mensajero de malas noticias era ejecutado) en el que los que toman decisiones viven en nube de fantasía que les lleva a una transacción irracional tras otra.

Asimismo, la mera figura de poder lleva a asumir un conocimiento que puede no existir. Es famosa la anécdota de Max Planck, quien tras ganar el Premio Nobel de Física, hizo un tour por Alemania dando charlas acerca de mecánica cuántica. Con el tiempo su chófer memorizó el discurso y en Munich le propuso a Planck intercambiar papeles y dar él la charla, a lo que el físico accedió sentándose entre la audiencia con la gorra de chófer. Tras recitar su discurso memorizado un profesor de física le hizo una pregunta a lo que el chófer respondió “estoy sorprendido que en una ciudad tan avanzada como Munich se me haga una pregunta tan elemental. Voy a dejar que mi chófer (Planck) responda”.

Las enseñanzas son enormes tras una vida tan larga e intelectualmente activa, pero se resumen en una pequeña lista de verificación; todas las inversiones deben comenzar por medir el riesgo, solo en los cuentos se le dice a los emperadores que están desnudos, hay que ser consciente de lo mucho que no se sabe, hay que intentar minimizar errores, la imputación adecuada del capital es el trabajo principal de cualquier inversor, hay que tener paciencia y resistir el sesgo natural a actuar y hay que adaptarse al cambio. En resumen, la inversión tipo “value”, basada en buscar riesgos cotizados a precios erróneos, es sencilla, pero no fácil.

¿Y qué he aprendido yo de Charlie respecto a los bancos? Pues no se me olvidan sus palabras “no te puedes fiar de los banqueros. Son como adictos a la heroína (volviendo a cometer los mismos errores una y otra vez)”. La mejor forma de terminar es con la frase más característica de Munger. “No tengo nada más que añadir”.

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