Industria europea: ¿pausa cíclica, preludio de una década dorada?
La historia de la globalización está pasando página y ha llegado la hora de pensar en el fenómeno de la regionalización mundial
Las perspectivas poco halagüeñas a corto plazo para Europa no deberían hacernos olvidar los cambios económicos que llevan produciéndose desde hace algunos años, y que deberían acelerarse sustancialmente a la vista de los recientes acontecimientos. A pesar de la caída de las bolsas vinculada al contexto coyuntural, los valores industriales podrían vivir una década dorada. La historia de la globalización está pasando página y ha llegado la hora de pensar en la regionalización mundial.
El fenómeno de la globalización transformó drásticamente la industria europea. Al difuminar las fronteras, la globalización ha supuesto un aumento del consumo de los hogares, pero también la destrucción de puestos de trabajo manufactureros en los países desarrollados, ya que las empresas deslocalizaron sus fábricas a zonas con mano de obra barata, el denominado dumping social. Los famosos planes sociales mostraron tanto el coste humano de esta adaptación como el coste económico para las empresas que financiaban estos planes de reestructuración, a menudo costosos.
Francia, especialmente afectada por este fenómeno, ha visto cómo la parte de la industria en el PIB ha caído 11 puntos desde 1980, situándose en el 16,8 % en 2021, muy por debajo de la media europea o incluso de Italia (con un 22,6 %). Es innegable que China se ha convertido en la fábrica del mundo, con un sector secundario que representa el 39,4 % de su PIB.
Al menos tres elementos están poniendo en entredicho esta tendencia tan arraigada y podrían crear las condiciones para un cambio mucho más favorable a los actores industriales con activos de producción en el Viejo Continente.
En primer lugar, la soberanía. El colapso de la URSS y el final de la guerra fría fueron un potente acelerador de la globalización. La pax americana había anestesiado las aspiraciones soberanistas y cedido el puesto al poder económico. El brote del Covid y la batalla campal por los suministros de equipos de protección, respiradores o vacunas han sido un claro indicador de la interdependencia que se había creado a lo largo de los años y de las debilidades que conllevaba. La interrupción de las cadenas logísticas más adelante, y en la actualidad, la reaparición de la guerra en Europa, han aupado la cuestión de la soberanía a los primeros puestos de la agenda política.
En segundo lugar, la demografía china, que desempeña un papel fundamental en la capacidad productiva mundial sin que parezcan afectarle los acontecimientos de nuestra época. El descenso de la población en edad laboral en China comenzó hace unos cinco años aproximadamente y se acelerará gradualmente. Solo la población en edad laboral de China se acercaba a los 1.000 millones en 2020. Esta cifra supera la de la población total de sus dos principales clientes: Estados Unidos (330 millones) y la Unión Europea (448 millones).
No puede obviarse la salida de centenares de millones de chinos del sistema productivo mundial y su impacto en la regionalización de la producción. Cada vez hay más empresas que sacan partido de la menor competitividad salarial en China. Aunque es cierto que el éxodo no será masivo, dado el potente ecosistema industrial chino, ha quedado meridianamente claro que ya no hay que ir a China para encontrar la mano de obra más barata.
Por último, la toma en consideración de la emergencia climática. Este gran mercado es mucho más fuerte en Europa que en los demás continentes y está entrando en una fase más combativa y, por tanto, más proteccionista. La estrategia medioambiental de la UE, que ha exigido a su industria esfuerzos de inversión considerables para reducir su huella de carbono, ha dado un paso adelante con la introducción del mecanismo de ajuste en frontera de las emisiones de carbono. La producción local y las importaciones estarán, en adelante, en la misma situación; esto implica el fin del dumping ambiental.
Para asegurarse nuevas oportunidades comerciales, los sectores deberían repatriar gradualmente los volúmenes de producción al territorio europeo. Naturalmente, Europa tendrá que prepararse para el desafío de la producción de energía. El plan RepowerEU, que pretende aumentar sustancialmente la capacidad de producción, es una respuesta parcial, que deberá ser completada por otros planes, en particular, el de la recuperación de la energía nuclear, cuya inclusión en la taxonomía verde europea acaba de ser aprobada.
Los dos últimos años, marcados por las rupturas en las cadenas de suministros, han permitido vislumbrar unas economías más aisladas. La inflación, por supuesto, pero también unos márgenes más altos para las empresas industriales europeas. Por ejemplo, las siderúrgicas arrojan una rentabilidad récord. Tras una década complicada, Arcelormittal ha recuperado los beneficios récord de 2008, Aperam los ha superado sin problemas. Bekaert, líder mundial de los hilos de acero para neumáticos (un transformador), que dispone de una herramienta de producción presente a nivel mundial, pero cuyo mayor competidor chino concentra su producción en una mega fábrica próxima a Shanghái, ha visto cómo sus márgenes se disparaban, cuando sus clientes no tenían más alternativa que trabajar con él.
Estos ejemplos muestran claramente que los activos industriales europeos, que en un mundo globalizado constituían, con frecuencia, un lastre para la rentabilidad de sus dueños, pueden convertirse en activos altamente rentables, cuando la prioridad estratégica consiste en aumentar la autosuficiencia. La automatización de las cadenas de producción o la industria 4.0, van a convertirse inevitablemente en elementos tractores, a medida que las herramientas de producción vuelvan a zonas con salarios más elevados y en las que la propia mano de obra ya es insuficiente.
Raphaël Moreau es Gestor del fondo Sextant PME de Amiral Gestion