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La devastadora huella ambiental de la guerra

La invasión rusa dificulta la lucha contra el cambio climático El gasto militar y la dependencia energética agravan la crisis

La industria armamentística, en cifras

Ocho semanas después de que Rusia comenzara a invadir Ucrania, el conflicto no solo arrastra cifras desoladoras de muertos, heridos, refugiados y personas desplazadas, sino que deja en un segundo plano el daño medioambiental, dibujando un escenario extremadamente perjudicial, tanto para la humanidad como para el planeta. Así lo afirman expertos en la materia, que valoran preocupados los impactos directos e indirectos de la guerra.

Naciones Unidas advertía ya en 2018 de que Ucrania era un país altamente contaminado ­debido a su gran tejido industrial y al conflicto ­civil armado que comenzó en 2014. Ahora, la invasión rusa agrava la situación en un contexto medioambiental crítico, en el que los próximos años serán cruciales para que el calentamiento global no supere los 1,5 °C, según el último informe de expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU.

El Observatorio de Conflictos y Medioambiente (CEOBS, por sus siglas en inglés), que analiza la situación ambiental de la zona desde el inicio de la invasión, destaca la contaminación producida por el impacto de los ataques rusos en las instalaciones militares, pero también por la destrucción de los vehículos, los incendios y la concentración de residuos a lo largo de las urbes y zonas rurales. El director de esta organización británica, Doug Weir, añade que los programas de reconstrucción de Ucrania después de la guerra, si se acometen, también supondrán importantes emisiones de gases dañinos para la atmósfera.

Aun así, asegura que es pronto para calcular las consecuencias de la invasión, pero reconoce que “el cambio climático va a ser más profundo y más complejo alrededor del conflicto”. A ello se le suma el riesgo que ha provocado el asalto a las plantas de energía nuclear, como la de Chernóbil o la de Energodar, la más grande de Europa, provocando que saltaran las alarmas a nivel mundial.

Un tanque y un avión de combate contaminan 65 y 75 veces más que un coche

De hecho, si la contienda escalara hasta la utilización de armas nucleares, la catástrofe no sería solo humanitaria, sino que provocaría “un cambio climático global en semanas o meses por los gases que llegarían a la estratosfera”, señala el director de Scientists for Global Responsibility (SGR), Stuart Parkinson, quien, lejos de las hipótesis, destaca el aumento de emisiones de CO2 por parte de los ejércitos ruso y ucraniano, partiendo de que Rusia es uno de los cinco países del mundo que más gastan en industria militar.

Parkinson recalca el potencial contami­nante de las principales tecnologías utiliza­das en la guerra por ambos bandos: el avión caza MiG-29 emitiría un mínimo de 8.000 gramos de CO2 por kilómetro, cifra mayor en combate; mientras que los tanques T-72 emitirían al menos 7.000 g CO2/km, aunque pueden superar este nivel si viajan a campo través.

Para poder comparar, el director de SGR indica que “la media de emisiones de un coche nuevo en Europa es de 108 g CO2/km, por lo que un tanque y un avión de combate son, respectivamente, 65 y 75 veces más contaminantes que un vehículo”.

Las emisiones indirectas podrían ser todavía más significativas. El CEOBS refiere en un informe de 2021 que el consumo de energía en las bases militares y de combustible para el funcionamiento de vehículos, como aviones, buques de guerra y tanques, a menudo son los principales contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, su investigación apunta a que la adquisición de esos equipos, entre otras cadenas de suministro, representan la mayor parte de las emisiones del sector, excluyendo las relacionadas con el impacto de las operaciones en un conflicto.

Las cadenas de suministro de la industria militar son la principal fuente de emisiones

Por lo tanto, la producción de armas y la cadena de suministro militar juegan un papel importante en el coste medioambiental de la guerra, hecho que se potencia con el aumento del gasto en industria militar por parte de todos los países. A los tres días de la invasión, Alemania anunciaba ya un incremento de 100.000 millones de euros en defensa, mientras que Polonia se propone elevar la partida hasta el 3% del PIB, muy por encima del objetivo marcado por la OTAN. La organización internacional reclama a las naciones que gasten el 2% de su PIB en este sector, hecho que varios países europeos no han alcanzado todavía y ponen de nuevo sobre la mesa, incluido España.

Emisiones por países

Pese a ello, España es uno de los seis países más grandes de la Unión Europea en términos de gasto militar. Está en cuarta posición, entre Francia, Alemania, Italia, Países Bajos y Polonia. El estudio Bajo el radar: la huella de carbono de los sectores militares europeos, elaborado por CEOBS y SGR en 2021, examina los últimos datos disponibles de fuentes gubernamentales e industriales de dichas naciones para estimar su huella de carbono y la del conjunto de la Unión.

El informe denuncia que la industria militar contribuye “de forma considerable” a la emergencia climática. Destaca que solo en la UE, la huella de este sector ascendería a 24,8 millones de toneladas de CO2 equivalente en 2019, lo que equivale a 14 millones de coches al año. Esta cifra, aclara, es una “estimación conservadora”, dada la falta de transparencia en el sector en este sentido.

Francia figura como el primer país en emisiones de gases de efecto invernadero, con 8,37 millones de kilotoneladas de CO2 equivalente (kt CO2e), aproximadamente un tercio del total de la huella de ­carbono de todos los ejércitos de la UE. Le sigue Alemania, con 4,53 millones de kt CO2e, y España, con 2,7 millones de kt CO2e, tras calcular, entre otras cosas, las emisiones de empresas armamentísticas españolas como Navantia e Indra.

Soldados ucranianos inspeccionan un tanque ruso capturado en el bosque de Irpin, 8 kilómetros al noroeste de Kiev.
Soldados ucranianos inspeccionan un tanque ruso capturado en el bosque de Irpin, 8 kilómetros al noroeste de Kiev.Getty Images

Crisis energética

Otra de las consecuencias indirectas de la guerra es la crisis energética provocada por la dependencia del gas ruso. Este hecho ha reabierto debates en torno a las viejas energías fósiles e, incluso, al uso de la nuclear, soluciones que reman en contra de las actuaciones de lucha contra el cambio climático que se necesitan en la actualidad.

El presidente de la Comisión de Transición Ecológica y Reto Demográfico del Congreso de los Diputados, Juan López de Uralde, teme que la guerra de Ucrania sea utilizada para “retroceder en avances ambientales que se consideraban más o menos sólidos”, como el uso del gas procedente del fracking de EE UU, técnica prohibida por ley en casi toda Europa. Además, pone de ejemplo a Francia para explicar que la energía nuclear tampoco es la solución, ya que su situación “ha sido mucho peor que la de España; al tener parte de las plantas nucleares paradas, el precio de la luz ha rozado los 3.000 euros el megavatio hora”.

López de Uralde, en la línea de organizaciones como CEOBS o SGR, apuesta por un impulso definitivo a la transición energética. “Se ha demostrado que las renovables no son solo beneficiosas desde el punto de vista ambiental, sino también geoestratégico”, afirma el exdirector de Greenpeace España, planteándolo como la oportunidad que se perdió con el parón provocado por el Covid-19. Al comienzo de la crisis sanitaria, las emisiones cayeron en picado gracias a las restricciones a la movilidad, pero el nivel se recuperó conforme se fue controlando la pandemia. “Desgraciadamente, la experiencia nos muestra que las grandes catástrofes no nos llevan a fortalecer el proceso de lucha contra el cambio climático”, observa.

Stuart Parkinson, de SGR, sostiene que la guerra podría aprovecharse para “acelerar el abandono del petróleo y del gas a favor de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero” a través de las renovables. Sin embargo, avisa de que “muchos Gobiernos están considerando aumentar la extracción de petróleo y gas autóctono en lugar de una transición limpia”.

Las petroleras han ingresado 3.300 millones más desde el inicio de la invasión, según Greenpeace

La propuesta del embargo del petróleo ruso en la próxima ronda de sanciones europeas ya está ocasionando malestar entre los 27 socios de la UE, mientras ONG como Greenpeace denuncian que esta dependencia energética está financiando la guerra: las petroleras, según esta organización, han ingresado 3.300 millones de euros más desde el inicio de la invasión.

“La industria del petróleo está aprovechando la guerra para aumentar sus precios a lo largo de la cadena de suministro, pese a que los costes de producción no han variado notablemente”, critica Adrián Fernández, responsable de movilidad de Greenpeace España.

Poca confianza en la cumbre del clima de Egipto

Sin esperanzas. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) se celebrará este año en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij y se espera que la agenda programada siga hacia delante a pesar de la guerra, aunque los expertos no tienen esperanzas de que el conflicto armado sea uno de los puntos de inflexión para valorar la contaminación que provoca la industria militar. De hecho, si no existe una fuente clara de datos del sector, no pueden proponerse objetivos para paliar las consecuencias.

Compromiso vano. La COP26 celebrada en Glasgow (Escocia) en noviembre del año pasado, tras haber sido pospuesta por la pandemia, culminó con un pacto climático que reafirmaba el compromiso global de acelerar las acciones a favor del clima durante esta década, pasando por la reducción progresiva del carbón como fuente de energía. En este sentido, Stuart Parkinson, de SGR, apunta que los efectos de la invasión hacen que las posibilidades de alcanzar la meta de limitar a 1,5 °C el calentamiento global en las próximas décadas sean “prácticamente nulas” en la actualidad.

Advertencia. El último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ya advierte de que, aunque los países cumplan sus compromisos actuales con respecto a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, hay probabilidades de que no se evite la debacle ambiental. Por ello, si no se materializan esos acuerdos, las consecuencias serán mucho más graves.

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