Realidad distópica en empresa y economía de EE UU
Entre el metaverso y los problemas de la cadena de suministro, las grandes tecnológicas baten récords de resultados
El cambio de marca de Facebook a Meta recuerda la realidad distópica que vivimos en el período pandémico (2020-2021). Mientras los laboratorios trabajan con vacunas contra el Covid, resulta que un conocido y accesible antidepresivo demuestra ser eficaz en la lucha contra el virus: aquellos que lo toman, en el 90% de los casos, no van al hospital. Ocho de cada diez estadounidenses toman medicamentos contra la ansiedad, la angustia y la depresión: y el genérico antidepresivo antes citado da lugar a 10 marcas comerciales con el mismo principio activo… con antidepresivos hemos encontrado la cura al Covid…
Los mercados de valores americanos, al alza al finalizar octubre, no están deprimidos. Los resultados de Microsoft, Amazon y Apple han sido excelentes con fuertes crecimientos en facturación y beneficios. Microsoft, al batir por undécima vez las expectativas de Wall Street, vio subir el valor de su acción, mientras que Amazon y Apple, a pesar de sus formidables resultados, fueron penalizados en Bolsa, porque los analistas esperaban más.
Apple ha batido récords en facturación y beneficios, que ninguna empresa ha conseguido jamás. Aunque advirtió que los problemas de la cadena de suministro para sus iPhone le impidieron obtener mejores resultados y, quizá, afectarían a sus resultados de la campaña de Navidad. Otro tanto le sucedió a Amazon, quien tanto en comercio electrónico como con la nube (AWS), obtuvo resultados impresionantes (odio los adjetivos rimbombantes, pero aquí son aplicables). Amazon ha invertido miles de millones en contratar empleados, subir salarios y solucionar problemas logísticos y de la cadena de suministro, como Apple.
La realidad empresarial de las big tech es distópica: resultados récord y penalización en valoración bursátil. Quizá los inversores y analistas son demasiado exigentes. A las empresas les importan poco estas penalizaciones. Facebook, por ejemplo, ha cambiado su marca corporativa a Meta, aunque conserva Facebook como red social e Instagram y WhatsApp. Ante los problemas de reputación (documentos internos revelan que los directivos de Facebook saben que sus productos son adictivos y que son perjudiciales para los niños) y ante la justicia norteamericana y europea (privacidad, monopolio, censura, etc.), Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, ha decidido dar un paso al frente y no un paso atrás. Su estrategia es ofensiva, no defensiva. Es desafiante. En su conferencia anual de desarrolladores (28 de octubre), un Zuck eufórico dijo que “no hay que mirar al pasado [se refería a los problemas antes enunciados], sino a las posibilidades del futuro”. Y, como quien no se da por aludido ante el torrente de críticas que le están cayendo, Zuckerberg presenta su versión de metaverso, una realidad virtual paralela “inmersiva”, dice él, “donde las personas no miran, sino que participan, con avatares”.
Da miedo. Decenas de películas (Hollywood) han contado estas realidades virtuales, donde las personas acaban abandonando su vida física para vivir apoltronados en un sillón viviendo una vida irreal de lujo y glamur, belleza y éxito que les hace inicialmente sentirse mejor, pero que, en última instancia acaba en desdobles de personalidad y depresión. Y volvemos al principio: los antidepresivos son eficaces contra el Covid. Y serán necesarios para aliviar la ansiedad de los que se sumerjan en esa realidad virtual que, en forma de comedia, nos presentó Ryan Reynolds este verano en la película Free Guy, donde la gente vive dentro de un videojuego; y, de forma dramática, nos mostró Jeff Bridges en Tron (2010, remake de los años ochenta), ambas películas de Disney. Se necesita mucha inteligencia artificial para construir el metaverso. “Ningún problema”, dijo Zuckerberg, “porque vamos a invertir muchos billones en hacerlo realidad”.
La realidad distópica empresarial es también económica. Antes dijimos que Apple y Amazon señalaron a la cadena de suministro como fuente de sus problemas. Y los de todos los sectores de la actividad, porque las fábricas de automóviles no producen, hay escasez en los supermercados de EE UU y Reino Unido, la energía (gas natural, electricidad), empieza a escasear y la producción china ha caído al 50% en octubre.
Europa, que depende de Rusia y del norte de África para calentarse en invierno, ya le ve las orejas al lobo. Al menos, EE UU tiene independencia energética: con energías fósiles, cierto, que contaminan, pero que de vez en cuando son indispensables. China ha reabierto sus minas de carbón para reiniciar la producción industrial. No hay activista capaz de decirle a China que cumpla con sus compromisos de lucha contra el cambio climático.
Nadie sabe realmente por qué –de repente– hay escasez de todo. Motivos aducidos, muchos; razones verdaderas, ninguna. Pero los barcos y contenedores no operan en el puerto de Los Ángeles y no hay camioneros en Reino Unido. El PIB americano crece solo un 2% en el tercer trimestre, pero la confianza del consumidor se dispara. América tiene energía para 200 años, pero gas y petróleo escasean. Intel invertirá 28.000 millones de dólares en fabricación de chips en un sector que ya no lidera y tiene otros jugadores asiáticos que invertirán tres veces más (TSMC), además de competidores norteamericanos como Nvidia y AMD.
¿Problemas de identidad en telecomunicaciones? Comcast ha doblado beneficios y a AT&T, Verizon o Sprint/T-Mobile les va de cine. Ejemplos de transformación digital para las europeas Telefónica Tech, Vodafone, Orange y Deustche Telekom. ¿Despliegue del 5G? American Tower y Cellnex Telecom han resuelto el problema llenando el paisaje de torres.
La realidad distópica acaba demostrándose como la causa de sus propios problemas, para los que, cínicamente, busca sus propias soluciones. Estas crisis no las hemos creado nosotros. Antidepresivos.
Jorge Díaz Cardiel es socio director de Advice Strategic Consultants. Autor de ‘El New Deal de Biden-Harris’