La escasez de chips seguirá golpeando a diferentes industrias hasta bien entrado 2022
La situación provocará parada de fábricas y más costes. Habrá fabricantes de dispositivos tecnológicos que lanzarán menos productos, a veces con prestaciones recortadas y precios más altos para el consumidor final
La escasez de semiconductores no solo se ha convertido en una auténtica pesadilla para el sector de la automoción –el jueves pasado la dirección de la planta de Stellantis (PSA y Fiat Chrysler) en Vigo planteó un ERTE de 60 días para 3.749 trabajadores por la falta de este componente–, sino para toda la industria tecnológica, muy afectada por el desabastecimiento. Ya no hay fabricante de móviles que hable que no advierta del riesgo de esta situación. Samsung dijo hace unos días que la falta de chips podría afectar a la producción de algunas gamas de sus móviles (incluido el Note) y Xiaomi alertó el pasado miércoles de que la situación está provocándole un aumento de costes. También en la Harvard Business Review mencionan implicaciones sobre equipamiento médico.
La situación se ha vuelto tan dramática que ya se habla de chipageddon. Y lejos de esperarse una rápida solución, los informes apuntan a que no se resolverá hasta finales de año o, incluso, hasta bien entrado 2022. “Esperamos que las restricciones se alivien solo parcialmente en la segunda mitad de 2021, pero se extenderá hasta 2022”, dice un estudio de Bank of America. Un fabricante de chips dijo hace poco al Wall Street Journal que la acumulación de pedidos es tan grande que se necesitan hasta 40 semanas para cumplir con cualquier pedido que un fabricante de coches realice ahora.
Pero, como advierte Cristian Castillo, profesor lector de Estudios de Economía y Empresa de la UOC, la automoción representa solo el 10% de esta crisis. “Es solo la punta del iceberg, pues la falta de semiconductores está afectando a la fabricación de móviles, ordenadores, tabletas, lavadoras, neveras, televisores… Todos los productos digitales llevan chips, así que la afectación es mayúscula”, añade.
Aunque el sector de los semiconductores siempre ha sido convulso y las empresas que se dedican a ello están acostumbradas a que entre ciclos tecnológicos se presenten circunstancias de este tipo, en esta ocasión todo ha ocurrido muy rápido. “En cuestión de meses hemos pasado de disponer de stock a que todo quede en acopio, sobre todo en Asia”, continúa Castillo, que achaca la escasez a dos motivos: el coronavirus, que ha provocado cambios sin precedentes en la demanda de este componente vital, y la guerra tecnológica entre EE UU y China.
“Con la pandemia, los Gobiernos impusieron confinamientos que frenaron la movilidad y la demanda de vehículos, lo que llevó a los fabricantes de coches a recortar sus pedidos de chips. Pero la crisis sanitaria impulsó en paralelo el teletrabajo y la educación y el ocio en remoto, lo que disparó la demanda de dispositivos tecnológicos. Esta situación llevó a los fabricantes de chips a cambiar sus líneas de producción y destinar los chips a otros productos. Y lo que ocurrió después es que a medida que se fueron levantando las restricciones de confinamiento se reactivó la fabricación de coches, sin que la demanda de productos de electrónica de consumo dejara de crecer y nos quedamos sin stock”, señala el profesor.
Las empresas que tengan stock de semiconductores serán las que tengan el poder, según un profesor de la UOC
Castillo cree que la pandemia, que también provocó retos con la logística en fábricas de semiconductores de empresas como TSMC o Samsung por la cuarentena, ha sido el catalizador para que la escasez de chips se haya producido de una forma tan inmediata, pero asegura que el problema ya se arrastraba desde hace años. “El plan Red Limpia de Donald Trump, que trata a toda costa de bloquear a las empresas tecnológicas chinas, ha sido decisivo, pues China, que no es el principal fabricante de semiconductores pero sí es la gran fábrica de dispositivos de electrónica de consumo y cuenta con una gran capacidad adquisitiva, aceleró su estrategia de acaparar estos semiconductores. Solo en 2018, las importaciones de chips de China fueron de 312.000 millones de dólares”, resalta.
Este experto advierte de que en la industria de los semiconductores todo está interrelacionado y no se puede romper drásticamente con China, porque el efecto es global. “Basta ver que SMIC, principal fabricante chino de semiconductores, tiene como segundo gran cliente a Qualcomm y como proveedor principal a API Materials, ambas estadounidenses. Además, gran parte de la materia prima para fabricar los semiconductores viene de minas de China y eso le da un poder enorme, pese a que el país no disponga de tecnología de semiconductores tan avanza como otros países”.
Norberto Mateos, director general de Intel España, e Ignacio Cobisa, research analyst de IDC, apuntan otra razón de la crisis: la oferta de producción de chips no ha aumentado al mismo ritmo que la demanda, aupada por el continuo proceso de digitalización, “y uno de los problemas a los que se enfrenta el sector para hacerlo es la escasez de algunos componentes que forman parte de la cadena de fabricación como es el sustrato, un material que utilizan los chips para conectarse a las placas”, añade Mateos.
Los efectos de esta escasez de semiconductores son múltiples. Muchas empresas están viendo cómo sus cadenas productivas están paralizadas o no pueden fabricar la cantidad de productos que les piden sus clientes, así que el consumidor ya está empezando a notar menos disponibilidad de productos, prestaciones recortadas al no poder incluir los dispositivos algunos semiconductores y precios más altos.
“Ya vimos cómo Apple tuvo que retrasar la salida del iPad Pro y de su último iPhone, y también los fans de la PS5 y la última Xbox se han visto afectados por la escasez de consolas”, recuerda Castillo, que asegura que aquellas empresas que tengan stock de semiconductores serán las que tengan el poder. “Van a poder vender a quien quieran y al precio que quieran, y muchas empresas por no verse perjudicadas y poder atender a sus clientes van a comprar al precio que les marque y eso acabará afectando al bolsillo del consumidor”.
La solución no es fácil a corto plazo y lastrará la ya dañada economía, pues como apunta Mateos, hacen falta más fábricas de distintos componentes y de microchips, “y abrir una de estas fábricas con la última tecnología cuesta unos 10.000 millones de dólares y lleva de dos a tres años desde que arranca su construcción hasta que está operativa”. Otras tardan un mínimo de 18 meses. “Además hace falta un know how”, remarca, dejando claro que las barreras de entrada son considerables.
La solución a corto plazo es difícil: abrir una nueva fábrica lleva entre 18 meses y tres años
Para Castillo, la solución es a largo plazo y pasa por que no haya el oligopolio que hay hoy en la industria de los semiconductores. “Las tres mayores empresas por ingresos son Intel, Samsung y TSMC, y tienen un enorme poder en este mercado. Por eso es necesario que haya más alternativas y disponibilidad de estos componentes, y conviene que Europa tenga un fabricante de semiconductores para ser más independiente de EE UU y China. Europa, además, tiene una carta que puede permitirle ejercer cierto poder en la batalla actual. Solo una empresa en el mundo, y es holandesa, ASML Holding, suministra una máquina de litografía ultravioleta extrema que es necesaria para fabricar semiconductores de última generación”.
Al igual que durante los dos primeros meses tras la pandemia por el Covid-19, la lucha de los diferentes países por hacerse con equipos médicos esenciales provocó que muchas voces hicieran un llamamiento a la necesidad de fabricarlos a nivel local, la actual escasez de chips está llevando a que muchos gobiernos vean necesario traer más fabricación de semiconductores a los mercados occidentales, pues se trata de un componente esencial para la economía y la seguridad. Hay áreas como el 5G, la inteligencia artificial y la ciberseguridad que requieren de los chips más avanzados.
Intel desveló la semana pasada planes para aumentar de manera importante sus fábricas de semiconductores y anunció una inversión de 20.000 millones de dólares en dos fábricas en Arizona (EE UU). La firma dijo que van a fabricar prácticamente todos sus chips internamente, y anunció la creación de una nueva línea de negocio, Intel Foundry Services, que se dedicará a fabricar semiconductores para terceros, y lo hará en EE UU y Europa. “La UE ha presentado su estrategia 20-30 en la que incluye que quiere que un 20% de los chips de última generación que se fabriquen en el mundo se hagan en Europa, y hemos recogido el guante. También el de EE UU, pues ambos buscan ser más independientes de Asia-Pacífico, donde hoy se fabrica una buena parte de los chips de mundo”, dice Norberto Mateos.
Intel no ha precisado aún el número exacto de fábricas que abrirá para atender la fabricación de terceros en Europa ni dónde se ubicarán (lo dirán a lo largo de este año) pero sí advierte de lo estratégico que resulta para los gobiernos de ambas regiones tener fabricación local “porque es un producto estratégico. Y ya estamos viendo lo que está pasando ahora con otro producto estratégico, las vacunas, que tienen acceso a ellas antes los países donde se fabrican”, dice Norberto Mateos. La nueva división tiene un potencial de negocio de hasta 100.000 millones de dólares.