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El Foco
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cada vez más concienciados con el cambio climático

Muchas empresas se resisten a dar información completa por temor a ver penalizado por los inversores su precio de mercado

La preocupación por el cambio climático y sus consecuencias sobre la economía es creciente y cada vez hay más iniciativas llamando a la acción para limitar las emisiones de carbono. El cambio climático tiene unas características que hacen del mismo un riesgo difícil de gestionar. Se trata de un fenómeno de muy largo plazo, pero su importancia hace oportuno que se aborde con horizontes más concretos. Es un proceso gradual, pero también se muestra de forma no lineal y compleja. Tampoco afecta a todas las regiones del planeta ni a los sectores económicos de la misma forma. Todo ello complica su gestión.

Existen dos preocupaciones sobre el tema, que se corresponden con distintos plazos temporales. En primer lugar, existen los riesgos físicos actuales relacionados con el cambio climático. Cualquier observador de la realidad percibe que los desastres relacionados con el clima, tales como sequías, inundaciones, huracanes, etc, son más frecuentes. Y ello redunda en costes para la economía. Según estimaciones de las aseguradoras, en 2018 los costes derivados de esas catástrofes ascendieron a 160.000 millones de dólares americanos, de los cuales 16.000 millones corresponden a eventos en Europa.

En segundo lugar, se deben contemplar los riesgos de transición hacia una economía más sostenible. Este cambio estructural no será sencillo, ni en términos económicos ni políticos. Supone costes, especialmente sobre las industrias más intensivas en carbono, cuyo peso en la economía de algunos países limita el consenso internacional sobre la necesidad de plantear medidas concretas para estimular la transición.

Las actividades empresariales deben ser evaluadas en el contexto del riesgo que conllevan para la transición hacia una economía verde. Y en la medida en que la financiación de las empresas se apoya en el sistema bancario, este se encuentra expuesto en gran medida a esos riesgos.

El protocolo de Gases de Efecto Invernadero, desarrollado por el World Resources Institute (WRI), el World Business Council for Sustainable Development (WBCSD), y gobiernos, empresas y grupos ambientales, tiene como finalidad desarrollar una metodología para contabilizar las emisiones directas e indirectas de cualquier sector. Las emisiones son clasificadas en tres niveles: las del primer nivel son las directas, procedentes de fuentes propias o controladas por la empresa; las del segundo nivel corresponden a las emisiones indirectas por uso de electricidad, calefacción o refrigeración comprada; y el nivel tercero abarca al resto de emisiones indirectas, entre las que se encuentran los viajes de los empleados, uso de papel, generación de residuos, etc.

Los riesgos de las entidades financieras se encuentran principalmente en el tercer nivel, pero en su caso deben abarcar también los riesgos incluidos en los activos financieros de su cartera

Según el BCE, la exposición del conjunto del sector financiero a la transición energética asciende a unos 720.000 millones de euros, de los cuales unos 50.000 millones son créditos bancarios, que representan un 3% de su cartera.

Las iniciativas para concienciar de la necesidad de abordar el riesgo climático se están sucediendo. En 2017 en la cumbre de París se creó una red de reguladores, supervisores y bancos centrales para hacer más verde el sistema financiero, de la que forman parte 42 miembros, de los cinco continentes. Su finalidad es enfatizar el papel del sistema para movilizar recursos que faciliten la transición hacia una economía más verde; en 2019 han emitido sus primeras recomendaciones.

La Comisión Europea, por su parte, ha dado diversos pasos para concienciar y tratar sobre el riesgo climático. En marzo de 2018 publicó el Plan de Acción para financiar el Crecimiento Sostenible, estableciendo los mimbres para el trabajo necesario en el sistema financiero. Más recientemente, ha contribuido a ayudar a las entidades financieras a clasificar sus exposiciones con el reglamento sobre información ambiental, social y de gobernanza (ESG) de las instituciones financieras y con las iniciativas del grupo de expertos como el Informe Técnico sobre Taxonomías, desarrollo de benchmarks y estándares sobre lo que constituyen bonos verdes.

También las autoridades supervisoras europeas trabajan en desarrollar tales estándares. Así, la Autoridad Bancaria Europea (EBA) tiene el mandato de proponer un enfoque para incluir cuestiones ambientales en el proceso de supervisión y evaluación de las entidades de crédito de la UE.

Por su parte, desde 2019, el BCE considera el riesgo climático como uno de los riesgos clave del sector bancario europeo. Según los datos del BCE, desde 2014 hay cierta evidencia de que las carteras bancarias se han hecho más verdes; por una parte, porque las empresas han reducido la contaminación y, por otra, porque los bancos han practicado cierta discriminación hacia las mismas. No obstante, la mejoría no es generalizada y hay bancos que han seguido aumentado su riesgo en ese terreno.

De todas formas, aun no existe información completa y coherente sobre los riesgos relacionados con el clima que conllevan los diferentes activos financieros. La publicación de datos sobre riesgos climáticos dista aún de estar estandarizada. Y muchas empresas se resisten a aportar información completa, dado el temor a ver penalizado su precio de mercado por los inversores, en los cuales la sensibilización es mayor. Las orientaciones y taxonomía de la Comisión Europea ayudarán en este sentido.

En España, la Ley 11/2018 sobre información no financiera contempla la obligación de informar sobre cambio climático, medidas para reducir la contaminación, gestión de residuos, prevención de riesgos ambientales, etc. No obstante, también falta concreción sobre estándares y medidas.

Con todo, el avance es importante, aunque aún haya muchas cuestiones que abordar para medir y gestionar el riesgo climático. Y más aún, para ir cambiando el modelo productivo hacia una economía más sostenible. El cambio climático es una realidad que está comenzando a afectar ya de forma dramática a regiones del mundo y que se hará sentir cada vez más.

Nieves García Santos es Economista y exdirectora de inversores de la CNMV

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