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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

G20 en Japón: anécdotas, sustancia y negociaciones de Trump

Tras las presiones a Pekín, el presidente ha anunciado el fin de las hostilidades en Osaka

El G20 fue una iniciativa de Barack Obama como reconocimiento de un nuevo orden mundial multipolar, vehículo que incluyera a los países emergentes BRIC y como forma de dar respuesta coordinada a la grave crisis económica y financiera cuya primera manifestación simbólica fue la quiebra de Lehman Brothers. En el tercer encuentro del G20, siendo presidente Obama, en Pittsburg, de otoño de 2009, los 20 países presentes, el FMI y la OCDE decidieron que el G20 había de convertirse en el foro más importante de discusión y toma de decisiones consensuada sobre el crecimiento económico mundial –con todos sus componentes y derivadas– y la estabilidad del sistema financiero. Son cuestiones de fondo y, sin embargo, nos quedamos con las anécdotas.

Por ejemplo: Donald Trump ha sido el primer presidente norteamericano en poner un pie en Corea del Norte, acompañado por su líder, Kim Jong-un. Fotos, vídeos, titulares, pero la gran pregunta sigue sin ser respondida: ¿se aviene Corea del Norte a firmar un tratado de no proliferación de armas nucleares (NPT) con Estados Unidos y Japón y Corea del Sur? La respuesta de Trump, protagonista absoluto del G20, ha sido ambigua: “Nos estamos haciendo muy amigos”. Del NPT no se sabe nada. Mucho criticaron a Obama por su indecisión, pero en este punto, firmó un acuerdo con el presidente ruso, Dmitri Medvédev, en Praga (abril 2010) de no proliferación nuclear.

El gran paso adelante de Trump en Corea del Norte se ha producido un día después de la cumbre del G20 en Osaka, Japón. En la anterior reunión del G20, en diciembre de 2018, la guerra comercial entre EE UU y China alcanzaba decibelios inaguantables. Trump llegó a imponer aranceles a productos chinos por importe de 300.000 millones de dólares. Estados Unidos ha crecido un 3,1% desde entonces y la economía china se ha resentido fuertemente, porque vive de exportaciones derivadas de fabricación local.

Y, en esto, empresas como Apple empezaron a trasladar el 30% de su producción de China a Estados Unidos. La candidata demócrata de izquierdas, Elisa­beth Warren, “azote de Wall Street”, dijo en el primer debate electoral demócrata que “hay que traer toda la producción norteamericana de China a Estados Unidos”. Aplausos del público. Warren es más directa que Trump, quien en el G20 afirmó: “Nos llevamos en impuestos el 25% de las sanciones a China por 300.000 millones de dólares”. Crear empleos directos en manufactura, como pide Warren, es un mensaje más directo y comprensible que la afirmación fiscal de Trump.

Si vis pacem, para bellum: “si quieres la paz, prepara la guerra”. Trump, para quien todo es negociación –relación con el sexo opuesto, guerra y paz, presupuestos, etc.– ha presionado a Pekín primero con la guerra comercial y después con la tecnológica para llegar a Osaka y anunciar un cese en las hostilidades. “Estamos negociando”, dijeron Trump y Xi Jinping. Y Trump aseguró que dejaba en suspenso las sanciones económicas a China.

Ignoramos los detalles, que la Casa Blanca no ha hecho públicos. Pero el presidente señaló: “Las empresas americanas podrán negociar con Huawei, porque levanto el veto”. Hubo alivio por ambas partes. Huawei, en dos meses, ha perdido su posición dominante en teléfonos inteligentes a favor de Samsung y Xiaomi y tuvo que descontar 30.000 millones de dólares en ingresos por no poder negociar con Intel, Microsoft o Google. Y casi todos contentos porque la mayor parte de los operadores de telecomunicaciones europeos tienen acuerdos con Huawei para desarrollar el 5G, en vez de con empresas europeas como Ericsson, Nokia o Alcatel-Lucent.

Sin embargo, el levantamiento de la prohibición a Huawei de utilizar componentes americanos para su negocio (procesadores de Intel, sistemas operativos Windows 10 de Microsoft y Android de Google) tiene letra pequeña: el Departamento de Comercio de Estados Unidos tiene colgada en su web el listado de empresas que, como la compañía china, no pueden operar en América por ser consideradas una amenaza para la seguridad nacional. El senador republicano Marco Rubio llegó a decir que “dejar operar a Huawei en suelo americano es como meter en casa un caballo de Troya”. Huawei sigue estando en la lista de empresas vetadas por el Departamento de Comercio. Pero tras las declaraciones favorables de Trump, el presidente del Consejo Económico Nacional, Larry Kudlow, tuvo que matizar el 1 de julio que “concederemos licencias concretas y especiales a Huawei para poder operar en Estados Unidos”.

Trump, el eterno negociador, se guarda un as debajo de la manga y sigue utilizando a la empresa china como rehén de las negociaciones comerciales, tecnológicas y de propiedad intelectual con Pekín. En el marco de la reunión del G20 en Osaka hubo más negociaciones de EE UU, por ejemplo, con Turquía, miembro de la OTAN, pero socio incómodo por haber abandonado el laicismo del Estado que fundó Ataturk para echarse en los brazos del islamismo suní de Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde 2002. Trump dijo en la cumbre que no impondría sanciones a Ankara por comprar a Rusia sus misiles S-400. Tras la zanahoria vino el palo, porque el presidente añadió: “Pero, eso, sí, Turquía tendrá que comprar nuestros aviones de combate americanos F-35.

Jorge Díaz Cardiel es Socio de Advice Strategic Consultants. Autor ‘Hillary vs. Trump’; ‘Trump año uno’ y ‘Trump, año de trueno y complacencia’

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