El progreso de la banca europea puede marcar un nuevo rumbo
Las entidades de la eurozona han batido al mercado general por primera vez desde 2009
Anhelamos los puntos de inflexión. Al cumplirse cinco años del discurso de Mario Draghi en el que afirmó que haría “lo que haga falta” –lo que redujo los diferenciales de la deuda pública y corporativa, además de contribuir a que las acciones de la zona euro se dispararan un 80%–, ¿estamos en la antesala de un nuevo cambio de rumbo?
La zona euro acaba de experimentar su mejor trimestre en cuanto a crecimiento económico de los últimos cinco años (ha logrado duplicar el dato del Reino Unido). Los bancos de la región también han batido al mercado general por primera vez desde el año 2009.
La economía de la zona euro ha resultado ser más sólida y equilibrada de lo que los inversores esperaban. Y, en particular, en relación con la banca, no han aparecido nuevos obstáculos: los comicios en Francia y Holanda no tuvieron como resultado el ascenso al poder de partidos populistas, la resolución de problemas en determinados bancos italianos y españoles no ha generado ningún efecto contagio y los temores a la deflación siguen sin hacer acto de presencia.
Los datos macroeconómicos en la zona euro bien podrían seguir sorprendiendo al alza. ¿Cuál es la mejor manera de aprovechar esta tesitura de ahora en adelante? ¿Podrían dar los bancos de la zona euro más sorpresas positivas?
Los bancos de esta región continúan cotizando en los mercados muy por debajo de sus homólogos estadounidenses, británicos o nórdicos. Esto se debe a los temores que inspira la alargada sombra de las deudas de dudoso cobro, el endurecimiento de los requisitos de capital y los riesgos para el potencial de ganancias ante unos tipos en terreno negativo, si bien las distintas entidades bancarias se encuentran en situaciones diferentes entre sí. Preveo cuatro acontecimientos que mejorarán las circunstancias.
En primer lugar, es probable que asistamos a nuevos avances que fomentarán la confianza en los balances. La oleada de ampliaciones de capital a manos de los bancos más importantes, así como las medidas para atajar las debilidades en algunas entidades problemáticas italianas y españolas, están resultando catárticas, aunque no sean un espectáculo agradable de presenciar.
Sin embargo, el problema que no termina de desaparecer son los préstamos de dudoso cobro, sobre todo en los países de la periferia europea. Las nuevas normas del Banco Central Europeo (BCE) deberían obligar a los bancos a abordar el tema de estos préstamos con más rapidez. Entretanto, la baja rentabilidad de la renta fija y la recuperación de las economías implican que existe un conjunto activo de fondos de mayor envergadura dispuesto a aprovechar las deudas incobrables.
En segundo lugar, los bancos de la zona euro deberían beneficiarse de la retirada de estímulos por parte del BCE, por lenta que esta sea. Hace mucho que dejamos atrás el argumento a favor de los tipos de emergencia. El escenario más optimista sería que el BCE revirtiera sus directrices a futuro y subiera en primer lugar el tipo de los depósitos, puesto que la remuneración de muchos préstamos está vinculada al euríbor. Pero incluso el reducir en primer lugar la compra de bonos podría ayudar indirectamente, dado que el BCE ha estado acaparando el segmento de los préstamos comerciales bancarios.
En tercer lugar, la incertidumbre en torno a los requisitos de capital y de financiación de los bancos debería disminuir. El informe del Tesoro estadounidense en materia de regulación bancaria es un documento trascendental que recoge una serie de opciones para recalibrar las nuevas normas implementadas tras la crisis, centradas en el plano práctico, sin menoscabar la seguridad y solidez del sistema. Esto es la antesala del final del aumento de la regulación en Estados Unidos, si bien es probable que vuelva a ejercer presión sobre Europa de cara a adoptar un compromiso acerca del resto de normas bancarias a escala global, así como para reflexionar sobre la efectividad de su normativa poscrisis y una unión bancaria inconclusa. (Con el paso del tiempo, debería contribuir a que los bancos tengan visibilidad sobre sus requisitos de capital y su capacidad para distribuir dividendos.)
Y en cuarto lugar, la mejora de la confianza debería impulsar la actividad. El aumento de la concesión de préstamos, pese a continuar en niveles modestos, probablemente seguirá avanzando. Además, la mejora de la confianza está impulsando una mayor actividad en el ámbito de la inversión, lo que a su vez incrementa la rentabilidad de las divisiones de gestión patrimonial de los bancos.
Entonces, ¿cuáles son los riesgos? El reducido nivel de la inflación, que sigue confundiendo a los modelos de los bancos centrales, basados en coyunturas de bonanza, puede perpetuarse junto a unos tipos perjudicialmente negativos. Es como si los bancos centrales estuvieran jugando a una versión retorcida de Dónde está Wally, con la esperanza de encontrar finalmente la inflación, si bien todavía les cuesta dar con ella. Pero también están empezando a inquietarse ante los riesgos que el uso excesivo de los tipos de emergencia entraña para la estabilidad financiera.
En segundo lugar, el precio de compensación de las deudas de dudoso cobro puede resultar inferior al consignado en los registros contables de los bancos, por lo que se precisaría más capital. No obstante, con la mejora de la coyuntura económica, ahora los riesgos de importantes desajustes de precios deberían ser inferiores para los grandes bancos cotizados.
En tercer lugar, los riesgos de la zona euro distan mucho de estar resueltos. Se han de abordar numerosos problemas estructurales y económicos.
Pero el riesgo a largo plazo radica en unos modelos de negocio desactualizados. Los retos que plantean los tipos bajos y la revolución tecnológica exigen mejoras drásticas en términos de eficiencia. En cualquier otro sector, unas rentabilidades bajas y un exceso de capacidad derivaría en una oleada de fusiones y adquisiciones. Sin embargo, los reguladores, el cúmulo de préstamos de dudoso cobro y las fuerzas del mercado han hecho que las grandes operaciones transfronterizas en la zona euro sean prácticamente imposibles. Por ello, los bancos en su conjunto deberán transformar por sí mismos sus modelos operativos y de costes, además de servirse de la tecnología. Y esto no es tarea fácil.
Tal y como figuraría en un boletín de notas del segundo trimestre: progresa adecuadamente, pero aún queda mucho por hacer.
Huw van Steenis es responsable global de estrategia en Schroders y miembro del grupo Disruption Innovation del Foro Económico Mundial.