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El Foco
Tribuna
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Reformas pendientes: más de lo mismo

El denominador común que subyace a la necesidad de las reformas es incrementar la productividad

Thinkstock
Joaquin Maudos

Como suele ser habitual, los informes de los organismos internacionales nos dan una de cal y otra de arena. Y el último en hacerlo ha sido la Comisión Europea en su informe exhaustivo sobre España y sus desequilibrios macroeconómicos. De forma sintética: los flujos van bien, pero los volúmenes (deuda privada, pública, externa, desempleo, etc.) son una rémora para salir de la crisis y exigen reformas estructurales para su corrección.

Es innegable que España ha abandonado la recesión tras ya más de tres años de crecimiento, de creación de empleo (1,4 millones de ocupados más desde 2013) y de mejora de su sector exterior (con una capacidad de financiación de 27.000 millones de euros en los últimos 12 meses). Todo ello, en parte, gracias a algunas reformas estructurales (como la laboral), pero también al viento a favor (caída del precio del petróleo, menores costes de la financiación, depreciación del euro). Pero los volúmenes son una rémora para la recuperación y un elemento de vulnerabilidad si el viento deja de soplar. Piensen, por ejemplo, que si suben los tipos de interés aumentaría de nuevo la carga de la deuda, lo que afectaría a su sostenibilidad, a la vez que obligaría a destinar una mayor parte de la renta a pagar a nuestros acreedores.

En este contexto, la Comisión Europea vuelve una vez más a señalar los desequilibrios macroeconómicos que tenemos, los retos pendientes y las muchas reformas estructurales necesarias para conseguir un crecimiento sólido y volver a niveles de desempleo, desigualdad y pobreza socialmente aceptables.

"La sostenibilidad de las finanzas públicas, la reducción de la deuda externa y la creación de empleo son fundamentales"

Cinco son las prioridades que señala la Comisión Europea para corregir los desequilibrios existentes en términos de volúmenes: lograr un sector público sostenible, reducir un excesivo endeudamiento privado, reformas laborales, educativas y sociales, mejor clima favorable a la inversión empresarial, políticas sectoriales (como la de la I+D) y reformas en la Administración pública. El denominador común que subyace a la necesidad de las reformas es incrementar la productividad, que es la piedra angular sobre la que descansa la mejora de la competitividad (y con ello la recuperación de los salarios, la reducción del desempleo, la mejora de la balanza comercial, la sostenibilidad del sistema de pensiones, etc.). Obviamente, todas las reformas que recomienda la Comisión son importantes, pero hay tres que en mi opinión son más urgentes: la sostenibilidad de las finanzas públicas, la reducción de la deuda externa y la creación de empleo.

Sin reformas en las políticas presupuestarias, la Comisión Europea estima que la ratio deuda pública/PIB crecerá desde el 100% actual hasta el 108% en el 2027. Detrás de este aumento del endeudamiento público está la existencia de un déficit público estructural cuya corrección exige una reforma tributaria, ya que la presión fiscal en España es de las más bajas de la Unión Europea. En 2016, los llamados beneficios fiscales representan el 87% del déficit público previsto para ese año, por lo que la Comisión recomienda eliminar deducciones y desgravaciones. Además, señala la escasa capacidad recaudatoria del IVA por las exenciones o tipos reducidos sobre algunos bienes y servicios. España es el país de la UE con mayor brecha en el IVA (59% frente a la media del 44%), siendo la brecha un indicador de los ingresos teóricamente no percibidos por aplicar tipos específicos a algunos bienes y servicios. Por tanto, la reforma fiscal debe incorporar la del IVA y añadir impuestos medioambientales.

En el caso de la deuda externa, la posición de inversión neta internacional negativa, equivalente en la actualidad al 88,5% del PIB (de las mayores de la UE), es fruto de los abultados déficits externos acumulados en el pasado durante muchos años. Afortunadamente, desde 2013 la economía española presenta capacidad de financiación, lo que ha permitido reducir la deuda externa neta. Pero lo preocupante es saber que, en un escenario de crecimiento del PIB normal hasta 2025 (3,2% de crecimiento nominal anual), necesitaríamos nada menos que un superávit en la balanza por cuenta corriente todos los años del 2,9% del PIB para situar la posición de inversión neta internacional en el -35% del PIB (umbral a partir del cual se considera un desequilibrio macroeconómico), lo que se antoja misión imposible. Solo con fuertes ganancias de competitividad (lo que exige mejoras de productividad) podríamos aspirar a conseguir esa meta. Y para ello, hemos de seguir incrementado el número de empresas exportadoras y reducir la elevada sensibilidad de nuestras importaciones al ciclo. La elevada dependencia energética de fuentes importadas también es un lastre para reducir la deuda externa.

"En la balanza 'flujos vs. volúmenes', el peso de los segundos condiciona enormemente la salida de la crisis"

Por último, si bien la tasa de paro ha caído ocho puntos porcentuales desde su nivel máximo, España sigue teniendo la deshonrosa medalla de plata en el ranking de la tasa de paro de la UE, con una tasa del 18,6% que afecta a 4,2 millones de parados. La prioridad debe estar en los parados de larga duración (el 56% lleva más de 12 meses en paro) y en los jóvenes (con una tasa de paro del 43%). Esto exige nuevas reformas en el mercado laboral encaminadas, además, a reducir la temporalidad, dado el impacto negativo que tiene sobre la productividad, y a aumentar la empleabilidad. Para ello es necesario gastar más en formación (la inversión ha caído en el caso de las Administraciones) y corregir las ineficiencias de nuestro sistema educativo. Para muestra, un botón: España sale muy mal parada en la tasa de abandono escolar o en el índice de repetidores. En cuanto a la temporalidad, esta fórmula de contratación limita la productividad de los trabajadores, ya que no existen incentivos para la formación de unos empleados que están de paso. Ni las empresas ni los propios trabajadores ven rentable invertir su dinero o su tiempo en formación específica para un puesto con fecha de caducidad.

En resumen, en la balanza flujos vs. volúmenes de la que habla la Comisión Europea, el peso de los segundos condiciona enormemente la salida de la crisis, y solo con reformas estructurales será posible aligerar su peso. En el fondo, la palabra clave es productividad, y solo poniendo el énfasis en reformas que afecten a sus determinantes (educación, I+D, tamaño empresarial, etc.) será posible corregir los desequilibrios existentes. Sin reformas, solo con viento a favor se mueve la economía. Pero como dice el refrán, amor, viento y ventura, poco dura.

Joaquín Maudos es catedrático de Economía de la Universidad de Valencia, director adjunto del Ivie y colaborador del Cunef.

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