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El Foco
Tribuna
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¿Es hora de mejorar nuestros horarios?

España era y es una isla en Europa en materia de organización de sus propios horarios

Thinkstock

España mantiene una particular organización de sus horarios desde la década de los cuarenta del siglo pasado. Un real decreto provisional y el pluriempleo de muchos trabajadores constituyeron, entre otros factores, el caldo de cultivo de un cambio en la estructura horaria laboral que parecía haberse quedado para siempre. Hasta que en el año 2003 la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles y su Normalización con los de los demás países de la Unión Europea abrió el debate de por qué mantener unos horarios que, aún hoy, nos alejan de Europa: mientras que se ha avanzado en la armonización europea en diferentes ámbitos, como las leyes o la moneda, nuestro país era y es una isla en materia de organización de sus propios horarios.

El tiempo, materia prima de los horarios, se constituye como un recurso básico y primordial, que iguala a los seres humanos. Las 24 horas constitutivas de cada día son las mismas para todos y tienen distintas aplicaciones. Las horas de trabajo remunerado más las del desplazamiento que nos lleva al lugar de trabajo se constituyen como las que mayor tiempo consumen en el quehacer habitual. Después de estas, queda poco espacio para cuidar a pequeños y mayores, para ocuparse de uno mismo, para estar en compañía de otros, para descansar y relajarse. Y eso que el número de horas que las personas dedican al trabajo en los países de nuestro entorno ha descendido a lo largo del siglo XX. Hoy en día, no obstante, México o Corea del Sur trabajan más de 2.000 horas al año, mientras que países como Alemania, Holanda o Francia no superan las 1.500 horas. España invierte poco menos de 1.700 horas, en promedio anual, de acuerdo a los últimos estudios sobre la materia.

"La prestación de servicios a terceros se tiende a hacer de forma instantánea y obliga a pensar en un paradigma diferente”

El quid de la cuestión se sustenta en cómo repartir esa carga horaria, teniendo en cuenta los condicionantes actuales de una sociedad en donde el acceso al mercado laboral resulta difícil y complejo para determinados colectivos y, por otro lado, los que trabajan tienen que prestar servicios cada vez más instantáneos y globales y desean hacer compatible la conciliación de la vida laboral y la personal y anhelan no perder hábitos que ha costado mucho alcanzar y retener.

Las formas de trabajar, los sectores de actividad o la dedicación concreta de cada uno en su puesto de trabajo ha variado mucho. Incluso, algunos expertos mencionan que los puestos de trabajo que se generen en los próximos años ni siquiera existen ahora. Además, los sectores primarios y secundarios participan cada vez menos en las economías de los países con mayor desarrollo económico. España, dentro de ese grupo, también comparte con ellos un sector servicios que supone en torno a un 75%, tanto del producto interior bruto como de la fuerza laboral.

La transición de unos horarios de trabajo guiados por la naturaleza, sector primario, a otros horarios secundados por los recursos de los que las empresas disponen, sector secundario, adquiere mayor nivel de complejidad en el sector terciario. La prestación de servicios a terceros, bien empresas, bien personas, se tiende a hacer de manera casi instantánea y obliga a pensar en un paradigma diferente. Asimismo, de una estructura familiar repetida durante muchos siglos se ha pasado a otra en la que conviven diferentes figuras asociativas en los hogares, en la que crecen las viviendas ocupadas por una sola persona y en las que la mujer trabaja. Los hijos asumen la escasa y a veces nula coincidencia con sus padres en casa durante los días laborales y en determinadas épocas del año. Sus progenitores están trabajando. La flexibilidad de entrada y salida en los colegios y la organización de actividades en fechas de descanso escolar sustituyen a la ausencia de adultos en el hogar.

"Los recursos de las nuevas tecnologías deben flexibilizar la organización del trabajo y la distribución de tareas"

La estructura horaria en las empresas se orienta, prioritariamente, a cumplir con el objetivo de prestar un servicio satisfactorio a sus clientes finales y a ejecutar las necesidades operativas que cada actividad requiere. Rapidez y fiabilidad en la respuesta se convierte en el modus operandi. Los recursos que proveen las tecnologías de la información y comunicación se han hecho presentes en todas las organizaciones, por lo que es necesario que doten de flexibilidad a la organización del trabajo y a la distribución de tareas, pero desde la clara orientación a la satisfacción del cliente en heterogéneos sectores de actividad y de empresas con diferentes estructuras y tamaños. Esta amplia diversidad hace necesario confluir en un marco de referencia que permita avanzar en materia de horarios, buscando fórmulas que den respuestas múltiples a las variadas situaciones.

España es visitada por más de 60 millones de personas al año, se fabrican automóviles para mercados muy exigentes, se cuenta con un sistema de salud universal y solidario (país número uno en trasplantes)... Actividades diferentes que se organizan de manera diversa. Son ejemplos de la versatilidad del país, que ha encontrado caminos exitosos en muchos ámbitos empresariales y organizativos, a partir de la flexibilización y el diálogo entre las partes implicadas.

Merece la pena que, en los tiempos de conversación que España tiene en la actualidad entre sus fuerzas políticas, se mantenga una línea de comunicación continua y se abra a todos los actores implicados con el sano objetivo de encontrar medidas beneficiosas y adaptadas a los requisitos de la sociedad actual. Una organización de horarios más flexibles y adaptados a la dinámica social hará a nuestras empresas más productivas y competitivas y a los españoles, unos mejores gestores de sus espacios personales y de los compartidos con los demás.

Pedro Martínez Morán es profesor del Máster de Recursos Humanos de Icade Business School.

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