Madrid y Barcelona, a la cola en atracción de talento
Copenhague, Londres y París son las ciudades más atractivas de Europa para trabajar
El papel de las ciudades en el sistema económico global es cada vez más determinante. Más de la mitad de la población mundial (4.000 de los 7.000 millones de seres humanos) vive en territorio urbano, que a su vez canaliza la inmensa parte de la actividad económica del globo. “Hay muchos estudios sobre la competitividad de las ciudades desde el punto de vista empresarial, industrial o innovador, pero no tantos sobre su capacidad para atraer y retener talento”, explica Sandra Sans, socia de Everis.
La consultora acaba de publicar un estudio en el que se analiza la distribución del talento en Europa. Las conclusiones no son demasiado halagüeñas en lo tocante a España: las únicas dos ciudades del país que figuran en el top 25 de la lista, Madrid y Barcelona, aparecen a la cola, en las posiciones 17 y 19, respectivamente. Las grandes urbes italianas (Roma y Milán) son las únicas de los países de nuestro entorno que quedan por debajo de las dos mayores localidades de la península ibérica.
Encabeza la clasificación Copenhague, gracias en particular al entorno innovador y de negocios que se promueve en la capital danesa. Completan el podio Londres y París, la primera en virtud de su excelencia en la enseñanza y dinamismo empresarial y la segunda por ser una potencia en innovación.
¿Cómo definir qué lleva a una persona a decidir trabajar en una u otra ciudad? Desde Everis han tenido en cuenta cinco indicadores, que se subdividen a su vez en otras tres o cuatro magnitudes. Una media ponderada de todos ellos da como el resultado la posición en el ranking.
“Definir qué atrae el talento ha sido muy difícil. Al final vimos que se trata de una suma de muchos elementos: importa la calidad del empleo que se ofrezca y el entorno empresarial de la ciudad, pero también el estilo de vida del lugar, la seguridad jurídica o el tipo de educación que se imparta”, explica Sans. Los cinco elementos principales de que consta el indicador son educación y formación continua, excelencia empresarial, investigación e innovación, estilo de vida atractivo y economía y Administración pública.
Si solo se tuviese en cuenta la capacidad de atracción de grandes compañías y la remuneración, Londres y París quedarían por encima de Copenhague. Sin embargo, su entorno altamente innovador y las facilidades para el emprendimiento mejoran a las de las capitales británica y francesa. Pero la diferencia la marca en el apartado estilo de vida de la ciudad, en el que se tiene en cuenta no solo la calidad de vida, magnitud en la que queda en la posición número 13, sino también la excelencia de los servicios públicos y del entorno digital de la ciudad, apartados en los que apenas tiene competidores.
Salvados por la educación (de tercer ciclo)
El alto nivel de la oferta educativa de posgrados de Madrid y Barcelona son los únicos puntos en los que las ciudades españolas quedan en las primeras posiciones del ranking (y lo que las sitúa por encima de las italianas). “Los malos resultados en los informes PISA, el alto abandono escolar y la mediocre puntuación en enseñanza universitaria lastran el indicador global de educación”, indica Sans.
Ni siquiera en el fuerte patrio, la calidad de vida, destacan Madrid y Barcelona, si bien en este caso se sitúan ligeramente por encima de la media. La razón: en la construcción de este indicador se incluyen elementos que van desde la calidad del aire, la esperanza de vida y el número de homicidios hasta la eficiencia de servicios públicos como el transporte o la sanidad. En estas partidas los países escandinavos dominan de forma clara.
Las peores notas las sacamos en estabilidad regulatoria, eficiencia del Gobierno e indicadores económicos, entre los que se cuentan la tasa de paro, la renta media por habitante o la inversión extranjera. Solo Atenas, Estambul, Roma y Milán quedan por debajo de Madrid y Barcelona en esta magnitud. “Tenemos mucho trabajo que hacer si queremos atraer a los mejores”, sentencia Sans.