¡Es la desigualdad social, estúpido!
La brecha social que se ha abierto es tan grande que la polarización deriva en enfrentamiento abierto
Junto a la mesa donde estoy comiendo (Los Ángeles, California), se encuentra el actor Sean Penn, confieso, uno de mis favoritos. Está negociando un contrato. Cuando acaba de comer, me acerco a saludarle y hablamos de sus películas: me gusta mucho su compromiso social. Él es millonario. Puede parecer una contradicción: un multimillonario famoso y actor, preocupado por el hambre en el Tercer Mundo. Otros millonarios norteamericanos (Warren Buffett y George Soros, demócratas) quieren resolver el problema-tema estrella de estas elecciones: el income inequality o disparidad de ingresos entre el 1% de muy ricos y el 99% de clase media. Economistas del prestigio de Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Michael Spence (todos premios nobeles) y, otros como Larry Summers, Robert Gordon y Adam Slinder, han puesto el dedo en la llaga. Esa desigualdad, conforme a la que los muy ricos se hacen más ricos y los más pobres se hacen más pobres, está en la raíz de los muchos y graves problemas que tiene EE UU y que habrá de afrontar el nuevo presidente/a.
¿Obvio? No. Inaudito, sí. Hasta antes de la Gran Recesión, el concepto del sueño americano no se ponía en tela de juicio. Como suelen decir Bill y Hillary Clinton, ese sueño consiste en la movilidad social: “Trabaja duro, cumple con las normas y, con constancia, conseguirás todo lo que te propongas”.
Sin embargo, desde hace una década, el sueño no se ha hecho realidad, sino pesadilla. Especialmente para los millones de familias a quienes quitaron sus casas tras el estallido de las hipotecas subprime, o los millones de americanos que perdieron sus pensiones porque su dinero se evaporó con las fallidas inversiones de los bancos: a cuatro ancianos he preguntado (en Nueva York, Las Vegas, Honolulu y Los Ángeles) por qué trabajan, ellos como guardias de seguridad a sus 85 años, y ellas como dependientas en Macy’s y Sacks a su edad (no la digo, pero es superior a la de los varones): los cuatro –de punta a punta del país dicen lo mismo: la crisis se llevó sus ahorros de toda la vida y, ahora, en la ancianidad, cuando deberían descansar, tienen que trabajar en menesteres que agotan a los más jóvenes.
"La clase media está asustada: aún no ha recuperado el poder adquisitivo previo a la Recesión"
Hace un año, no entendía la existencia política de Bernie Sanders, “socialista democrático declarado” (lo de democrático viene por aquello de distinguirse de los socialistas totalitarios soviéticos o chinos). Menos aún, que millones de jóvenes americanos le siguieran como si fuera un líder carismático como Kennedy. Y es que a los jóvenes (25% tasa de paro), como a los ancianos que antes mencionaba, el sueño americano se les ha venido abajo: los jóvenes sin estudios universitarios no pueden competir con hispanos ávidos de trabajar turno tras turno para mantener sus familias numerosas. Y los jóvenes con estudios, como en Europa, encuentran trabajos precarios y mal pagados.
La clase media está asustada: aún no ha recuperado el poder adquisitivo previo a la crisis. El consumo ha aumentado porque hay más trabajo (14 millones de nuevos empleos en siete años, con Obama), pero no así el poder adquisitivo de las familias. Lo que ganan, lo ahorran y el pequeño comercio sufre en todo el país y echa el cierre y la gran distribución se enfrenta al reto de internet.
Las empresas tecnológicas de Silicon Valley, que han hecho público su rechazo a Trump y su apoyo a Clinton, viven su mejor momento desde 1999. Y el mercado inmobiliario se encuentra en niveles parecidos a los previos a la crisis. Cientos de economistas entrevistados por Bloomberg y por The Wall Street Journal dicen que, tras un mes de calma chicha en las bolsas, “esto podría ser la calma que precede a la tempestad”. Por eso, la FED está siendo cauta y no sube los tipos de interés: Yellen no lo hará hasta que el crecimiento en PIB sea del 3% de manera continua en el tiempo, la tasa de paro sea del 4% y la inflación esté en el 2%.
Los conflictos raciales que hemos visto en los dos últimos años desde los sucesos de Fergusson en agosto de 2014, son la punta del iceberg: Baltimore, Detroit, etc. Y su origen no es racial, sino social. Elvis Presley fue el primero en denunciar la vida en los guetos, con su canción In the ghetto, de enero de 1969. Desgraciadamente, las cosas no han mejorado mucho. Por eso, Trump puede decirles a los afroamericanos: “Vuestra vida es patética, por culpa de los demócratas. ¿Qué tenéis que perder si me votáis a mí? Dadme una oportunidad y lo arreglaré todo”.
"El pequeño comercio sufre en todo el país y cierra y la gran distribución se enfrenta al reto de internet”
Los dos candidatos dispuestos a poner América en orden son los dos personajes más polarizantes del país y los que mayor índice de impopularidad tienen desde que hay elecciones. Clinton, todo hay que decirlo, sale un poco mejor parada que Trump. Pero solo porque Trump es considerado mucho peor.
No va a ser tarea fácil para el nuevo presidente/a unir a la nación. Aquí no hay nacionalismos ni independentismos como en otros lugares. Pero la brecha social que se ha abierto es tan grande que la polarización deriva en enfrentamiento abierto. Me decía hace un rato Sean Penn: “Nunca he visto al país tan cabreado”.
Los americanos están de acuerdo en pocas cosas, pero esenciales: patriotismo, bandera, one nation under God y los principios constitucionales a los que acude continuamente Obama para reunificar el país.
Las recetas de Trump y Clinton son muy distintas. Creo que echar más leña al fuego sería contraproducente. En cambio, un toque femenino que busque puntos en común –creo– sería beneficioso. Como dijo Obama en la convención demócrata de Boston de 2004: “No hay una América negra, latina o blanca, de izquierdas o de derechas, sino solamente los EE UU de América”.
Desde fuera no se aprecia, pero dentro de las fronteras de Norteamérica, se nota el estrés, la ansiedad y la angustia. El 70% de estadounidenses toman antidepresivos. Es tiempo de echar aceite y no sal en las heridas.
Jorge Díaz Cardiel es socio director Advice Strategic Consultants. Autor de Obama y el liderazgo pragmático, La Reinvención de Obama, La victoria de América.