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Reforestación

Hacia la recuperación real de los bosques

La sustitución de árboles autóctonos por otros de crecimiento rápido complica la lucha contra el cambio climático.

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Dice la leyenda que los árboles tienen alma, que cuando agitan sus ramas susurran sueños y que cuando callan lloran su savia. Apartándonos de lo bucólico, los bosques son un universo poco conocido que, aparte de ser piedra filosofal en la lucha contra el cambio climático, contribuyen al desarrollo rural y son generadores de empleo.

Más de la mitad del suelo español (55,6%) es terreno forestal. De esos 26,67 millones de hectáreas, el 68% (18,17 millones) está poblado de árboles, lo que sitúa a España como tercer país europeo con mayor superficie forestal arbolada, solo por detrás de Suecia y Finlandia.

Por otra parte, y según los datos del Anuario de estadística forestal del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, entre 2005 y 2012 se repoblaron 189.705 hectáreas, de las que más de 95.000 se realizaron en superficies de bosques cortados o incendiados. Además, el sector empleó un total de 125.100 personas en 2012 (último año de referencia).

España, con 18,7 millones de hectáreas, es el tercer país de la UE con mayor área arbolada

El problema es que gran parte de esa repoblación no ha beneficiado al bosque autóctono, denuncian desde Ecologistas en Acción.En España se ha sustituido esa masa forestal por monocultivos de especies madereras de crecimiento rápido, como pino, eucalipto o chopo, que generan menos diversidad, apenas retienen humedad y arden con mucha más facilidad que las nativas, precisan.

De hecho, la revista Science indica en un estudio reciente que su contribución a la lucha contra el cambio climático es mínima y están entre los causantes del aumento de la temperatura, citan en la organización.

Iniciativas público-privadas

El potencial de los bosques está también poco aprovechado. A “falta de cultura, y a diferencia de los países del norte de Europa o Latinoamérica, donde se le considera un sector productivo más, en España lo observamos desde el punto de vista medioambiental o lúdico”, se lamenta Carlos del Álamo, decano del Colegio de Ingenieros de Montes. No obstante, más vale tarde que nunca, y desde hace unos años lo público y lo privado se visten de verde para, a través de la reforestación, impulsar el papel de los bosques como agentes económicos.

En el sector público destacan dos iniciativas. La primera, de “carácter horizontal y voluntario”, puntualizan desde la Oficina Española del Cambio Climático, es el registro de huella de carbono, compensación y absorción de dióxido de carbono, a través del cual las empresas pueden reducir y compensar sus emisiones de dióxido de carbono comprando paquetes de 4, 8 y 12 árboles que, a su vez, serán plantados en zonas deforestadas. En el apartado de absorciones, son nueve los proyectos vigentes desde marzo de 2014, habiéndose registrado 384 huellas de carbono de un total de 263 organizaciones.

El Passfor (Plan de Activación Socioeconómica del Sector Forestal 2014-2020) es el segundo de los programas para “mejorar la situación socioeconómica a través del sector forestal”. Sus ejes se centran en la generación de empleo y la mejora salarial de los trabajadores del bosque a partir de la diversificación de la actividad rural.

Ahora bien, queda avanzar en políticas de retorno, ya que “no se compensan los gastos de conservación y eso hace que el bosque pierda atractivo”, explica Del Álamo. “Además, se debería diseñar un sistema fiscal favorable que nivele el riesgo de, por ejemplo, incendio o plagas. No olvidemos que hay que invertir a largo plazo”.

En el sector privado, Bosques Sostenibles es otro ejemplo. Esta pyme cántabra, que se dedica a localizar y gestionar la compensación de emisiones de dióxido de carbono mediante la reforestación, se ha convertido en “puente entre la Administración y las empresas, indica su gerente, Elena Álvarez. O el proyecto Think Blue de Volkswagen, con el que se han plantado 225.000 árboles en 126 áreas repartidas entre Cantabria, Navarra y Ávila.

Del mismo modo, Danone y Gullón han contribuido a la reforestación con 476 y 200 árboles. Pero también hay iniciativas más pequeñas, como el de la escritora Tere Puig, que tras publicar su cuento Soñé que era un árbol, compró 25 árboles, “un pequeño gesto al alcance de todas y todos”, afirma la autora.

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Quiero ser el padrino de... un olivo

No hay árboles buenos ni malos”, simplemente hay en zonas en las que no hay o, al menos, no había. Es el caso de Oliete, un pequeño pueblo de Teruel en el que la despoblación se ha saldado, a su vez, con el abandono de más de 100.000 olivos centenarios. Crisis que se ha convertido en oportunidad para Hojiblanca, donde “apostamos por su recuperación a través de nuestro modelo de apadrinamiento”, explica Rocío Machín, brand manager de Hojiblanca.

Así, por 50 euros al año, todos podemos convertirnos en padrinos del árbol del aceite y vivir “una experiencia virtual y presencial enfocada desde la concienciación, educación e involucración en la problemática”. Más allá de lo experiencial, desde que se puso en marcha el proyecto, “hace poco más de un año”, se han generado tres empleos fijos y 15 eventuales.

Además, se han recuperado 4.500 unidades, apadrinadas por 1.000 personas, de las que 800 han querido mimar su olivo de cerca. Para ello, se han traslado hasta Oliete, “generando así un valioso efecto sobre el turismo rural”.

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