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Tribuna
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Sí, España es diferente

Hasta que el big data nos muestre todo su poder predictivo acerca del comportamiento social y político de las poblaciones, lo más parecido que tenemos a un software que pueda explicar esos comportamientos son las encuestas sobre los valores y actitudes políticas. La Fundación BBVA viene realizando un excelente estudio comparativo internacional desde hace unos años. El último publicado es de abril de 2013 y recogía datos de 10 países europeos, entre los que se incluía España. Los resultados me sorprendieron mucho al publicarse por la manera en que España quedaba caracterizada frente a los demás países. Creo que refrescarlos hoy tiene interés para entender mejor la segmentación política que se ha obtenido tras las elecciones y sobre todo el conjunto de valores y opiniones sociales, políticas y económicas que la han hecho posible.

Los valores y las creencias dirigen y condicionan nuestro comportamiento y elecciones vitales. Naturalmente, hay valores que tenemos en común con los otros países pero son las diferencias las que aquí interesan. Al preguntar si es el Estado el que debe asegurar que todos los ciudadanos puedan tener un nivel de vida digno o es cada persona la responsable, en España el 74,1% creemos que es el Estado. La media en Europa era del 54,5% y en Reino Unido, el 34,5%.

¿Creen que estas creencias promueven una ciudadanía activa en su propia mejoría? En España la mayoría demanda que el Estado se haga cargo de muchas funciones que exceden las propias del Estado de bienestar. Cosas como que el Estado asuma la responsabilidad en el mantenimiento de los precios bajo control (64,8% en España vs. 44,8% en Europa), en proporcionar una vivienda digna a los ciudadanos (el 72,3% en España vs. el 44,1% de promedio en Europa), en asegurar un nivel de vida digno a los desempleados (74,6% en España vs. 38,6% en Europa), en el control de los beneficios de las empresas (54% en España vs. 32,7% en Europa) o en el control de los salarios (50,7% en España vs. 28,9% en Europa). Observen las grandes diferencias respecto a la media europea, siempre 20 o más puntos. El grado de intervencionismo y de garantía deseado supera el estándar europeo. Las expectativas de los españoles acerca de lo que pueden esperar del Estado y de su intervención se alejan mucho de las europeas. España es diferente.

Abundando en el tema de los salarios hay algo sorprendente en un país de economía, en principio, libre: preguntados por cuál de las siguientes dos frases refleja mejor su opinión –siendo la frase A: los ingresos deberían ser más equilibrados, aunque ello pueda significar que las personas que se esfuerzan más y las que se esfuerzan menos ganen cantidades similares, y siendo la B: las diferencias en los niveles de ingresos son necesarias para que quienes se esfuerzan más tengan ingresos más altos que quienes se esfuerzan menos–, el resultado fue que el 54,7% de españoles elegía la A frente a solo el 34,4% de Europa (éramos el país en que esta elección se hacía en mayor grado). Como referencia, decir que en Dinamarca la opción A solo la elegían un 13,8%.

¿Qué sentido de la equidad hemos promovido? ¿Qué idea tenemos de la justicia social? ¿Qué acogida y estímulo pueden encontrar las personas que se esfuerzan por hacer bien las cosas? No hay duda de que aquí no se desea la democracia de oportunidades y la aristocracia del mérito por las que abogaba Ortega. ¿Cómo se ha llegado a desarrollar y extender en nuestro país, en tal medida, esta concepción embrutecedora del igualitarismo? Es lógico pensar que es sobre estas creencias sobre las que los políticos crean sus discursos y su acción política. ¿Acaso, pensando así una mayoría de españoles, podrían los partidos conseguir sus votos haciendo ofertas políticas que no tuviesen en cuenta estos valores dominantes? ¿Son, realmente, compatibles los principios de libertad y justicia con estas maneras de pensar?

Son muchos los españoles que han desplazado el foco del control de sus vidas, de sí mismos, al Estado y esperan que este asuma esa responsabilidad para con ellos en forma de subsidios y subvenciones, de proteccionismos y de igualdades impuestas. En nuestra historia democrática reciente algo hemos dejado de hacer. Seguramente aquello necesario para que una mayoría de ciudadanos se sienta sanamente responsable de sus vidas: dotar de una educación orientada a desarrollar individuos que sepan construir activamente sus vidas en una sociedad rica en oportunidades para todos.

Juan San Andrés es Consultor de dirección, factor humano, equipo directivo y organización

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