Motivaciones del voto: “¡Es la economía…!”
Para el 61,1% de los españoles, el voto es la única forma de influir en la política. En un contexto en el que el 77,5% creen que la política afecta directamente a la vida de los ciudadanos y el 82,3% está muy interesado por los temas de actualidad. Frente a los estereotipos, estos datos muestran que la sociedad española quiere estar involucrada en el devenir político de nuestra democracia y no es ese cuerpo amorfo y distanciado de las cuestiones esenciales de la vida civil, como tantas veces se nos ha querido transmitir.
El interés de los españoles por el futuro de España explica la elevada participación de las elecciones celebradas el 20D de 2015 y cuyo resultado no vamos a repetir. Más nos atrae entender las motivaciones de los electores a la hora de ejercer su derecho al voto o, en lenguaje llano, saber qué han tenido los españoles en la cabeza cuando han acudido a las urnas el 20D.
La cuestión es compleja. Cuando votamos, las personas –consciente e inconscientemente– estamos condicionados (aunque no determinados) por muchos factores: nuestras ideas políticas y nuestra ideología, la clase social, nuestro nivel económico, el lugar en qué vivimos –¡qué distinta, en España, la vida en los pueblos versus las grandes ciudades!–, nuestro nivel de estudios y muchas otras variables socio económicas y socio demográficas, a las que habría que sumar nuestra situación económica personal y familiar actual, las expectativas que tenemos respecto al futuro –por supuesto, el cómo nos hayan ido las cosas en el pasado más reciente– y la percepción que tenemos sobre la situación económica y política del país, presente y futura.
Adicionalmente, y no de manera tangencial, hay que tener en cuenta la influencia que ejercen los medios de comunicación sobre nuestra visión de la realidad y nuestra historia personal y nuestro influyente entorno de relaciones familiares y personales.
Para empezar, la economía es esencial. Le cito siempre y, por tanto, también ahora: como dijo un asesor de Bill Clinton en las elecciones presidenciales norteamericanas de 1992, “¡es la economía, estúpido!”, dejando clara cuál era la prioridad de los estadounidenses y lo que iba a encauzar el sentido de su voto. En España, en diciembre de 2015, la economía ha cumplido un papel esencial –y no accidental, en términos filosóficos aristotélicos– en la orientación del voto.
Por un lado, es un hecho cierto que España abandonó la recesión en el segundo semestre de 2013, cuando el Producto Interior Bruto (PIB) volvió a crecer y empezó a generarse empleo de nuevo. Dos años después, a finales de 2015, España crece por encima del 3% en PIB (más del doble que la Unión Europea) y es el país desarrollado de la OCDE que más riqueza va a generar, incluso por encima de Estados Unidos (2,6% de PIB) y, en los últimos 12 meses, se ha creado un millón de puestos de trabajo, cuando hace cuatro años se destruía empleo todos los días.
En la primera mitad de la recuperación económica, el factor de arrastre fueron las exportaciones –32% del PIB en 2014–; en 2015, es la demanda interna –consumo de las familias, inversión de las empresas–, quienes tiran para arriba de la economía. Según el último estudio del Banco de España sobre la materia, la riqueza financiera de las familias españoles vuelve a los niveles previos a la crisis y los hogares vuelven tanto a gastar como a ahorrar. España, en estos últimos cuatro años, ha llevado a cabo un intenso plan de reformas (laboral, financiera, etc) que ha puesto las bases para crecer hoy y en el futuro. Se nos ha puesto como ejemplo en el FMI, el Banco Mundial, la OCDE, la Unión Europea y el Presidente Obama ha alabado hasta en tres ocasiones “el milagro económico español”. La abundancia de datos positivos es abrumadora: desde la contribución económica y social de las grandes empresas a la recuperación (Telefónica, con la innovación, La Caixa con su Obra Social, Gas Natural Fenosa con energías limpias y más baratas, El Corte Inglés y su transformación de la gran distribución, Abertis con su liderazgo mundial en infraestructuras, etc) al papel jugado por sectores clave de nuestra economía como el turismo y el automóvil, que han contribuido muy positivamente a la recuperación. Podríamos seguir, pero…, ¿y las percepciones de los españoles sobre todos esos datos, que algunos denominan una mera recuperación económica estadística?
Quizá muchos no recuerden de memoria que la tasa de paro es del 21,18%, según la EPA o, lo que es lo mismo, algo menos de 5 millones de personas en situación de desempleo. El dato de paro registrado en el antiguo INEM (SPEE), recoge un dato algo inferior: algo más de 4 millones de hombres y mujeres buscando trabajo. La tasa de paro se ha reducido en estos cuatro años, viniendo del 26%; pero, si más del 20% de la población activa está en situación de desempleo, eso significa –resumo– que todos los españoles conocemos a alguien en el paro, sea familiar, amigo o vecino. La angustia es real: según el último Barómetro del CIS, el paro es la primera preocupación para los españoles con un nada desdeñable porcentaje del 79,1%. También el último CIS recogía la opinión de una mayoría de españoles que no percibe la recuperación económica y que manifiesta claramente su insatisfacción, tanto con la situación política como con la política económica del actual Gobierno (en funciones). También, según el CIS, más españoles se declaran de izquierdas que de derechas, quedando un tanto difuminado el centro.
La crisis económica fue muy larga. Los españoles se lo hicieron pagar al Gobierno socialista en las elecciones de noviembre de 2011, otorgando mayoría absoluta –entonces– al Partido Popular. Los que sienten en sus carnes la recuperación económica, volvieron a votar ahora al PP, otorgándole mayoría simple. Aquellos que no ven la recuperación en sus vidas han optado por los llamados partidos emergentes, con la esperanza de que un nuevo enfoque político -distinto al conocido bipartidismo- resuelva sus problemas. En definitiva, “es la economía…”, de nuevo.
Jorge Díaz Cardiel es Socio Director de Advice Strategic Consultants y Autor de ‘La victoria de América’ y ‘Éxito con o sin crisis’.