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Columna
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La recapitalización griega, a contrarreloj

Grecia lucha contra el tiempo para recapitalizar sus bancos. El capital debe ser inyectado a fin de año, cuando las normas de la zona euro sobre los rescates financieros cambian. Esto es para evitar una quita a los depositantes no asegurados, lo que podría provocar que el país entrara en una nueva espiral descendente.

Para cumplir el plazo, muchas cosas tienen que ponerse en orden. Primero, el Banco Central Europeo tiene que concluir las pruebas de estrés a los bancos para decidir la cantidad de capital que necesitan las entidades cuyos balances se han visto afectados por los controles de capitales y la recesión.

Los cuatro bancos de importancia sistémica –Alfa, Eurobank, Banco Nacional de Grecia y Piraeus– tienen que ver si los inversores privados participarán. Si no, la recapitalización será financiada en su totalidad por un préstamo de la zona euro a Atenas, un resultado que daría lugar a una nacionalización casi total y, probablemente, la eliminación de la gestión existente.

Alexis Tsipras, el recientemente reelegido primer ministro de Grecia, también tiene que cumplir con una amplia gama de compromisos que ha hecho a sus socios de la zona euro. Si no lo hace, estos no prestarán a Atenas hasta 25 millones de euros para inyectarlos en los bancos, como se había prometido en el nuevo programa de rescate del país.

El BCE, responsable de la supervisión de los bancos, ya ha realizado una revisión de la calidad de los activos de sus préstamos. Además, ha especificado el escenario base para evaluar sus balances –una caída de la economía del 2,3% este año y un 1,3% el próximo–.

Pero el BCE no ha determinado mínimo exigido a los bancos –la cantidad de capital que se necesitan para aguantar en el caso base–. En el test del año pasado, requirió una ratio de capital core Tier 1 del 8%. Parece que hay voces en BCE que presionan para que esta vez sea más elevada, del 10%.

El supervisor tampoco ha revelado las previsiones económicas o establecido el mínimo exigido en un segundo escenario adverso, que determinará la cantidad de capital adicional que necesitarán los bancos por si las cosas van peor de lo esperado. Parece posible que se necesiten entre 5.000 y 10.000 millones de euros para un primer tramo de capital base y otros 10.000-15.000 millones para el segundo de precaución, con un total de entre 15.000 y 25.000 millones.

El BCE tiene que concluir las pruebas de estrés a los bancos para decidir la cantidad de capital que necesitan

Si los bancos no pueden recaudar todo el capital sí mismos, las normas sobre ayudas estatales de la Unión Europea, vigiladas por la Comisión Europea, exigirán a sus tenedores de bonos subordinados que compartan la carga. Se convertirán en capital, tras una valoración independiente, en un ejercicio coordinado por el Banco de Grecia, autoridad de resolución bancaria del país.

Los bancos tendrán que reunir capital base en forma de capital común. Pero se les puede permitir elevar el tramo de capital del escenario adverso de alguna otra forma, como con acciones preferentes o bonos convertibles contingentes, que se convertirían en patrimonio si en un futuro el capital del banco cayera por debajo de un nivel especificado.

Una ventaja de este tipo de instrumentos es que no diluirían acciones. El problema es que, si hubiera demasiado capital de este tipo, los bancos tendrían dificultades para pagar lo que probablemente serían fuertes cupones anuales.

Otra idea, defendida por Wilbur Ross, el multimillonario inversor estadounidense dueño de acciones de Eurobank, es que la zona euro debería proveer una línea de capital contingente a los bancos. La ventaja de este esquema es que no hay dilución y los bancos tendrían que pagar solo una módica tarifa por el servicio. Pero los reguladores no parecen estar tratando la idea en serio.

En un mundo ideal, no se tocaría a los accionistas privados. Pero muchos de estos inversores son profesionales que ponen su dinero en los bancos griegos sabiendo los riesgos. Es importante tratarlos siguiendo bastante las reglas, pero sin hacer lo imposible para satisfacer sus deseos.

La máxima prioridad es evitar que los depositantes estén obligados a participar en el rescate financiero a costa de sacrificar parte de sus ahorros. Esto significa que todos los involucrados –BCE, ministros de la zona euro, Comisión Europea, Banco de Grecia, bancos y gobierno griego– tienen que ponerse a trabajar sin demora.

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