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Tribuna
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30 aniversario de un hecho histórico

Al celebrar el 30 aniversario de nuestra incorporación a la CEE, recordamos cómo se vivió en nuestro país. Nos parece que puede reflejar bastante bien el ambiente en el que se creó un seminario convocado en Barcelona por el Consell Català del Moviment Europeu en julio de 1984 con el título La Europa mediterránea ante la ampliación. Tres profesores, uno francés, otro griego y un alemán, dialogaron con un grupo de políticos, empresarios y académicos españoles sobre las experiencias y problemas de la presencia de los países mediterráneos en la CEE.

El profesor francés J. Becat explicó cómo la política francesa de las últimas décadas solo se podía entender teniendo en cuenta que la adhesión a la CEE no es solo un acontecimiento burocrático-administrativo, sino algo que afecta a todos los ciudadanos, bien como consumidores, trabajadores, empresarios o, particularmente, políticos.

La entrada en este juego no es, sin embargo, fácil, advirtió el profesor griego Loukas Tsoukalis, porque los que inventaron sus reglas eran países industrialmente maduros y los que están en una fase inferior de desarrollo económico, como Grecia, España y Portugal, se encuentran con dificultades por la desigualdad de las condiciones de sus estructuras económicas, de manera que resulta inevitable el conflicto Norte-Sur. El profesor Jürgen B. Donges defendió que la CEE tenía que establecer compensaciones que permitieran a los países mediterráneos desarrollar una política económica que les pudiera acercar al resto de los países comunitarios, para que aplicasen las reglas de juego comunes sin resultar perjudicados. Se oponía, en cambio, a la concepción implícita de política económica de Tsoukalis, que suponía defender que la incorporación de los países mediterráneos a la CEE debería consistir, más que en ayudas para que pudieran desarrollar sus economías, en unas políticas intervencionistas y de transferencias que, como advirtió el profesor alemán, no se ajustaban a lo establecido en el Tratado de Roma.

A pesar del realismo con que se expusieron, en este y otros debates, los problemas que tendrían que afrontar nuestros países al adherirse a la CEE y que tendrían que ser resueltos con los medios propios de cada país, el Gobierno, presidido por Felipe González y con Miguel Boyer como ministro de Economía y Hacienda, firmó el 12 de junio de 1985 la integración de España en la CEE. Este acontecimiento histórico tendría ventajas e inconvenientes que se trataron de ponderar con objetividad en los ocho años de las negociaciones previas para evitar triunfalismos o frustraciones. La ventaja más inmediata que nos aportaba la firma del tratado sería entrar en la órbita de los países desarrollados, alejándonos de alternativas tercermundistas, pues al entrar en el mecanismo comunitario perdíamos, en parte, alguna soberanía y con ello, la posibilidad de encerrarnos en los voluntarismos, que habían caracterizado nuestra historia económica y a los que tratan que volvamos de nuevo los líderes de Podemos

Los efectos negativos que afectarían a nuestra economía serían las consecuencias de iniciar un proceso de reducción de aranceles aduaneros que, en 1993, habrían eliminado nuestras fronteras económicas con los 11 países de la CEE. Al no ser competitivos, algunos de los productos de nuestras empresas provocarían su quiebra y, aunque en los dos primeros años de la reducción de aranceles, el ciclo coyuntural de nuestra economía siguió creciendo hasta llegar, en 1987, a un máximo del 5,6% del crecimiento del PIB; a partir de esa fecha comenzó un descenso que terminó en un mínimo de menos del 1,2% en 1993, cuando desapareció nuestra frontera económica con los países comunitarios. Afortunadamente, siendo todavía presidente del Gobierno Felipe González y Pedro Solbes su ministro de Economía, el ciclo económico se recuperó, superando los efectos negativos de la eliminación de los aranceles.

El recuerdo de esa valiente decisión debería servirnos a todos, ciudadanos y políticos, para afrontar las dificultades que llevan consigo los cambios producidos en estos 30 años en los que nuestro país ha intervenido en la política comunitaria, de un modo más o menos activo. Y, aunque el proyecto europeo no goza actualmente del apoyo de antaño, no debemos olvidar que por estar en la UE seguimos y seguiremos perteneciendo al grupo de los países desarrollados, teniendo que afrontar las inevitables dificultades de los ciclos económicos, con políticas muy alejadas de las que practicábamos antes de pertenecer a la CEE.

Eugenio M. Recio es profesor honorario de ESADE Business and Law School

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