El BCE no descarta la compra de bonos corporativos
El Banco Central Europeo publicó hoy por primera vez en su historia el acta de su última reunión y desveló, aunque con menos precisión que la habitual en la Reserva Federal, los entresijos del debate que llevó a la institución a tomar el pasado 22 de enero su decisión más arriesgada hasta el momento: la activación de un plan de compras de deuda soberana por 60.000 millones de euros hasta al menos septiembre de 2016. Una expansión cuantitativa en toda regla, siguiendo la estela del camino andado ya por la Fed, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón y que supondrá inyectar liquidez en el mercado por más de 1,1 billón de euros a partir de marzo.
El BCE tomó esta decisión como último recurso con el que combatir la pertinaz baja inflación de la zona euro y también bajo la presión de no decepcionar a los inversores. El documento publicado ayer cita textualmente “las expectativas del mercado sobre las decisiones de política monetaria de la presente reunión”. Y añade que “podría esperarse un revés en la reciente evolución de los mercados financieros si no se anunciaran nuevas medidas de política monetaria”.
Aun así, el gran argumento para la decisión fue la necesidad de estimular la inflación, hasta el punto de que el BCE reconoce que ya no quedaban otras balas en la recámara para tal objetivo. “Las compras de deuda soberana parecen ser el único instrumento disponible con la capacidad suficiente para proporcionar el necesario estímulo monetario para alcanzar el objetivo de estabilidad de precios del BCE”. En definitiva, para acercar la tasa de inflación al entorno del 2%.
El documento apunta también que las compras de deuda “deben emplearse solo como último recurso en un caso de escenario extremadamente adverso, como el de una espiral deflacionista”, un riesgo que al mismo tiempo, rechaza que exista. “No hay evidencia de un serio riesgo de deflación, lo que claramente sería un argumento en contra de movilizar el instrumento de la compra de bonos en la presente reunión”. Esto aparece dentro del argumentario de los miembros del BCE favorables a esperar antes de activar el QE, y que el acta no llega a identificar aunque sí fueron más de uno, por tanto no únicamente Alemania.
“En opinion de algunos miembros, no parece haber urgencia en la necesidad de una acción de política monetaria en la presente reunión”. Y añade que “varias consideraciones a favor de mantener una postura de esperar y ver fueron defendidas por algunos miembros” del consejo de gobierno del BCE.
El BCE también reconoce en el documento que los miembros del consejo manifestaron “cierta cautela” sobre la potencial efectividad de la compra de bonos soberanos, que ya han alcanzado en la zona euro rentabilidades muy bajas. Es más, señala que el efecto de transmisión conseguido por el quantitative easing estadounidense –con efectos directos en las hipotecas y en el mercado inmobiliario gracias al mayor peso del mercado de deuda corporativa– puede ser menor en el caso de la zona euro, con mucha mayor dependencia de la financiación bancaria. Y recoge uno de los mensajes habituales del BCE: que las compras de deuda soberana no pueden verse como un elemento aislado de las reformas estructurales que se reclaman a los gobiernos de la zona euro.
Posible compra de bonos corporativos
Otra de las novedades que revela el acta de la reunión del día 22 de enero es el debate que mantuvo el consejo de gobierno del BCE sobre la deuda corporativa. Los consejeros coincidieron en señalar que la compra de bonos corporativos, de forma complementaria a la de los bonos de entidades supranacionales, “podría ser vista como la extensión más natural” de las medidas de la institución dirigidas a incentivar el crédito.
Sin embargo, estas adquisiciones han quedado fuera del plan presentado, que solo incluye la compra de deuda soberana, además de la de cédulas hipotecarias y bonos de titulización ya activadas el pasado año. El BCE desestimó la adquisición de la deuda corporativa por el actual nivel de rentabilidades y el insuficiente tamaño de este mercado. Pero se hizo hincapié en que “este tipo de activo no debería ser excluido para una futura consideración, si fuera necesario”.
El documento apunta también a que se manejó una cifra inferior para el programa mensual de compras de activos, de 50.000 millones de euros mensuales –incluyendo también las cédulas hipotecarias y los bonos de titulización– que quedó finalmente establecida en los 60.000 millones de euros al mes.
El escaso riesgo compartido, proporcional al diseño de la UE
El acta de la reunión del 22 de enero del BCE hace una escueta mención a la decisión de no compartir el riesgo de las compras de deuda soberana, que recae en un 80% sobre los respectivos bancos centrales nacionales. El riesgo correspondiente por el otro 20% sí se comparte de forma solidaria en función del peso de cada país de la zona euro en el capital del BCE. Según el documento publicado ayer, un diseño de riesgo compartido “sería más proporcionado con la actual arquitectura de la Unión Económica y Monetaria y los tratados bajo los que opera el Banco Central Europeo”. Después de todo, en la zona euro todavía no existen los eurobonos, que serían la máxima expresión de un riesgo compartido al cien por cien para la deuda soberana, puesto que cada país emite a través de su propio Tesoro.
Peligro de desestabilizar la deuda corporativa y la Bolsa
El BCE es consciente del impactante efecto que sus anuncios y sus decisiones tienen en los mercados financieros. El documento publicado ayer revela que el consejo de gobierno del BCE es “precavido” respecto a las posibles consecuencias sobre la estabilidad financiera de intervenir “en mercados ya generosamente valorados”. Así, el anuncio realizado por Mario Draghi el pasado otoño por el que ya avanzaba el posible lanzamiento de un plan masivo de compras de deuda contribuyó a extender el rally bursátil y la caída de la rentabilidad de la deuda soberana. Los efectos secundarios de las compras de bonos soberanos no solo en los precios de la deuda corporativa sino también en la Bolsa pueden desencadenar una incorrecta percepción del riesgo y una exuberancia desestabilizadora, añade.