_
_
_
_
El Foco
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Combinando austeridad y crédito

La revisión a la baja de las previsiones de crecimiento para Europa del FMI alerta de lo erróneo de las políticas de austeridad. El autor cree que lo que España necesita es crédito para estimular su tejido productivo.

Santiago Carbó Valverde

La revisión de las previsiones de crecimiento del Fondo Monetario Internacional (FMI) para la economía mundial ha tenido en Europa la principal referencia negativa. La corrección a la baja de las previsiones de crecimiento ha afectado en esta ocasión a algo más que las economías periféricas. Se ha rebajado la previsión de crecimiento de Alemania para 2013 (del 0,9% al 0,6%) y, de forma aún más drástica, la de Francia (del 0,4% al -0,1%). Por lo tanto, en esta ocasión, el FMI generaliza la preocupación a toda Europa, para alertar sobre lo equivocado de aplicar austeridad y plazos cortos para la consolidación fiscal en el peor momento de la recesión.

El FMI no pretende que se abandone completamente la austeridad en Europa, sino calibrarla

El rumbo de las políticas contra la crisis en Europa no parece el acertado, y para el FMI la constatación de ello es que los problemas de crecimiento se generalizan y ya no afectan solo a los países que tienen que afrontar el mayor reto de reducción de deuda. Reino Unido tampoco se ha librado de la reprimenda, ya que el FMI considera que los planes de recorte fiscal van a tener un efecto más negativo del que se pensaban en la economía británica.

Estas previsiones del FMI se han publicado justo antes de que esta semana se produzca la reunión de primavera de la institución internacional. Entonces, probablemente vendrán recomendaciones muy claras para que Europa cambie de sintonía. Hay quien podría decir que el FMI cambia las previsiones con mucha frecuencia y que, además, los cambios son muy significativos. Incluso aunque esto sea cierto, lo importante es que el FMI marca tendencias y ello parece, además, un empeño de Lagarde, tratar de señalar las políticas más y menos acertadas para influir sobre los planes monetarios y fiscales. El FMI no pretende que se abandone la austeridad en Europa completamente, sino calibrarla. La consolidación fiscal es importante pero los objetivos que se marca Europa son muy ambiciosos. Hacen falta plazos más largos y realistas, sin abandonar la disciplina. Portugal es un ejemplo claro de cómo cumplir con requerimientos muy duros establecidos por Bruselas y casi morir en el intento.

"Portugal es un ejemplo claro de cómo cumplir con requerimientos muy duros establecidos por Bruselas y casi morir en el intento"

España cuenta con la ventaja de ser un país de mayor tamaño y ahora lidia con el objetivo fundamental de alargar esos plazos para llegar al déficit del 3% en 2015 o, casi mejor, en 2016. El apoyo del FMI en este punto puede ser muy importante, precisamente por ese papel orientador y calibrador que parece dirigir los mensajes de esta institución en los últimos meses. De alguna manera, si España consigue algo más de margen, habrá también más espacio para desarrollar políticas más orientadas a cuestiones tan necesarias como el apoyo a la creación de empresas, su financiación y, en sentido último, a la creación de empleo. A España le quedan cuestiones importantes por cerrar en su programa de reformas, y el sector bancario ha emprendido un proceso de reestructuración y recapitalización que aún se está completando. El FMI ha seguido, además, de cerca estos procesos y ha mostrado su apoyo a la mayor parte de ellos. Por eso, llamó la atención que el economista jefe del mismo FMI señalara que existen algunas incertidumbres sobre la situación del sector bancario español, aunque probablemente se exageraron sus palabras.

Teniendo en cuenta que la situación en Europa no parece muy halagüeña en lo institucional –con una unión bancaria que cada vez parece retrasarse más–, lo que España puede conseguir con un esquema más razonable de consolidación fiscal es poder tener algo de espacio para pensar más allá. En ese espacio es preciso volver a insistir en la idea –y en estos días se están debatiendo distintas alternativas– de que la economía española necesita que vuelva el crédito bancario para crecer. Retomar estas cuestiones es síntoma de que cada vez se dedican un mayor número de neuronas a pensar cómo estimular los mecanismos básicos de financiación e inversión en un contexto tan necesitado de ellos como el español. Eso sí, un contexto con alguna peculiaridad, porque la falta de crédito no es solo cuestión de oferta en nuestro país, sino también de demanda. Esto implica que es preciso tener muy en cuenta que, aunque se consiga abrir el grifo del crédito, tiene que haber proyectos suficientes y solventes que financiar. Esto se hace aún más complejo en un país donde ya existe un elevadísimo endeudamiento privado.

En España, la falta de crédito no es únicamente una cuestión de oferta, sino también de demanda

Para solventar la encrucijada de los problemas de demanda de crédito y de apalancamiento hay que establecer varios niveles de acción. El primero y más importante es reconocer que los costes de financiación son demasiado elevados en España en relación a otros países de nuestro entorno. Aunque la prima de riesgo se haya reducido respecto a los últimos meses del pasado año, sigue siendo demasiado elevada. Aquí es donde persisten algunas incertidumbres, porque si se lograra reducir esa prima se atraería inversión externa –como ya se hizo en el pasado– y, con ello, algunas empresas endeudadas pero con viabilidad y proyección recibirían capital y mejorarían su posición financiera. En segundo lugar, hay que establecer incentivos –muchos de ellos están siendo debatidos ahora– para la promoción y estímulo de nuevas empresas, de start-ups, que pueden ser aquellas que estimulen la demanda de crédito ahora lastrada por la situación y expectativas macroeconómicas. En tercer lugar, cuando los costes de financiación (y el riesgo país) sean más moderados y la inversión externa encuentre en España una referencia como lo fue en el pasado, las políticas destinadas a mejorar la oferta de crédito tendrán mucha más profundidad e impacto. Estas políticas pueden diseñarse desde España pero tendrán que contar con la colaboración y actuación de Europa, principalmente a través del Banco Central Europeo (BCE). Se trata de políticas activas que, por ejemplo, utilicen mucho más los valores y préstamos de pymes como colateral o planteen incluso líneas de crédito para estas actividades. Son medidas que, bien diseñadas, pueden tener un mayor efecto que una reducción de tipos de interés en el actual contexto de gran endeudamiento.

En definitiva, empieza a configurarse un panorama en el que, al menos, se comienzan a debatir seriamente distintas formas de estimular la financiación empresarial y no solo en cómo equilibrar las cuentas públicas. Es todo un reto combinar ambas direcciones para tratar de acelerar una recuperación que, en ningún caso, puede ser milagrosa en un país con tan alto endeudamiento privado. El camino es lento porque implica la regeneración de buena parte del tejido productivo español, pero es un camino que hay que empezar a andar cuanto antes, y que de hecho se debió comenzar mucho antes.

Santiago Carbó Valverde es catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School (Reino Unido) e investigador de Funcas.

Archivado En

_
_