La crisis y los mercados emergentes
Hasta el momento, una de las grandes sorpresas de la crisis financiera global ha sido su limitado impacto en muchos de los países emergentes. La razón fundamental está siendo que ésta es la primera gran crisis en la que los precios de las materias primas, empujados por la fuerte demanda de China, no solo no han caído sino que en muchos casos han aumentado. Al mismo tiempo, muchos de estos países también están siendo favorecidos por la fuerte entrada de capitales ante los bajos rendimientos en los países ricos: los países emergentes atrajeron 95.000 millones de dólares el año pasado, una cifra récord de inversión en estos países.
Sin embargo, en las últimas semanas están apareciendo nubarrones preocupantes. Los inversores están empezando a sacar fondos de estos países: solo en una semana del mes de febrero los inversores sacaron 7.000 millones de euros de los países emergentes, que representa la mayor salida de capital en tres años. Las razones fundamentales que ha llevado a esta salida han sido las incertidumbres generadas por la inestabilidad en los países árabes; así como el aumento generalizado de la inflación en muchos los países emergentes, causada en gran parte por los aumentos de los precios de los alimentos.
En este sentido, no solo hay preocupación por los efectos económicos que la inflación puede tener en estas economías, sino sobre todo por el posible impacto social de este aumento de la inflación, ya que puede llevar a nuevas explosiones sociales y, por consiguiente, a una mayor inestabilidad en estos países. Brasil, China, India e Indonesia están respondiendo a estas presiones inflacionistas con subidas en los tipos de interés. En Brasil, la presidenta Rousseff está planeando cortes en el presupuesto de entre 40.000 y 50.000 millones de dólares para reducir el déficit del país (fue del 2,7 en 2010), y acaba de ganar una batalla a los sindicatos que pedían un salario mayor con la aprobación del nuevo salario mínimo nacional de 545 reales.
En Argentina, donde hay grandes sospechas de que el Gobierno manipula las cifras de inflación, los precios están otra vez disparados. Según los observadores imparciales la inflación aumentó entre un 25% y un 30% el año pasado (según el Gobierno, fue de un 10,9%), la cifra más alta desde la crisis de 2002. Los más desfavorecidos son los que más están sufriendo las consecuencias de las subidas de los precios de los alimentos, que también están afectando a las clases medias, como se manifiesta por la subida de los niveles de endeudamiento en tarjetas de crédito, que aumentaron alrededor de un 45% el pasado año. Pese a que la economía argentina creció un 9,5% en 2010, la pobreza ha subido al 30% de la población, a niveles aún superiores a los de la crisis de los 90. No nos debe sorprender por consiguiente que los inversores estén alarmados.
Además, los inversores parecen claramente preocupados por el recalentamiento de otras economías, como China o la India, y desde el último trimestre del pasado año parece que se está produciendo un giro de los inversores hacia los países más desarrollados en Europa, EE UU y Japón, que han recibido un flujo de capitales de 6.600 millones de dólares en las últimas semanas. La crisis de Egipto parece haber sido la espoleta final en este giro. El precio medio de las acciones en los países emergentes ha caído un 3%, y en la India, un 11%.
Por último, uno de los grandes peligros es que estos países caigan en lo que se denomina la enfermedad holandesa, según la cual la actividad industrial se estanca; caen las exportaciones por la apreciación de la moneda (causada en parte por el influjo de capitales) y la inflación; y se produce una migración del sector manufacturero a los servicios. Hay indicios, sobre todo en Latinoamérica, de que algunos países se están empezando a contagiar de esta enfermedad, ya que la subida de los precios de las materias primas está empezando a causar una desinversión y una caída de la demanda de empleo en los sectores transables.
Todos estos fenómenos nos deben de causar preocupación porque los países emergentes han sido la tabla de salvación de las economías desarrolladas durante la crisis. Es también de nuestro interés que pongan sus casas en orden y sienten las bases de un crecimiento sostenible.
Sebastián Royo. Catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Suffolk en Boston