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Columna
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La banca italiana no se fía de Tremonti

Los bancos italianos tienen razón en no fiarse de la última incursión de Giulio Tremonti en su territorio. El ministro de Finanzas planea que el Gobierno central tenga la supervisión de los préstamos. Esto es ir demasiado lejos.

En realidad, el sistema tributario debe venir con representación. Tremonti ha prometido 12.000 millones de euros del dinero de los contribuyentes para rescatar los bancos, pues tiene un caso por una suerte de descuido. Pero esto es tradicionalmente responsabilidad del Banco de Italia.

Tremonti, sin embargo, desconfía del banco central, en parte porque los bancos comerciales son en realidad los accionistas del Banco de Italia -una estructura de propiedad abandonada hace mucho en otros países-. También, ésta es una burocracia que el Gobierno electo no contempla.

La ley crea los prefectos; representantes del Ministerio de Interior en la comunidad local, responsables de asegurar que los fondos del rescate alcancen a los negocios de pequeño y mediano tamaño. Tremonti tiene derecho a querer ayudar a los empresarios locales, que son el alma de la economía. Italia se enfrenta a una más profunda recesión que sus vecinos más próximos. El PIB está previsto que se hunda este año hasta un 3%. Y el Gobierno está demasiado endeudado -el último cálculo muestra una deuda del 106% del PIB- para ser de mucha ayuda.

Pero Tremonti habría hecho mejor en haber animado el ahora atascado plan para que el Banco de Italia logre librarse de su anómala estructura accionarial. Los prefectos no son las personas adecuadas para supervisar los préstamos. Suelen llegar con experiencia policial, educados en el manejo de armas, no de balances.

A Tremonti no le gusta lo que él llama mercadismo. Esto le da una antipatía intelectual hacia el gobernador del banco central, Mario Draghi, un antiguo banquero de Goldman Sachs y partidario del mercado. Pero esto no es razón para entrometerse y reñir, lo que hace a los negocios en Italia mucho más complicados.

Además, hay demasiados precedentes en Italia de reclutamiento de diferentes supervisores para vigilar a los demás. El resultado: la reputación de corrupción en Italia es mucho peor que la de otras grandes economías. El último plan es demasiado probable que mantenga esa mala reputación intacta.

Por Rachel Sanderson

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