El riesgo de echar al traste la subida del SMI
El salario mínimo ha subido un 54% desde 2018 hasta alcanzar el 60% del salario medio, como establece la carta social europea. A partir de ahora hay que ser cautos para no crear efectos adversos en el mercado laboral
El Ministerio de Trabajo ha puesto en marcha la liturgia para subir el salario mínimo interprofesional (SMI) de cara al próximo año. Ha convocado al grupo de expertos que debe calcular la revalorización de los sueldos más bajos en 2025. Los agentes sociales tendrán que formar parte de una negociación que será compleja y que con mucha probabilidad acabará sin acuerdo porque la patronal sostiene que los sueldos están subiendo más que la inflación.
Las estadísticas confirman que los salarios están creciendo más que el coste de la vida. La última estadística de costes laborales difundida ayer por el INE sitúa la revalorización salarial en el 4,9% hasta el tercer trimestre. Y los datos de convenios, que elabora el ministerio que dirige Yolanda Díaz, refleja una subida del 3,74%. Aun así, los trabajadores no han recuperado aún el poder adquisitivo perdido durante la crisis del coste de la vida, que arrancó en 2021.
Los empleados más precarios, sin embargo, han visto como el SMI se ha revalorizado un 54% desde 2018. Son los que más han visto mejorada su situación laboral en los últimos años en pleno encarecimiento de la cesta de la compra. El Gobierno ha hecho un esfuerzo para elevar el salario más bajo para cumplir con la carta social europea, que aconseja equiparar el SMI al 60% del salario medio. La discusión entre los expertos está en la definición de qué es el salario medio. Más allá de estas discusiones, los debates sobre los efectos económicos de la subida se centran en tres puntos: si estás revalorizaciones contribuyen realmente a reducir la desigualdad, si afecta al cambio de modelo productivo hacia sectores con más valor añadido y si perjudica a la creación de empleo.
La evidencia práctica es que hay más trabajadores y menos desempleados que nunca. La ocupación ha seguido creciendo a buen ritmo, pese a que el salario mínimo ha pasado de los 736 euros brutos al mes en 2018 a los 1.134 euros de este año. Es un hecho que no se ha destruido empleo y se ha reducido la brecha con los salarios medianos. Los académicos tendrán que analizar aun si se pudiera haber creado más empleo sin estas subidas, pero parece evidente que no se ha producido un perjuicio al mercado laboral. La literatura publicada coincide en que esta alza salarial no ha provocado un efecto adverso.
Pero el SMI se sitúa ya en la frontera del 60% del salario medio. Y habría que ser cautos a la hora de aprobar nuevas subidas superiores a la inflación. El recorrido que se ha hecho hasta la fecha ha supuesto un gran alivio para miles de familias, pero pasarse del nivel sin aumentos de productividad y solamente por motivos ideológicos podría echar al traste el éxito logrado hasta la fecha.