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Las claves
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las claves: las ventajas de la jubilación parcial y la amplia definición del Estado

Favorecer las fórmulas mixtas de retiro es bueno para los empleados y para las empresas

CINCO DÍAS
La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz.
La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz.Borja Sánchez-Trillo (EFE)

Uno de los motivos por los que los españoles compaginan menos la pensión con el empleo que otros europeos es que su sistema es más generoso (y más insostenible) y, por tanto, no se ven obligados a seguir trabajando para llegar a fin de mes. Esa es la razón buena –para los jubilados actuales, no tanto para los del futuro–; la razón mala es que, para variar, la burocracia dificulta la fórmula mixta. Para muchos veteranos, reducir poco a poco su jornada laboral es una manera estupenda de mantenerse activos sin tener que soportar sesiones extenuantes; también es bueno para la empresa, que puede seguir aprovechando sus conocimientos y experiencia.

El Gobierno pretende reformar la jubilación parcial para favorecer una transición más suave; si consigue que se apruebe en el Parlamento (harto difícil, dado el rechazo de los socios del Ejecutivo a algunas partes de la reforma), tampoco está claro que a las compañías les compense mantener un jubilado parcial si se ve obligado a contratar al relevista a tiempo completo, como contempla el acuerdo alcanzado con los sindicatos.

Stellantis y un acuerdo bueno para España, pero sintomático para Europa

Síntoma de los tiempos que atraviesa la industria del automóvil, Stellantis y la china CATL han llegado a un acuerdo para montar la mayor planta de baterías de España. Sin los chinos –a pesar de ellos o gracias a ellos– no se entiende el futuro del automóvil. Bruselas continúa en un tira y afloja con el gigante asiático por los aranceles a sus vehículos, lo que ha retrasado la firma del pacto, que viene con otra condición de lo más reveladora: alcanzar la capacidad máxima de producción dependerá de la evolución del (deprimido) mercado de los vehículos eléctricos en Europa y del “apoyo continuo de las autoridades en España y la Unión Europea”.

El dinero que no ingresa el Estado, va también al Estado, que “somos todos”

Dice Carles Puigdemont que Pedro Sánchez “no es de fiar”, y que este debería presentar una moción de confianza. En realidad, Junts, el partido que dirige en fórmula de teletrabajo, no tiene ninguna necesidad de derribar al Gobierno, porque se sale con la suya en la mayoría de las ocasiones. Ahora ha pactado con el PP, y con el apoyo de PNV, ERC y Vox (transversal alianza donde las haya), acabar con el impuesto sobre la producción eléctrica –creado justamente con un Ejecutivo popular–, que ya no es tan necesario, al haberse reducido notablemente el déficit del sistema. Sería dinero que perdería el Estado, pero que ganarían los particulares y las empresas, que también, según Sánchez, son el Estado, porque “el Estado somos todos”.

La frase del día

“Los altos niveles de deuda soberana son una de las mayores amenazas, si no la mayor, de cara al futuro para la economía mundial. Si los Gobiernos esperan a que los mercados despierten, será demasiado tarde”

Claudio Borio, jefe del departamento económico y monetario del Banco de Pagos Internacionales

La RAE y el amplio margen entre la adaptación y el esplendor

El lenguaje tiene la manía de no acomodarse a lo que sus puristas quieran, sino a lo que sus hablantes dicen. Por eso, y como cada año, la Real Academia Española, adapta el diccionario a todas expresiones que, aunque no estaban recogidas en la carta magna del castellano –o español–, se han instalado en el hablar popular.

Así, con la introducción del anglicismo espóiler –revelación de detalles importantes de una obra de ficción– o de la reiteradísima fórmula “zona de confort” –esa de la que, dicen, hay que salir, como si hubiera algo malo en estar cómodo–. la Academia cumple con su propósito de salvaguardar la unidad del idioma mientras recoge sus transformaciones. Si esto contribuye, como también recoge su estatuto, a su esplendor, ya es harina de otro costal.

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