La receta para crecer del ‘big pharma’ europeo: apostar por EE UU
Invertir en fábricas en el país o hacer operaciones corporativas pueden protegerlas de los aranceles
La mayor amenaza para las farmacéuticas europeas procede de EE UU. Donald Trump, y su propuesto secretario de Sanidad, Robert F. Kennedy Jr., suponen un tóxico cóctel de nacionalismo America First y sentimiento antifarmacéutico, algo doblemente malo desde la perspectiva de Novo Nordisk o Roche. Irónicamente, la mejor manera de mitigar estos riesgos es acercarse al origen del problema. Más inversiones en EE UU, e incluso fusiones, podrían ayudar.
La victoria de Trump ha pasado factura a las farmacéuticas. Seis grandes europeas –Novo Nordisk, Roche, Novartis, AstraZeneca, GSK y Sanofi– han perdido en conjunto 86.000 millones de dólares, o un 6% de su valor bursátil, desde el día anterior a las elecciones, frente a una caída agregada más ajustada del 2% para los principales grupos de EE UU. El temor generalizado en el sector está relacionado con Kennedy, conocido como RFK, que desconfía de la industria farmacéutica en general y de las vacunas en particular. Fuentes de las farmacéuticas europeas declaran su preocupación por lo que consideran su falta de pedigrí en materia de salud pública y su postura general contraria a la ciencia. Las farmacéuticas estadounidenses deberían sentir lo mismo.
Sin embargo, lo que preocupa a los inversores de Sanofi o Roche es que la agenda de RFK y Trump pueda tener un sesgo antieuropeo. En septiembre, el candidato al Gabinete dijo que los legisladores deberían limitar los precios de los fármacos para que las empresas no puedan cobrar a los pacientes de EE UU sustancialmente más que a los del otro lado del Atlántico. La discrepancia, escribió en un artículo de opinión para el Wall Street Journal, tiene que ver con que las autoridades sanitarias nacionales de Europa suelen negociar con los fabricantes en nombre de todo el país, lo que les permite mantener los precios bajos. Esto no ocurre en EE UU.
RFK citó como ejemplo el fármaco para la diabetes y la obesidad Ozempic, de Novo Nordisk, afirmando que en Alemania cuesta una décima parte que en EE UU. Es un área sensible para los europeos, ya que los altos precios al otro lado del charco a menudo subvencionan la investigación de medicamentos y las ventas baratas para el resto del mundo.
Mientras, el posible arancel universal a la importación de Trump podría golpear al sector, causando estragos en su competitividad y rentabilidad en EE UU. En 2023, la UE exportó el 33% de sus medicamentos a EE UU, que suele ser uno de los mercados con mayores márgenes. A menos que los fabricantes puedan repercutir los costes de los aranceles propuestos (10%-20%), sus resultados se resentirán.
El antídoto a todos estos problemas con EE UU, paradójicamente, está en el origen. Las firmas europeas tienen que hacerse más estadounidenses. Una opción es impulsar la fabricación allí, evitando así los aranceles. Sería difícil hacerlo deprisa, pero hacer grandes promesas y empezar a trabajar en un nuevo emplazamiento podría probablemente ganarse el favor de la nueva Administración. Negociar también podría ayudar. Novo Holdings, matriz de Novo Nordisk, anunció en febrero que invertiría 16.500 millones de dólares en el fabricante de fármacos Catalent. En la web de esta hay más centros en Norteamérica que en otras regiones, lo que implica que el gigante danés se ha comprado una posible cobertura arancelaria. El único problema de esta estrategia es que las fusiones y adquisiciones en EE UU, al igual que la mano de obra, no son baratas. Calculamos en su momento que Novo obtendría un retorno de la inversión inferior al 3%.
Otra estrategia podría ser que los grupos europeos utilizaran las fusiones para cambiar radicalmente su mix de ingresos, en lugar de limitarse a su huella de fabricación. La compra de una de las muchas biotecnológicas de EE UU de gran tamaño y rápido crecimiento, por ejemplo, sería de gran ayuda. Puede sonar extraño, ya que los planes de RFK podrían frenar el crecimiento en ese mercado. Pero la idea sería poner en marcha una transformación para pasar de ser un fabricante europeo a uno estadounidense. El siguiente paso lógico sería trasladar a los principales ejecutivos a Nueva York, e incluso cotizar en Bolsa. Si el mayor y más lucrativo mercado farmacéutico del mundo se está volviendo más nacionalista, podría decirse que tiene sentido que los gigantes europeos se pongan bajo su paraguas.
Muchas de las empresas en peligro también tienen sus propias razones idiosincrásicas para inclinarse hacia EE UU. Novartis, por ejemplo, está a la cabeza del mercado europeo y, por tanto, puede tener dificultades para seguir creciendo en su región de origen. China, que antes podía parecer una opción de inversión atractiva, ahora parece dudosa ante la perspectiva de una guerra comercial con EE UU.
Tampoco es que la República Popular envíe señales de bienvenida. Si no, que se lo pregunten a AstraZeneca. La firma anglo-sueca reveló a finales de octubre que Leon Wang, director de su negocio en China, estaba “cooperando con una investigación en curso”. La empresa confirmó luego que Wang había sido detenido por las autoridades. El CEO de Astra, Pascal Soriot, ya ha puesto en marcha su giro estadounidense. A principios de este mes, anunció una inversión de 3.500 millones de dólares en investigación y desarrollo en EE UU, junto con un plan para crear más de 1.000 empleos.
Y a pesar de las preocupaciones de RFK, las farmacéuticas de EE UU siguen cotizando a un precio superior al de sus rivales europeas más directas, lo que sugiere que los inversores creen que el crecimiento se mantendrá. En el mercado al rojo vivo de la obesidad, por ejemplo, Eli Lilly cotiza a 34 veces los beneficios previstos para 2025, según Visible Alpha, mientras Novo Nordisk tiene un múltiplo de 27. Del mismo modo, AstraZeneca y Novartis cotizan a 14 y 13 veces sus respectivos beneficios previstos, mientras que AbbVie, con sede en Illinois, lo hace a 15 veces.
Nadie sabe exactamente qué hará Trump con los aranceles o los precios de los medicamentos, y hay aún más incertidumbre sobre cómo se propagarán los efectos al resto del mundo. Pero los inversores parecen convencidos de que los grupos europeos saldrán peor parados. Razón de más para un volantazo estadounidense.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías