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Opa hostil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En el adiós de De Cos al Banco de España: transformación interna y reequilibrio de poder

El Gobierno afronta el relevo con inquietud a resultas del peso alcanzado por el PP en estructuras claves del organismo y con la actualización del Plan Estratégico, que vence este año, en el foco

El gobernador del banco de españa, Pablo Hernández de Cos.
El gobernador del banco de españa, Pablo Hernández de Cos.Pablo Monge

Primer acto. Corría el año 2018 y una fecha aparecía marcada en rojo en el calendario. Mariano Rajoy afrontaba el 31 de mayo una moción de censura que escondía todo un jaque mate a su Gobierno. Lo hacía apenas horas después de sacar adelante el proyecto de Presupuestos Generales del Estado, lo que en principio le daba aire. Tres días antes, con ese caldo de cultivo, Román Escolano, ministro de Economía, Industria y Competitividad, anunciaba la designación de Pablo Hernández de Cos como gobernador del Banco de España en sustitución de Luis María Linde. La decisión provocaba una avalancha de críticas por parte de la oposición, beligerante con la ética y estética de un nombramiento efectuado en el descuento, cuando la legislatura amenazaba ruina. Defendió Escolano que De Cos, un hombre de la casa, de ilustre currículo y buenos lazos con Fráncfort, carecía “de cualquier vinculación o adscripción política”; en suma, revistió la elección de un carácter técnico. A la vista del desempeño en estos años del gobernador hoy saliente, el exministro puede mirar hacia atrás sin ira a la hora de revisitar la que quizás fue la decisión más trascendente en los apenas tres meses que fue titular de la cartera. No es poca cosa si se recuerda que la resolución incluso desafió los designios de su antecesor, Luis de Guindos, que tenía otra idea en la cabeza para el supervisor antes de poner rumbo a la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE).

El contenido enfado socialista fraguó semanas después en la elección de número dos para el banco. Hartos de estar hartos de Javier Alonso, de perfil conservador, en una interinidad de facto tras la salida a medio mandato de Fernando Restoy y crítico con medidas estrella del nuevo gabinete de Pedro Sánchez, el flamante Gobierno aprovechó su esperada dimisión para apostar, allá por el mes de julio, por Margarita Delgado, otro perfil de la casa. Delgado se convertía en la primera subgobernadora del Banco de España. Técnica impecable, con una trayectoria apreciable en la supervisión de los mayores bancos de la zona euro dentro del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), solo vínculos colaterales con el caso Popular encendieron alguna alarma en quien quiso prenderla. Ni De Cos ni Delgado, más allá de los caminos que llevaron a sus nombramientos, han sido dúctiles con el poder político durante sus respectivos mandatos. Más bien todo lo contrario. Los roces entre el supervisor y conspicuos miembros del Gobierno en virtud de las posiciones del organismo en cuestiones como la reforma de las pensiones, la subida del salario mínimo o incluso sobre la oportunidad de publicar determinadas proyecciones macroeconómicas están más que de sobra documentados. La mayor o menor independencia a la hora de afrontar los issues no es, empero, la única forma de desbrozar el conflicto.

“Es insólito. No hay un banco central en el mundo que opine de cuestiones tan ajenas al sistema financiero, que es su negociado. ¿El entorno macroeconómico? De acuerdo, pero más allá... No hay más que ver los briefings que se convocan con el servicio de estudios, tan sesgados en temática”, confesaban recientemente, con el relevo ya a la vista, fuentes conocedoras del sentir en el Ejecutivo. Por tanto, al margen de los aspirantes a gobernar el Banco de España que, como el Guadiana, aparecen y desaparecen en estos días, la cuestión de fondo es si el Ejecutivo apostará por una senda continuista, una aproximación más política o una dupla que asuma la directriz de acometer ciertos cambios. Desde luego, sí se desliza como imprescindible forjar un reequilibrio de poder en alguno de los principales órganos del Banco. La inquietud, de hecho, radica en una instancia: la Comisión Ejecutiva.

“Es la nave que pilota el banco”, aseguran fuentes internas de la casa. “Se reúne todas las semanas. La gobernanza en la institución es un poco tramposa, en tanto se percibe como un órgano colegiado, pero la Comisión Ejecutiva controla la entidad y no deja de tener un punto personalista”, expone una fuente que ha trabajado en el supervisor al más alto nivel, En efecto, según relata el propio Banco de España en su página web, no solo tiene la función de formular a las entidades “recomendaciones y requerimientos”, sino que resuelve sobre las autorizaciones administrativas o acuerda “medidas de intervención y sustitución de administradores”. Es decir, todo lo importante pasa por ese conciliábulo, de las circulares internas a los expedientes sancionadores. De hecho, la composición de la sala es bastante exclusiva, en tanto apenas forman parte de la misma gobernador, subgobernador y dos consejeros no natos. Asisten a las reuniones, eso sí, los directores generales de la entidad. Para entender qué está pasando en ese cónclave vip, las auténticas catacumbas del Banco de España y albacea último de sus secretos, hay que mirar de nuevo hacia atrás.

El ‘efecto Fernández’

El segundo acto se desarrolló en febrero de 2023, fecha marcada para la renovación de dos consejeros del banco. En el caso del PSOE, Nadia Calviño no encontró nadie más idóneo para el cargo que Judith Arnal, a la sazón su exjefa de gabinete. En paralelo, no tenía demasiado claro la exvicepresidenta que el PP debiera tener la potestad de nombrar a un representante afín, debido al persistente bloqueo popular a la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). No hizo falta, empero, que Calviño se empleara a fondo a la hora de complicar la vida a los populares. Ellos mismos se bastaron a la hora de pavimentar su camino hacia el infierno. Eligieron a Antonio Cabrales, catedrático de la Universidad Carlos III, como relevo de Fernando Eguidazu. No tardó en aflorar que el profesor era tan independiente como amigo de los independentistas, a los que en 2018 echó una mano al firmar una carta de apoyo a la prófuga consejera de la la Generalitat, Clara Ponsatí. Los populares rápidamente dijeron Diego y sacaron de la chistera otro nombre, el de Fernando Fernández, profesional respetado y con criterio propio, netamente liberal, execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del servicio de estudios del Santander Central Hispano, entre otros cargos.

Tras la polvareda mediática, el movimiento tuvo un efecto colateral de alcance. Fernández se incorporó de forma inmediata a la citada Comisión Ejecutiva, en sustitución de Eguidazu y completando el cuarteto junto a De Cos, Delgado y la consejera de linaje progresista Soledad Núñez, miembro de la misma desde septiembre de 2018. Diversas fuentes conocedoras de esas reuniones destacan el peso que, acompañado de indisimulada combatividad, ha adquirido Fernández. Precisamente, se apunta a esa ascendencia en sectores concretos del Ejecutivo para defender la necesidad de generar nuevos contrapesos. Núñez, exdirectora del Tesoro e ilustre miembro del club de los minesotos que abandera Miguel Sebastián, fue en su día la frustrada opción de Alfredo Pérez Rubalcaba para compartir cartel con Linde al frente del Banco de España. Sus vínculos más próximos con el PSOE enlazan con una generación que hace tiempo perdió paso en Ferraz. De Cos y Delgado tampoco pasan -valga la ironía- por activistas de izquierdas. La sensación en el entorno de Sánchez es que debe aprovecharse la renovación de gobernador y subgobernador para reequilibrar el poder en la gestión de la entidad, especialmente en la citada Comisión Ejecutiva.

El relevo en la cúpula coincide con un momento más que propicio para implementar los retoques que precise el modelo, en tanto en este año 2024 culmina el primer Plan Estratégico que la institución puso en marcha allá por 2020, un vencimiento que no solo obliga a una evaluación global de cumplimiento, sino también a la puesta en marcha de una nueva hoja de ruta. Pablo Hernández de Cos ha marcado un antes y un después en la gestión de la comunicación del Banco del España, así como en la proyección internacional del mismo. Eso sin contar con su propia evolución personal en los círculos de la política monetaria comunitaria, donde a medio plazo debería ser un valioso activo para cualquier partido. No obstante, sin perder los hallazgos del mandato que ahora termina, la labor de transformación interna del banco y sus vetustas estructuras probablemente no ha hecho más que empezar. Las evaluaciones llevadas a cabo entre 2020 y 2024, a lomos del citado Plan Estratégico, se han centrado en cuestiones como las proyecciones macroeconómicas, las actividades de investigación o la auditoria interna. De Cos ha puesto la primera piedra, pero tal vez toque mirar más hacia dentro en la próxima actualización estratégica.

El tercer acto, por tanto, tendrá lugar a partir de una fecha tan infausta como el 11 de septiembre. Ese día, Margarita Delgado, sin solución de continuidad, cumplirá seis años como subgobernadora y dirá adiós. Desde ahora y hasta entonces, será la cabeza visible del organismo en funciones, en lo que supone toda una anomalía. Puede incluso darse la paradoja de que la Comisión Ejecutiva ni siquiera alcance el quórum en caso de que alguno de sus miembros sufra cualquier eventualidad. En todo caso, en menos de tres meses el relevo en la cúpula tiene que estar decidido. Tal vez algo tenga que ver en el ultimátum lanzado por Sánchez al PP para renovar el CGPJ, la llave que abre todas las puertas al pacto en los organismos reguladores. El Banco de España es demasiado importante para ser presa de la refriega política, que ya se cobra dos meses de parálisis. Toca ponerlo en valor y no echar por tierra lo avanzado. Y a partir de ahí, mirar hacia adelante.

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