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Para pensar
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Europa es de nuevo la economía!

Hay que ampliar la UE e incrementar la integración financiera y política para salvaguardar la independencia y la seguridad, y el bloque debe ser más abierto frente a una inmigración ordenada

Unión Europea
Banderas de la Unión Europea.

La campaña electoral al Parlamento Europeo no parece que esté yendo de economía. Y, sin embargo, lo que vaya a ser de Europa en las próximas décadas se va a decidir en el campo de la economía durante la próxima legislatura 2024-29. De las elecciones de este domingo y de la Comisión que salga de ellas dependerá la respuesta que los europeos queramos dar a los retos multinivel que nos afectan y, por tanto, del papel que queramos desempeñar en el nuevo orden mundial que salga de la confrontación por la hegemonía iniciada ya entre USA y China. Los europeos tenemos que introducir en la ecuación, además, la amenaza a nuestra seguridad y valores representada en nuestro propio suelo por Putin y sus terminales en nuestros países.

El siglo XXI no discurre por lo previsto en sus inicios, con la caída del comunismo soviético, desde un neoliberalismo tan ingenuo como equivocado. Así, asistimos al regreso del Estado tras el fracaso del mercado en la crisis financiera de 2008 y, tras la pandemia, se frena la globalización ante la evidencia de que existen damnificados por ella en Occidente que canalizan su enfado votando populismo, y se descubre que la interdependencia total entre países no elimina los conflictos de poder entre naciones, incluyendo la guerra.

China quiere construir un orden mundial distinto al occidental, dando pasos que lo hacen creíble (Nueva Ruta de la Seda, controla materias primas estratégicas, cadena de valor de semiconductores, líder en tecnología de la IA, subvenciona la exportación de productos como placas solares …). Estados Unidos ha reaccionado a este desafío abriendo una guerra tecnológica y comercial con China, impulsando su propia industria nacional de chips y acelerando su transición energética y tecnológica con subvenciones públicas. ¿Y Europa?

La pandemia evidenció la vulnerabilidad europea frente a suministros de productos esenciales como los farmacéuticos, cuando se interrumpieron las cadenas globales de valor. La guerra de Ucrania evidenció nuestra vulnerabilidad energética por la dependencia del gas ruso y en materia de defensa por nuestra dependencia de Estados Unidos. Ahora, el conflicto abierto entre USA y China evidencia la vulnerabilidad europea en asuntos estratégicos como inteligencia artificial, chips, paneles solares o industria de defensa.

La UE ha ido diseñando a lo largo de la legislatura que acaba una respuesta al triple desafío con que nos encontramos: fortalecer, por razones de seguridad, nuestra autonomía en sectores estratégicos (tecnología digital, energía, defensa…) en un mundo en fragmentación creciente; reaccionar a la pérdida de competitividad frente a China y EE UU; recuperar capacidad de acción internacional como actor relevante en el nuevo orden en construcción. Y lo ha hecho poniendo en marcha acciones novedosas en otros tres niveles: instrumentos comerciales contra la competencia desleal y la distorsión en los mercados introducida por China; impulsando la respuesta conjunta en asuntos como Estrategia de Datos, Ley de Chips o la primera Estrategia Industrial de Defensa; articulando iniciativas europeas de financiación de proyectos conjuntos como los Next Generation, el Fondo Europeo de Defensa o una mayor integración de los mercados de capitales (Informe Letta).

La legislatura 24-29 tiene que representar la consolidación de esta nueva apuesta estratégica, mediante la revisión del marco presupuestario, la política de competencia, las ayudas de Estado y la política comercial, en lo que debe ser un giro de 180 grados a la arquitectura económica y financiera actual en la dirección de mayor integración a escala europea de los sectores y políticas definidos como estratégicos. Entre ellos, dado el peso creciente del factor envejecimiento de la población y su impacto sobre el mercado laboral y el gasto en pensiones, la política de inmigración desde una perspectiva diferente a lo propuesto estos días por varios Estados miembros.

Es previsible que en la legislatura entrante se tenga que abordar, también, otro asunto no menor, que depende mucho de la evolución de la guerra de Ucrania: una nueva ampliación de la Unión hacia los ocho países candidatos del este de Europa, con todo el impacto económico y político que ello tendrá, sobre todo, en las relaciones con esta Rusia.

El Parlamento y la Comisión que salgan de las elecciones de este domingo van a tener que adoptar decisiones trascendentales para todos los europeos. Sin duda, las más importantes de los últimos años. En un contexto mundial de elevada volatilidad y una pugna creciente por definir el nuevo orden internacional, en un contexto europeo de guerra y con una potencia, Rusia, que ha dado pruebas de su expansionismo agresivo, y en un contexto tecnológico en el que el futuro viene tan rápido que nos atropella sin darnos mucho tiempo para pensar en las decisiones. Necesitamos lo que Draghi llama “un cambio radical”, porque nuestra organización, toma de decisiones y financiación se diseñaron para el mundo de antes.

La Europa que necesitamos hoy los europeos tiene que ser más Europa (ampliación), con mayor integración económica y política si quiere salvaguardar su independencia y seguridad, así como más abierta frente a una inmigración ordenada. Una Europa construida desde los valores socioliberales y de cohesión que han definido el éxito de su proyecto, desde que la Segunda Guerra Mundial, primero, y la caída del Muro de Berlín, después, derrotaron a las fuerzas de la oscuridad en nuestro territorio.

Una Europa más federal y más democrática, en la que los Estados miembros seguirán desarrollando un papel crucial, redefiniendo el concepto de subsidiariedad y asegurando la cohesión interna entre países y territorios. Habrá, pues, un espacio para el consenso nacional en España: para evitar que los países con más peso prioricen sus intereses nacionales en los grandes proyectos europeos, relegándonos al resto al papel de proveedores secundarios. Un momento crucial para todos nosotros y nuestros hijos, que corre el riesgo de opacarse ante tanto fuego de artificios como estamos viendo en la campaña. Son las elecciones europeas más importantes en mucho tiempo y así, espero, debemos tomarlas y votar, a favor de la historia.

Jordi Sevilla es economista

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