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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Competencia desleal o carrera arancelaria

Resulta difícil sostener que los países no tengan política industrial, pero un movimiento pendular hacia otro extremo, también entrañaría costes

CINCO DÍAS
Xi Jinping y Joe Biden
Xi Jinping y Joe Biden, durante una cumbre de la APEC (Cooperación Económica Asia-Pacífico) en Woodside (California), en noviembre de 2023.Kevin Lamarque (REUTERS)

EE UU ha dado la campanada al anunciar que multiplica por cuatro los aranceles a las importaciones de chips y vehículos eléctricos chinos, así como otros gravámenes a baterías, placas fotovoltaicas, aluminio y hierro, entre otros bienes y materiales, alegando “prácticas comerciales injustas en torno a la transferencia tecnológica, la propiedad intelectual y la innovación”. El régimen de Xi Jinping, recalca la Casa Blanca, está inundando los mercados globales “con exportaciones de precios artificialmente bajos”. Aunque el efecto sobre los automóviles es muy limitado –China apenas los exporta a EE UU–, la medida sigue unos años de apuesta millonaria de Washington por su industria local.

Esto lleva a un dilema clave: dónde está la frontera entre la política industrial y el proteccionismo, dónde termina el impulso a la empresa local y empieza un nacionalismo económico negativo. Con toda seguridad, la respuesta a esta pregunta ha ido cambiando con el tiempo; Bill Clinton, también demócrata, no hubiera respondido lo mismo que Biden.

El conjunto del mundo ha desandado parte del camino de la globalización en los últimos años, alentado por la pandemia, los conflictos regionales y las heridas de la desindustrialización en las economías occidentales. Estas últimas tuvieron un peso relevante en la victoria electoral de Donald Trump en 2016 y Biden lo tuvo muy en cuenta durante su campaña de 2020. El veterano demócrata ha hecho bandera del Made in America, ha ensalzado el empleo de mono azul y ha mantenido un discurso muy duro contra la competencia desleal de China, además de, dicho sea de paso, la mayor parte de los aranceles que impuso su predecesor republicano. Con él se verá las caras en las urnas en noviembre, y también en ese contexto debe enmarcarse esta andanada.

Pero el impulso a las fábricas locales también figura entre las tribulaciones de la UE, especialmente a cuenta del aluvión de venta de coches eléctricos chinos de bajo coste. En apenas unos meses, Bruselas ha abierto diferentes investigaciones por las prácticas comerciales de Pekín.

La carrera también se está dando entre países aliados. El arsenal de ayudas aprobadas por Washington en 2022 para impulsar la transición energética ha sido respondido con otros programas en Europa, Canadá y Australia. Hubo un tiempo en el que incluso se puso en cuestión que los países debieran tener política industrial, recelo que hoy resulta difícil sostener. Un movimiento pendular hacia otro extremo, sin embargo, también entrañaría costes. Estos se verán con el tiempo, si se produce.

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