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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Por qué el foro de Davos está tan interesado en los coches autónomos?

Enrocarse en realidades futuribles solo sirve para posponer la fecha límite en la que conseguir los objetivos propuestos: ahora ya no es el año 2030, sino el 2050

Davos 2024
People attend the 54th annual meeting of the World Economic Forum, in Davos, Switzerland, January 19, 2024. REUTERS/Denis BalibouseDENIS BALIBOUSE (REUTERS)

Cuando aún resuenan los ecos del esperanzador nombre (Reconstruyendo la confianza) con el que acaba de celebrarse en Davos (Suiza) la edición número 54 del Foro Económico Mundial (FEM), el año 2024 discurre por una deriva que contradice las buenas intenciones expresadas por los líderes políticos, empresariales, representantes de la sociedad civil, etc., que han asistido al evento más mediático del mundo. Mejorar el estado del mundo a través de la colaboración público-privada es su objetivo principal, y ello requiere un consenso sobre distintos temas prioritarios, entre los que destacan de manera recurrente el acceso global a la energía, agua y comida.

En esta edición del FEM, casi 2.500 participantes de todo el mundo han debatido una agenda con cuatro pilares fundamentales: seguridad y cooperación en un mundo en crisis, revalorizar el capital humano en una nueva era laboral, la inteligencia artificial como fuerza motriz de la economía y una estrategia climática y energética a largo plazo. Esta elección responde al hecho de que los consensos alcanzados en el Foro impulsarán el posicionamiento político y económico de numerosos países en los próximos años.

Pero la agenda del Foro de Davos ha ido evolucionando desde la primera conferencia en 1971, cuando el profesor alemán Klaus Schwab promovió esta organización sin ánimo de lucro dedicada a la cooperación mundial. Con el tiempo, el foro se ha convertido en una asociación mundial de líderes empresariales, políticos, intelectuales y dirigentes sociales. Lo que empezó ciñéndose a decisiones en materia de economía para los países y organizaciones más importantes de Europa pasó rápidamente a tratar de temas sociales, y dos años después de su fundación, empezó a tratar de los límites al crecimiento económico derivados del impacto ambiental. Hasta que 50 años después, el FEM publicaría su manifiesto de Davos con el eslogan Por un mejor tipo de capitalismo.

La evolución del foro parece estar alineada con las preocupaciones de cada tiempo histórico y nadie puede restar importancia a estas iniciativas en el marco social, pero al examinar los temas tratados y al rango de los participantes, las preguntas caen por su peso: ¿qué papel juegan los intereses de los distintos países y empresas participantes? ¿Se juega con la ambivalencia de escenarios futuros para no dar soluciones a problemas incipientes? ¿O estamos ante las verdaderas líneas ideológicas de los países más prósperos?...

Como estas conjeturas no resultan fáciles de descifrar, hay que acudir a la esencia de la organización, el fomento de la globalización, en la que destaca la industria 4.0 y el poder de la tecnología, que intenta alinear a todos los países en el cumplimiento de objetivos de sostenibilidad ambiental y política climática. Esta estrategia ha estado muy presente en la última edición del FEM, al abordar un enfoque sistemático para alcanzar objetivos de neutralidad de emisiones para el año 2050. Pero en este punto topamos con la famosa transición verde, que promete reducir las emisiones de gases en sectores como la energía, transporte, agricultura, vivienda o infraestructura, y con ello conseguir el menor impacto negativo posible para la sociedad.

En la transición verde es clave conocer lo que se propone para la industria del transporte. Aquí, por ejemplo, se destacan tres prioridades: cadenas de suministro de automóviles sostenibles, integración inteligente de ecosistemas y los mercados emergentes. Son grandes asuntos con muchas variantes por concretar, pero en el ámbito de la movilidad sostenible en Davos se han elegido los coches autónomos y el camino para recuperar la confianza en ellos. Es cierto que estamos ante una de las revoluciones más importantes del sector en los últimos años, pero dista mucho de ser una necesidad apremiante si se tienen en cuenta, por ejemplo, que los desiertos de transporte público son cada vez más frecuentes en países desarrollados como Estados Unidos o la España vaciada. En estas zonas con acceso casi nulo a las redes de transporte, los habitantes se ven abocados a utilizar vehículos propios, o al ostracismo.

Este ejemplo pone de manifiesto cómo la importancia de incrementar la accesibilidad a un transporte sostenible es una cuestión que debería primar sobre la autonomía de los coches, según el espíritu de la organización. Lamentablemente, esta discrepancia resalta las carencias de este grupo de interés y nos lleva a pensar en el impacto en las agendas de los gobiernos de Occidente. Si el FEM tiene la importancia que se desprende de los ecos de su reunión anual más importante, conviene mirar con sentido crítico lo que prometen los líderes políticos en sus programas electorales.

Tras 54 ediciones, todo el mundo asume que el Foro Económico Mundial es una organización de grandes y buenos propósitos, a pesar de cierta opacidad organizativa y de una vaguedad importante en la concreción de las acciones necesarias para cumplir los propósitos. Los problemas climáticos que hoy aquejan al mundo no pueden ser resueltos con declaraciones de intenciones, ni con temas de importancia secundaria que suelen responder a intereses, cuando menos, poco transparentes. Porque las acciones que pueden contribuir a la mejora inmediata del planeta están al alcance de todos y son factibles con los medios actualmente disponibles. Es decir, con la tecnología que tanto proclaman en la teoría de la industria 4.0. De otro modo, enrocarse en realidades futuribles solo sirve para posponer la fecha límite en conseguir los objetivos propuestos. Ahora ya no es el año 2030, sino el 2050.

Guillermo Campoamor es CEO de Meep

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