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Vuelve la fiesta de Davos, con bebidas poco cargadas

Los CEO y los inversores regresan al foro, pero los grandes líderes políticos se han quedado en casa

AFP

Hay ambiente de resaca en Davos, y eso que la fiesta aún no ha empezado. La reunión anual del Foro Económico Mundial en la estación de montaña suiza, que arranca hoy, supone el regreso de las fiestas de relumbrón y de los debates de altos vuelos tras una interrupción de tres años. Se espera que acuda un número récord de líderes empresariales, y el trasiego de aviones oficiales, comerciales y privados por el aeropuerto de Zúrich da a entender que la asistencia total se encuentra en niveles de antes de la pandemia de Covid-19. El rumbo que tomará el futuro, y quiénes liderarán ese futuro, se presenta más nublado que nunca.

Los jefazos corporativos y financieros que se saltaron la discreta reunión del pasado mayo en Davos están de vuelta. Al jefe de JPMorgan, Jamie Dimon, un fijo de la conferencia, se unirán líderes de Wall Street como David Solomon, de Goldman Sachs, y James Gorman, de Morgan Stanley. El consejero delegado de Chevron, Mike Wirth, y Bernard Looney, de BP, acudirán en representación de las resurgidas petroleras. En total, el Foro espera recibir a unos 2.700 líderes de 130 países, y a 370 figuras públicas.

Sin embargo, el aparente regreso a la normalidad solo sirve para realzar los cambios ocurridos desde la última reunión al completo de las élites en Davos. La pandemia a escala mundial y la invasión de Ucrania por parte de Rusia han añadido más fricciones al frágil mundo globalizado que Davos encarna.

Por otro lado, los líderes políticos responsables de dar forma al nuevo orden se quedarán casi todos en casa. El presidente estadounidense, Joe Biden, no viajará, a diferencia de su predecesor. Aunque se espera que acuda un buen número de congresistas estadounidenses, apenas se les conoce en la escena internacional. El representante de más alto rango de China es su viceprimer ministro, Liu He. El primer ministro británico, Rishi Sunak, atareado con la ralentización económica y las huelgas de trabajadores del sector público, también se queda en casa.

Un paseo por la avenida principal de Davos, el centro neurálgico donde los países y las empresas se adueñan temporalmente de los escaparates, pone de relieve el cambio. Polonia e Indonesia tienen una presencia destacada, pero otras delegaciones nacionales envían mensajes más discretos. Arabia Saudí tiene algunas banderolas para promocionar NEOM, su zona económica futurista. Emiratos Árabes Unidos alardea de su tolerancia.

Las empresas de criptomonedas que asistieron a ediciones anteriores apenas aparecen, y su lugar lo ocupan empresas que promocionan tecnologías como la cadena de bloques. La Psychedelics House médica ha sido sustituida por el Salón de la Inclusión de India. Empresas tecnológicas bien establecidas como Workday, Salesforce, Cisco, Qualcomm y Meta Plat­forms dominan la escena callejera. Tal vez el nuevo inquilino que más llama la atención sea el Manchester United, el club de la Premier League inglesa que anda en busca de comprador.

El cambio es reflejo de un mundo que se ha vuelto introspectivo y no tan conectado. A medida que las grandes empresas diversifican sus cadenas de suministro, los Gobiernos y regiones compiten duramente por conseguir negocios. La Ley de Reducción de la Inflación de Biden ofrece subsidios a los fabricantes estadounidenses, lo que anima a gobernadores como J. B. Pritzker, de Illinois, a tratar de atraer inversores a su estado. El Foro Económico Mundial y su fundador, Klaus Schwab, han reconocido algo de esto al cambiar el nombre de la conferencia por el de Cooperación en un mundo fragmentado.

Con todo, quienes regresen a Davos por primera vez en tres años quizá tengan la impresión de que el cóctel está un poco rebajado.

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