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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Quién teme a la oferta monetaria?

No se puede sumar este factor, de manera tajante, al casi interminable grupo de indicadores que apuntan a una recesión en EE UU

Juan Ignacio Crespo
Chair Jerome Powell
Jerome Powell, presidente de la Fed.CHIP SOMODEVILLA (Getty Images vía AFP )

A juzgar por la experiencia de los últimos años, se podría decir, exagerando, que no la teme prácticamente nadie. O, al menos, muy poca gente, sobre todo si se compara con el temor que atenazaba a los mercados semana tras semana, entre 1981 y 1988, cuando se esperaba con ansiedad la publicación por parte de la Reserva Federal de las principales magnitudes del mercado de dinero. La conexión entre oferta monetaria e inflación era uno de los dogmas del momento.

Solo ha sido en los últimos 12 meses cuando ha empezado de nuevo a llamar la atención por la contracción que ha tenido, que en la actualidad es, para EE UU, y para la M2, de un -3,7% anual (cuando se la compara con la del mes de noviembre de 2022).

En la zona euro el fenómeno está siendo muy parecido: en agosto-octubre últimos la oferta monetaria, M2, cayó un 2,20% en tasa anual.

Se está señalando como una alarma importante el que la oferta monetaria se esté reduciendo, lo que podría llevar a una recesión económica (en el caso de la eurozona su caída coincide con un crecimiento del PIB de solo 0,1% en tasa anual) pero quizás no sea para tanto pues, al fin y al cabo, la oferta monetaria había tenido una expansión previa como pocas, o ninguna, vez en la historia (en su punto álgido de febrero de 2021, creció un 25,6% en EE UU y un 11,5% en la eurozona) por lo que parece que quiere ir volviendo a la normalidad a través de otra excepcionalidad, en este caso, en apariencia, muy negativa.

Lo cierto es que el comportamiento de la oferta monetaria de EE UU en relación con sus respectivas recesiones ha sido muy diferente antes y después del año 2000. Hasta ese año, la disminución de la tasa de crecimiento de la oferta monetaria se producía justo antes de las recesiones, por lo que se podría pensar que las provocaba, pensando en la falacia de post hoc, ergo propter hoc. Tal fue el caso en las de 1960, 1970, 1973-1973, 1980, 1982, 1990. Parecía en aquellos años que la disminución de la tasa de variación de la oferta monetaria era una condición necesaria para que se produjera una recesión. Necesaria, pero no suficiente, puesto que hubo años con disminución de esa tasa de variación sin que se presentara una recesión de manera inminente.

Sin embargo, a partir de la recesión que en EE UU coincidió con el pinchazo de la burbuja tecnológica (incluida) se ha producido el fenómeno contrario: la oferta monetaria se ha expandido fuertemente previamente a las recesiones o coincidiendo con ellas, siendo el ejemplo del año 2020 el más llamativo de todos, por esa expansión desaforada que se produjo en la M2 y que, como todo el mundo sabe, se llevó a cabo para combatir los efectos económicos negativos de la pandemia del Covid-19.

En lo que sí coinciden las recesiones de antes y después del año 2000 es en que la tasa de variación anual de la M2 se reducía drásticamente una vez se reanudaba el ciclo económico expansivo. Y en esta ocasión no ha sido de manera diferente, aunque nunca hubiera sido una reducción tan extrema.

¿Nos permite todo este barullo sacar alguna conclusión de tipo práctico? Difícilmente, ni siquiera aunque recurramos, más que a las tasas de variación, a las cantidades absolutas en que ha disminuido la oferta monetaria. En el caso de EE UU se ve muy claramente en los gráficos: la disminución de la M2 ha sido paralela a la reducción del tamaño del balance de la Reserva Federal. Previamente, también había sido paralelo el proceso de expansión de ambas variables y la correlación entre las dos ha sido del 100% para el periodo iniciado en enero de 2020. Aunque dentro de esa disminución de ambas variables, la del tamaño del balance parece ser algo superior, lo que puede estar dándonos una señal ligeramente inflacionista para los meses futuros.

Y es que, a pesar de la reducción en EE UU de 852.000 millones de dólares de la oferta monetaria en los 12 últimos meses, sigue siendo 5.275.300 millones (o sea, casi 5,3 billones) mayor que en diciembre de 2019, lo que, a pesar de “haber caído prácticamente en desuso” su utilidad, no deja de resultar inquietante. Incluso si se compara con un PIB nominal de EE UU, que ha crecido en el mismo periodo una cantidad algo superior: 5.742.073 millones.

Como se ve, no hay conclusiones evidentes, al menos para el caso de EE UU. En el de la eurozona está más dudoso, pues el PIB, según lo dicho, sube solo un 0,1% anual en el periodo en que la M2 cae un 2,2% anual.

Por tanto, no se puede sumar la oferta monetaria, de manera tajante, al casi interminable grupo de indicadores que apuntan a una recesión en EE UU, aunque esa recesión no acabe de llegar. Pero ya lo comentamos en otra ocasión: los costes financieros de las empresas siguen siendo bajos, gracias a los tipos de interés cercanos a cero de la década pasada. Hasta el punto de que los costes financieros netos están en su nivel más bajo desde 1978. Y eso ayuda, vaya si ayuda. También ayuda a las familias hipotecadas: aunque el coste de las hipotecas nuevas haya llegado casi al 8%, el promedio que pagan las que están vigentes es del 3,7%.

Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y analista financiero

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