Los problemas de la globalización crean nuevos ganadores y perdedores
Socios al alza de EE UU como Vietnam y productores de materiales como Brasil y Chile pueden salir beneficiados
El fin de la era de la globalización sin trabas es un negativo neto para la economía mundial. Las recesiones, la pandemia y la guerra han afectado al comercio. Las tensiones geopolíticas han generado nuevos aranceles y políticas industriales nacionalistas. La desglobalización hará las economías menos eficientes en general. Pero es probable que algunos países, materias primas y trabajadores de fábricas salgan beneficiados.
La globalización ha tenido un recorrido asombroso. En siete décadas, la economía se ha multiplicado por 14, impulsada por un comercio 45 veces mayor, según la OMC. Ello ha reportado beneficios tangibles a los países en desarrollo, cuya cuota en la producción ha pasado del 24% en los ochenta a más del 43% en 2020. Las economías ricas disfrutaron de una producción a bajo coste, bienes de consumo más baratos e inflación insignificante. Pero en los últimos 15 años, el proceso se ha estancado. El comercio como porcentaje del PIB alcanzó un pico del 61% en 2008. En julio, registró su mayor caída interanual en casi tres años, según la Oficina de Análisis de Política Económica de Países Bajos.
Aunque el retroceso comenzó tras la crisis de 2008, otros factores están erigiendo nuevas barreras. El primero es el aumento de las tensiones entre EE UU y China. Cuando Joe Biden llama “dictador” a Xi Jinping, como hizo en junio, y Pekín busca activamente nuevas alianzas contra Washington, no es de extrañar que las empresas y los gestores de carteras se replanteen el comercio bilateral.
La guerra arancelaria iniciada en 2018 agrava el problema. Los optimistas señalan que, pese a ella, los flujos comerciales bilaterales alcanzaron un récord de 691.000 millones de dólares en 2022. Pero estuvieron impulsados por la inflación y enmascararon grandes cambios en la composición del comercio. Las importaciones de EE UU procedentes de China cayeron del 21,6% al 16,5% en 2017-22, y han vuelto a los niveles de 2007, según los economistas Caroline Freund, Aaditya Mattoo, Alen Mulabdic y Michele Ruta.
El temor a depender demasiado de proveedores transfronterizos también está generando nuevas políticas industriales nacionales. EE UU se ha puesto a la cabeza de una carrera de subvenciones para atraer inversiones tecnológicas, financiar la transición verde y revitalizar la maltrecha base manufacturera. Y China ha desplegado ayudas estatales para impulsar los vehículos eléctricos. Ello ha provocado una fuerte reacción de la Comisión Europea.
Según un estudio del BCE, una reversión casi total de la globalización provocaría una caída en picado de las importaciones mundiales, de hasta el 30%. Es más probable que sea gradual: el comercio aún representaba el 57% del PIB mundial en 2022. Pero ya hay nuevos ganadores.
A medida que ha caído la cuota de China en las importaciones de EE UU, otros se han insertado en las cadenas de suministro. La participación de Vietnam se duplicó, hasta el 4%, en 2017-22, según los académicos Laura Alfaro y Davin Chor. Taiwán y México también se han beneficiado del afán de Washington por atraer más bienes de naciones cercanas geográfica o políticamente. Según Alfaro y Chor, Vietnam aumentó su cuota de exportaciones a EE UU en electrónica, ropa y textiles, y México obtuvo buenos resultados en piezas de automóvil, vidrio y acero.
Sin duda, esta diversificación puede ser menos radical de lo que parece, ya que estos nuevos centros manufactureros siguen dependiendo mucho de las fábricas de China. Vietnam obtuvo el 40% de sus productos de su vecino en 2022, frente al 9% en 1994. Y el porcentaje de importaciones mexicanas procedentes de China pasó del 1% al 20%.
La remodelación de las cadenas de suministro podría hacer subir los precios de energía, metales y materias primas. Según Dario Perkins, de GlobalData TS Lombard, a medida que empresas y países elijan a sus proveedores basándose más en la proximidad geopolítica que en el precio, los países productores de materias primas de América Latina (México, Chile y Brasil) podrían salir beneficiados. Predice que la desglobalización, unida a las inversiones verdes, desencadenará un nuevo “superciclo”, con una subida de los precios de muchas materias primas a largo plazo.
Las empresas de las industrias favorecidas –y sus empleados– también se benefician de las políticas industriales. El número de fábricas de chips en EE UU creció un 0,5% anual en 2012-17, y el empleo cayó un 0,4%. En los cinco años siguientes, el número de plantas de chips aumentó un 2,9% anual, mientras el empleo subió un 1,9%.
En conjunto, empero, una economía más fragmentada dejará a muchas empresas y consumidores en peor situación que de otro modo. Los accionistas y acreedores de las empresas pueden verse perjudicados si la globalización retrocede. Hasta el 40% del valor del comercio de EE UU se ejecuta entre las multinacionales y sus filiales extranjeras, según Dario Perkins.
Los consumidores también se resentirán si tienen que pagar más por los productos. El BCE calcula que la inflación mundial podría crecer hasta un 8,4% si los sueldos se disparan en respuesta a los mayores costes de producción, o tan solo un 1,8% si las alzas son más moderadas. Incluso unos salarios más altos podrían no compensar plenamente a los trabajadores por el aumento de la inflación.
La economía mundial navega por una ventosa carretera jalonada de baches geopolíticos y comerciales, mientras países, empresas y consumidores afrontan un trayecto más accidentado. Pero no a todos les irá peor.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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