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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La ‘segurinomía’ es el nuevo faro para los inversores

Que la seguridad nacional esté por encima de la eficiencia económica es crucial para los mercados

'Candado del amor' en el puente High Level en Newcastle (Inglaterra).
'Candado del amor' en el puente High Level en Newcastle (Inglaterra).LEE SMITH (Reuters)

La globalización, tal y como la conocíamos, ha muerto”. Esta contundente afirmación dicha en mayo por Rachel Reeves, ministra de Economía en la sombra (potencial) de los laboristas británicos, es el resumen más sencillo de lo que ha sucedido con el marco que ha regido la política económica mundial en las tres últimas décadas.

La execonomista del Banco de Inglaterra también acuñó el término más pegadizo para lo que está ocupando el lugar de la globalización: segurinomía (securonomics). En pocas palabras, significa que la seguridad nacional está por encima de la eficiencia económica. Durante la era del libre comercio y la liberalización financiera, los políticos bailaban al son de los economistas. Ahora es al revés. Decir que este giro es importante para los inversores es quedarse colosalmente corto. Casi nada es más importante.

La explicación definitiva de los principios que rigen el nuevo panorama político la presentó la Casa Blanca a finales de abril. Curiosamente, no fue el secretario del Tesoro ni el representante de Comercio, sino el máximo responsable de seguridad, Jake Sullivan. El asesor de Seguridad Nacional de Joe Biden explicó que la era del apoyo incondicional al libre mercado ha terminado.

A nivel nacional, vuelve la política industrial. El Estado subvencionará explícitamente “sectores específicos que sean fundamentales para el crecimiento económico (o) estratégicos desde el punto de vista de la seguridad nacional”, explicó Sullivan. Ese principio sustenta las dos principales leyes económicas de Biden de los últimos doce meses, la Ley Chips y de Ciencia y la Ley de Reducción de la Inflación, que pretenden reforzar las industrias de semiconductores y de energía verde, respectivamente.

En el plano internacional, el libre comercio ya no es la estrella polar. Asegurar las cadenas de suministro tendrá prioridad sobre minimizar los costes, y los acuerdos comerciales bilaterales o regionales se diseñarán para apoyar la política exterior y ambiental. La deslocalización será sustituida por el friendshoring, es decir, la búsqueda de piezas y productos manufacturados en países amigos. El discurso de Sullivan, de 5.000 palabras, solo dedicó tres frases a la OMC.

¿Qué significa para los inversores? Para empezar, divisas, bonos y mercados de Bolsa de los países aliados del G7 parecen destinados a obtener mejores resultados. La promesa del friendshoring es una de las razones por las que el peso mexicano es la divisa emergente más rentable de 2023. Por su parte, las industrias y empresas expuestas al renovado apetito por el gasto en defensa también se están beneficiando. La acción de la británica BAE Systems ha subido un 25% en lo que va de año. Tampoco es demasiado tarde para apostar por el efecto segurinómico en los mercados. Por ejemplo, el índice Dow Jones US Select Aerospace and Defense no ha seguido el ritmo del S&P 500 en lo que va de año, y llevaba tres ejercicios rezagado.

Algunos sostienen que el nuevo estatismo producirá aún mayores dividendos a largo plazo. Como sostiene Jacob Soll en Free Market: The History of an Idea (Mercado libre: historia de una idea), una oportuna historia de la batalla entre liberalismo y proteccionismo publicada en 2022, la época que acabamos de vivir es una excepción. Ya en los siglos XVII y XVIII, responsables de política económica como Jean-Baptiste Colbert, el estadista francés, y Alexander Hamilton, el primer secretario del Tesoro de EE UU, reconocieron la necesidad de atemperar la eficiencia de los mercados libres con el apoyo gubernamental a las industrias esenciales para la seguridad nacional.

Soll señala que incluso Adam Smith, el economista escocés que alabó célebremente la “mano invisible” de las fuerzas del mercado, era partidario de proteger la industria naval de Inglaterra. Soll, profesor de filosofía, historia y contabilidad la Universidad del Sur de California, explica que la segurinomía, y no el liberalismo de libre mercado, ha sustentado la mayoría de las grandes historias de crecimiento económico del pasado.

Pero la economía mundial actual afronta retos que Colbert o Hamilton difícilmente identificarían. Una cuestión especialmente obvia es si dar prioridad a la seguridad nacional es coherente con el otro gran cambio de política económica de los dos últimos años: el intento de los bancos centrales de normalizar la política monetaria tras más de una década de tipos ultrabajos.

El paso del mercado al Estado en la economía real se está produciendo justo cuando las autoridades intentan restablecer en las finanzas un reparto basado en el mercado. En abril, Christine Lagarde, presidenta del BCE, evaluó con franqueza los graves retos que plantea esta combinación aparentemente incoherente. El envidiable historial de los independientes bancos centrales del G7 a la hora de alcanzar sus objetivos de inflación baja y estable durante las tres últimas décadas se basó fundamentalmente en dos factores, explicó Lagarde.

El primero fue la relajación de las restricciones por el lado de la oferta debido a la implacable marcha de la liberalización del comercio y a la incorporación a la mano de obra mundial de cientos de millones de trabajadores del antiguo bloque soviético, China y otros mercados emergentes. Ello convirtió la demanda en el punto de fijación de la inflación, permitiendo a los bancos centrales modularla con los tipos. El segundo factor fue el dominio del dólar en el sistema financiero. Eso sostuvo una arquitectura monetaria estable y un mecanismo de transmisión predecible para la política de los bancos centrales.

La segurinomía ataca estos dos fundamentos de la banca central moderna. Las fronteras duras, los aranceles elevados y las cadenas de suministro atascadas han vuelto a situar la interrupción del comercio y la escasez de mano de obra en el centro del proceso inflacionista, dificultando la capacidad de los bancos centrales para contener la subida de los precios.

Mientras, el sistema financiero basado en el dólar está dando paso, aunque sea gradualmente, a un futuro más multipolar. China tiene como meta internacionalizar el yuan. La decisión de EE UU y Europa de sancionar a Rusia militarizando las reservas de los bancos centrales y los sistemas de pago ha acelerado el desarrollo de alternativas. Arabia Saudí ha dicho que podría empezar a aceptar el pago del petróleo en monedas distintas al dólar. Ninguno de estos acontecimientos está a punto de desbancar al billete verde. Pero todos ellos, en el margen, erosionan la eficacia de la política monetaria del G7.

¿La segurinomía augura una nueva era de oportunidades de inversión, como nos aseguran los recién envalentonados políticos, o tienen razón los economistas del viejo Consenso de Washington en que nos llevará a la ruina? Quizá la respuesta sea ambas. “Todo parece muy del XVII-XVIII”, dice Soll, “que acaba en innovación económica, crecimiento... y guerra mundial”.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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