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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las cicatrices y las lecciones de la quiebra de Lehman

La economía global no es hoy la misma que en 2008, pero la historia demuestra que las enseñanzas se olvidan y los errores se repiten

CINCO DÍAS
Un empleado de Lehman Brothers abandona las oficinas del banco en Nueva York en septiembre de 2008.
Un empleado de Lehman Brothers abandona las oficinas del banco en Nueva York en septiembre de 2008.Chris Hondros (Getty Images)

La caída de Lehman Brothers, de la que se cumplieron 15 años el viernes, no solo desencadenó la mayor recesión de la historia del capitalismo moderno, sino que volvió a demostrar que no existe un Titanic lo suficientemente grande como para que no pueda hundirse, ni siquiera en el epicentro del poder financiero. Pese a las medidas sin precedentes adoptadas por los responsables políticos y los bancos centrales de todo el mundo, que impidieron el colapso total del sistema financiero global, la onda expansiva de la quiebra se hizo sentir de forma poderosa y sus cicatrices siguen presentes todavía hoy.

En Europa, la tormenta se transformó a partir de 2010 en una crisis de deuda soberana, que obligó a Irlanda, Grecia y Portugal a pedir el rescate a la Unión Europea; en España fue seguida del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el derrumbe de las cajas de ahorros y la necesidad de sanear el sistema bancario con dinero europeo, y en el conjunto de la zona euro puso en jaque la continuidad de la moneda única.

La recesión obligó a implementar en Europa unas severas reglas de consolidación fiscal que condicionaron la recuperación de los países con finanzas más desequilibradas, y alimentó la desconfianza hacia las denominadas economías periféricas, cuyas primas de riesgo subieron a niveles insostenibles. La dureza de la crisis obligó a aplicar medidas de estímulo económico y monetario, lo cual aumentó el apalancamiento de hogares, empresas y gobiernos.

La caída del cuarto banco de inversión de Estados Unidos dejó también lecciones valiosas. El colapso quebró la confianza del mercado y produjo enormes pérdidas, pero también enseñó, una vez más, a los inversores el coste de dejarse llevar por el pánico. El saneamiento del sistema financiero fue seguido de un endurecimiento de la normativa de la banca que reforzó su solvencia y consolidó su capacidad de resistencia frente a escenarios de estrés, una de las consecuencias regulatorias permanentes que dejó aquella crisis.

La historia humana, y la económica no es una excepción, enseña que las lecciones se olvidan y que los errores se repiten. Pese a que la economía global no es hoy la misma que en 2008 y la solidez del sistema bancario dista mucho de la que había entonces, acontecimientos recientes, como la quiebra de tres entidades regionales en EEUU en marzo o la caída de un banco europeo como Credit Suisse, deberían ser un recordatorio de la fragilidad de unas economías abiertas e interconectadas y, por tanto, siempre vulnerables.

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