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El cambio de paso económico oscurece las perspectivas sobre tipos en Europa

El euríbor se mantiene prácticamente estancado en lo que llevamos de mes, en medio de una incertidumbre económica que comparten BCE y Reserva Federal

FLa presidenta del BCE, Christine Lagarde, en la rueda de prensa que siguió a la reunión del Consejo de Gobierno de marzo, en Fráncfort.
Álvaro Sánchez

El futuro ya no es lo que era, decía Paul Valéry. La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, recuperó la cita para empezar su reciente discurso en la Universidad Goethe de Fráncfort. Ilustraba así el momento de extrema incertidumbre vital que afronta el continente. Los aranceles de ida y vuelta sobrevuelan el terreno de juego comercial, ahora más bien un campo de batalla donde las minas estallan cuando menos se las espera a golpe de tuits del general Trump; el dividendo de la paz, del que tanto se ha beneficiado Europa durante décadas, deja paso al sobrecoste del rearme —si vis pacem, para bellum—; y la tradicional simetría del BCE y la Reserva Federal a la hora de subir o bajar tipos se ha esfumado, tomando cada uno su propio camino, aunque empiezan a entonar una música cada vez más parecida. Tras la reunión de marzo, el presidente de la FED, Jerome Powell, también hizo hincapié en el aumento de la incertidumbre por los aranceles. Y el organismo que dirige ha rebajado las previsiones de avance del PIB y aumentado las de inflación, exactamente igual que el BCE.

En ese contexto, de menor visibilidad sobre cómo van a evolucionar a medio plazo el crecimiento económico y los precios, planificar la política monetaria se ha convertido en un trabajo de alto riesgo. Y obliga a volteretas dialécticas plagadas de condicionales y cautelas. “Un mayor gasto en Defensa [...] podría, en principio, impulsar la inflación. Sin embargo, los aranceles estadounidenses también podrían reducir la demanda de exportaciones de la UE, y redirigir el exceso de capacidad de China a Europa, lo que podría presionar a la baja la inflación”, afirmó Lagarde en esa intervención en Alemania.

Es un modo de decir que con los Veintisiete poniendo a funcionar la maquinaria del gasto para dotarse de blindados y cazas, no es descartable que los precios abandonen su tendencia a la baja y sufran algún repunte. Y a la vez, de recordar que, en ese continuo choque de fuerzas que es la economía, podría ocurrir exactamente lo contrario: si las empresas europeas ya no logran colocar sus productos en EE UU tan fácilmente porque las tarifas los han vuelto más caros, y por tanto, menos competitivos, tendrán que vender una parte en Europa, aun a costa de bajar el precio. Algo parecido sirve para China: si choca con un muro en EE UU, el río de mercancías asiáticas de bajo coste se desviará a Europa, contribuyendo así a rebajar la inflación.

Este jueves, sin embargo, Lagarde admitió en una audiencia en el Parlamento Europeo, que una nueva ola de aranceles podría hacer aumentar la inflación. Y le puso cifras concretas. “Las medidas de represalia de la UE y un euro más débil —resultado de una menor demanda estadounidense de productos europeos— podrían elevar la inflación en alrededor de medio punto porcentual”, fueron sus palabras textuales.

Eso complicaría los esfuerzos del BCE para estabilizar los precios, y al mismo tiempo frenaría el avance del PIB. “La mayor parte del impacto sobre el crecimiento económico se concentraría alrededor del primer año después del aumento de los aranceles; luego disminuiría con el tiempo, pero dejaría un efecto negativo persistente en el nivel de actividad”, alertó Lagarde.

El aumento del gasto en Defensa y el impacto comercial, dos factores que hace unos meses no estaban sobre la mesa, irán probablemente ganando peso en las previsiones de los expertos del BCE, todavía con dificultades para insertarlos en sus modelos de análisis por los continuos cambios de opinión de Donald Trump, los retrasos en la implantación de represalias europeas, y lo incipiente del programa armamentístico de los Veintisiete. De cara a su próxima decisión, que anunciará el 17 de abril, Jueves Santo, el dilema está sobre la mesa: ¿seguir bajando tipos o hacer una pausa tras cinco recortes consecutivos?

Frágil consenso

Tras seis recortes en siete reuniones que han hecho descender los tipos del 4% al 2,5% sin apenas oposición, las divergencias ya están apareciendo en el seno del Eurobanco. El gobernador austriaco Robert Holzmann, nombrado por el ultra Partido de la Libertad, se ha mostrado abiertamente partidario de interrumpir las rebajas en abril. “La próxima reunión tratará sobre cuántos de entre los miembros del Consejo que hasta ahora han apoyado los recortes, pero han expresado sus preocupaciones, podrán inclinarse entonces por no apoyar otra bajada de las tasas de interés”, dijo el viernes en una entrevista en medios alemanes.

Holzmann, que ya fue el único miembro del Consejo de Gobierno que no respaldó el descenso en marzo, habla incluso de reanudar las subidas si los aranceles, un mayor gasto en defensa o la relajación del freno de la deuda germana redundan en una mayor inflación. “En ese caso, la política monetaria probablemente tendría que ir en la otra dirección”, defendió el austriaco, cuyo mandato termina en agosto.

Por su parte, el gobernador finlandés, Olli Rehn, que acaba de ser confirmado para repetir mandato y estará otros siete años al frente del banco central, lanzó este martes un mensaje más optimista. “La inflación en la zona del euro se está estabilizando en el objetivo del 2% del BCE”, aseguró. Y dejó entrever que el BCE podría necesitar nuevos recortes si las turbulencias comerciales lastran el crecimiento.

El enfoque basado en los datos que predica Lagarde desde hace meses ha ganado énfasis tras la reunión de marzo, la última sencilla, en el sentido de que no había dudas sobre que el banco acometería un recorte. Aunque la palabra incertidumbre es ahora el comodín que repite machaconamente Fráncfort para englobar toda una serie de shocks geopolíticos y comerciales, el Consejo de Gobierno podría encontrarse con ciertos datos favorables: la abrupta caída del precio del gas natural, animada por las negociaciones de paz en Ucrania, da argumentos para pensar que el dato de inflación de marzo será positivo. “Veo probable que caiga unas décimas por como están los precios de la energía últimamente, y teniendo en cuenta que la subyacente sigue relativamente estable pero en tendencia suave de caída”, estima Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics.

Entretanto, el euríbor, un indicador estrechamente ligado a los tipos de interés que afecta de manera directa a los hipotecados a tipo variable, vive un momento de impasse. Si en enero empezó el año con subidas rompiendo una racha favorable de nueve meses, y en febrero retomó las caídas, ahora, en marzo, ha tomado la tercera vía, la del estancamiento, penalizado por las dudas sobre si el BCE continuará bajando los tipos desde el 2,5% actual o por el contrario prefiere parar y ver. A falta de ver qué ocurre en las últimas sesiones antes del cierre mensual, la tasa media está ligeramente por encima del 2,407% en el que cerró febrero, pero como la comparación válida para revisar las cuotas es marzo de 2024 y no el mes previo, los préstamos seguirán abaratándose, porque hace 12 meses estaba en el 3,718%.

Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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