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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El potente mensaje del fútbol femenino

El dinero de patrocinadores, televisiones y fondos de inversión se fija ya en

CINCO DÍAS
Pedro Sánchez
Pedro Sánchez, saludando a Luis Rubiales, en la recepción a la selección femenina de fútbol tras su victoria en el Mundial, el día 22.Oscar J. Barroso (AFP7/Europa Press)

A medida que pase el tiempo, el comportamiento del presidente de la Federación Española será apenas una nota al pie en la crónica de un Mundial de Fútbol Femenino que, probablemente, se vea como un punto de inflexión en este deporte. Los 2.000 millones de espectadores que siguieron el torneo por televisión, 1,7 millones de ellos en directo (en países de escasa tradición futbolística), los 570 millones en ingresos y la repercusión social del evento (no solo en España) deberían despejar las dudas sobre el futuro del fútbol femenino.

El dinero de patrocinadores, televisiones y fondos de inversión ha convertido el fútbol masculino en una de los mayores industrias de entretenimiento del planeta. Estos actores han puesto el foco en la versión femenina: el miércoles Bloomberg daba cuenta de la primera compra de un equipo femenino por un fondo.

España, pese a tener menos tradición que otros países, parte de una posición de privilegio: la selección es campeona del mundo, tiene en sus filas a una doble Balón de Oro y a la jugadora favorita para sucederla; asimismo, el Fútbol Club Barcelona Femení (el equipo europeo que más dinero ingresa, 7,7 millones al año) es campeón de la Champions League y este año ha acogido los dos partidos femeninos con más asistencia de la historia.

En este contexto, el fútbol español no se puede permitir que su cara visible sea el actual presidente de la Federación. La inaceptable mezcla de machismo, prepotencia y condescendencia mostrada estos días por Luis Rubiales explica por qué algunas de las mejores futbolistas del mundo renunciaron a participar en la competición con la que todo jugador sueña desde niño. No es solo en el fútbol, ni solo en España: según The New York Times, en nueve de los 32 equipos participantes las jugadoras se han enfrentado a las federaciones.

No son las futbolistas las primeras mujeres, ni las últimas, en derribar techos de cristal. Lo hicieron al entrar en el mercado laboral, primero, y al conquistar posiciones de responsabilidad, después. Y siempre han pagado un peaje extra. Hoy, las estructuras del fútbol parecen pensadas para perpetuar a una oligarquía obviamente masculina: las federaciones nacionales reparten el pastel entre las regionales y estas eligen a un presidente plenipotenciario. Pero el fútbol femenino ha eclosionado, sin pedir permiso a ningún guardián de las esencias. Es un fenómeno deportivo con un notable potencial económico, pero contiene también un mensaje a la sociedad.

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