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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A vueltas con la obsesión por los márgenes empresariales

El argumento de que es necesario contener los márgenes presenta varios puntos débiles, unos analíticos y otros políticos.

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño.
La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño.A. Pérez Meca (Europa Press)

El Observatorio de Márgenes Empresariales, un proyecto conjunto del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, el Banco de España y la Agencia Estatal de Administración Tributaria, se ha configurado como una forma sutil de poder decir a la opinión pública: “Vamos a ver quién es el culpable de la inflación y quién hace negocio a su costa”.

Tras las primeras pesquisas de este ejercicio detectivesco, se ha concluido que las empresas han recuperado sus márgenes (muy discutible, según el informe trimestral del Banco de España, página 26 gráfico 20.a) y el Gobierno ha pedido a las compañías que los aumenten para no provocar inflación; sin embargo, según el Banco de España es la expectativa de inflación la que causa la subida de los precios, no su consecuencia: “El dinamismo de los precios de venta, al menos en parte, se explicaría por las diferencias en las expectativas de las empresas sobre los incrementos de costes en el futuro”.

El argumento de la necesidad de contener los márgenes presenta varios puntos débiles, unos analíticos y otros políticos. Respecto a los primeros, los propios estudiosos son conscientes del jardín en el que se han metido, y así lo expresa el Banco de España: “Los márgenes empresariales presentan una extraordinaria heterogeneidad tanto entre sectores como entre las distintas empresas de un mismo sector. La heterogeneidad intersectorial responde a una gran diversidad de factores, lo que exige valorar con cautela las diferencias existentes. Dentro de un mismo sector existen empresas con márgenes muy elevados y otras con márgenes muy reducidos, incluso negativos...”. Y a ello se añade que los mayores costes del servicio de la deuda a causa de la subida de 400 puntos básicos están frenando el crecimiento de los beneficios empresariales. Por tanto, hay más ruido que nueces.

Justamente en cuestiones que requieren un juicio evaluativo, como es este caso, el ruido del sistema es siempre un problema porque, con una elevada dispersión en los datos, las conclusiones tienden al error (Kahneman, Olivier Sibony y Cass R. Sunstein). Es como si se analizaran los pasos de una persona ebria sobre una línea recta trazada en mitad de una carretera, y sus bruscos desplazamientos hacia un lado y otro. A pesar de cómo salga la gráfica, la conclusión nunca sería que caminar ebrio por el centro de una carretera es completamente seguro, aunque la muestra se haya tomado en un momento en el que no había tráfico.

Los márgenes de todas las empresas y sectores no evolucionan de la misma manera y como un conjunto compacto en torno a una línea recta; por tanto, no es factible una recomendación genérica del tipo: ¡Compañías, ahora no se puede aumentar el margen porque subiría la inflación! Suena bien, pero solo es ruido. Esa idea olvida que existen tres métodos para fijar los precios: a partir de los costes, de la demanda y de la competencia. El método basado en los costes depende por completo de aspectos internos de la empresa o el negocio como los costes fijos (sueldos, alquileres e impuestos), los variables (materias primas, transporte, mano de obra según la producción) y el margen de contribución, que es la diferencia entre el volumen de ventas y los costes variables. Este método es el más utilizado por las empresas emprendedoras cuyos precios están muy condicionados por lo que gastan para producir. El método de fijación de precios basado en la demanda, o fijación dinámica de precios, utiliza elementos externos al negocio como el valor percibido por los consumidores del producto o servicio, la facilidad de acceso a él y su valor añadido. Esta forma de fijar los precios parte del principio de que al comienzo de la actividad la oferta es cara y se dirige a un sector económico que puede pagarla, pero más adelante, a medida que aumenta la competencia, el precio baja. Por último, el tercer método es muy propio de las empresas al por menor, que miran los precios de la competencia para fijar los suyos.

El Observatorio de Márgenes Empresariales trata a las empresas como un bloque uniforme, como si todas aplicasen el mismo método para fijar sus precios; esta interpretación confunde un modelo con la realidad de tal manera que las conclusiones pueden ser adecuadas para el modelo, pero no para la realidad. Y ello produce un error aun mayor: recomendar a las empresas que actúen todas de igual forma, una directriz antieconómica, muy forzada y que choca de frente con la competitividad empresarial cuyo principio básico es que, para ganar en un mercado, las empresas deben diferenciarse.

Solo en el ámbito político intervencionista se puede entender la obsesión del gobierno con los márgenes de las empresas y de los bancos. Aunque a estos no se les incluye en el Observatorio, la evolución favorable de sus márgenes molesta, y esto ha llevado a crear un impuesto específico y a una presión discursiva, con apelación a CNMC, para que aumenten la remuneración de los depósitos “todavía por detrás de Europa”.

Con datos de abril, el depósito en Europa se paga de media al 2,27%. Para 100.000 euros supone 2.270 euros al año o 189 euros al mes. En España esa remuneración es del 1,33, de manera que para 100.00 euros de ahorro la renta es de 1.330 euros anuales, 110,83 euros al mes. Una diferencia de 78 euros mensuales al alza o a la baja es una apreciación muy personal, pero parece excesivo que esa cantidad incomode y movilice al Gobierno de un país en que el ahorro está castigado. A finales del pasado año, en un escenario en el que los ahorradores acumulaban minusvalías por la crisis de los mercados financieros, se decidió subir un punto a las rentas del ahorro de más de 200.000 euros, pasando su tributación del 26 al 27%, y dos a las de más de 300.000 euros hasta el 28%. Y no es exclusivo de este gobierno: José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy tampoco incentivaron el ahorro y también penalizaron las plusvalías.

Tampoco ayuda al ahorro el tratamiento fiscal de los planes de pensiones privados individuales. El límite de aportaciones se ha recortado desde los 10.000 euros anuales vigentes en 2014 hasta los 1.500 de hoy. Como consecuencia, el volumen total anual de aportaciones realizadas ha pasado de más 6.000 millones de euros en el año 2006 a los 2.594 millones de 2021, más de un 58%. Sólo en los dos últimos años los planes de pensiones individuales han bajado en 4.400 millones de euros. Con el penúltimo cambio regulatorio, que reducía el límite de 8.000 euros a 2.000, se produjo una caída en este flujo de aportaciones del 40%. Y puestos a comparar con Europa, un partícipe que aportara durante 35 años el máximo permitido en España obtendría unos derechos brutos consolidados al final del plan de 110.478 euros, frente a los 238.749 euros de la media de la UE.

Es bueno predicar y si es con el ejemplo, mejor, pero es más importante entender la vida empresarial. En una economía de mercado al final no funcionan las consignas, ni la palabrería, ni los lugares comunes. Solo son ruido.

Carlos Balado es profesor de OBS Business School y director de Eurocofín

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