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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La descarbonización como tabla de salvación de la industria española

Para acelerar el tránsito verde se está priorizando en exceso el almacenamiento electroquímico, pero existen otras opciones, como el térmico

El sistema de almacenamiento térmico de energía de Siemens Gamesa, en Hamburgo.
El sistema de almacenamiento térmico de energía de Siemens Gamesa, en Hamburgo.

Los dos últimos años han sido especialmente críticos para el languideciente sector industrial español. A la caída de la producción y la demanda, y las tensiones en las cadenas de suministro, hubo que añadir la escalada de precios de las materias primas y la energía. Todo ello junto con la urgente necesidad de descarbonizar la industria de forma eficiente y viable.

Los procesos industriales utilizados en sectores como el del papel, acero, vidrio, la industria química o la alimentaria requieren de un calor extremo, a menudo generado mediante la quema de combustibles fósiles, fundamentalmente gas natural. La demanda global de gas por parte de la industria es desmesurada. Solo en la UE, este sector representa el 30% de la demanda total de gas. A esto se suma el hecho de que, a menudo, se pasa por alto que el calor representa el 50% del consumo mundial de energía final. Estos procesos son responsables del 51% de la energía consumida para calefacción, y la industria contribuye a la mayor fuente de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la actualidad, al emitir el 40% de las emisiones mundiales. En consecuencia, el calor industrial representa la mayor parte de las emisiones de GEI de los procesos industriales.

Es innegable, por tanto, que el sector industrial tiene un papel clave en la transición hacia una economía climáticamente neutra. Además, el impulso de la innovación y el fomento de tecnologías bajas en carbono podrá generar oportunidades económicas y fortalecer la competitividad de la industria española en un contexto global en constante evolución.

Sin embargo, los requisitos en materia de eficiencia energética y emisiones son cada vez más estrictos, y muchas instalaciones se están quedando sin soluciones viables. A la espera del Santo Grial en forma de hidrógeno o de biogás, debemos explorar alternativas factibles que aceleren el tránsito verde de nuestra industria, garanticen su supervivencia y contribuyan de forma más amplia a la transición energética de nuestra economía.

Una de estas alternativas es el almacenamiento térmico, que trabaja en una doble dirección: por una parte, recupera el calor residual generado en los procesos industriales, pero también almacena energía de fuentes renovables para su posterior uso como calor industrial, dotando así de mayor flexibilidad a la red de transmisión eléctrica.

Esta tecnología permite al consumidor industrial cargar las baterías de electricidad en las horas valle, cuando la electricidad es más barata, para su almacenamiento y posterior uso bajo demanda. Así, los costes de producción serán menores, lo que en última instancia repercutirá en un menor coste para el consumidor final. De esta forma, conseguirían beneficiarse todos los eslabones de la cadena de valor, a la vez que se minimizan las emisiones de carbono.

El almacenamiento térmico es una solución disponible aquí y ahora, y su fácil instalación permitirá dotar de flexibilidad a la red sin necesidad de llevar a cabo una inversión excesiva en infraestructuras.

La guerra en Ucrania y las catástrofes climáticas mundiales han instado a los gobiernos europeos y a los líderes de la industria a despertar del letargo y a tomar decisiones a contrarreloj, con miras a alcanzar unos objetivos climáticos bastante ambiciosos. También, ha reforzado la colaboración de empresas, gobiernos e instituciones y sociedad civil, para superar los retos técnicos, financieros y regulatorios asociados con la transición hacia una industria baja en carbono.

En los últimos años, la UE ha aprobado el paquete legislativo Fit for 55 y ha lanzado el plan REPowerEU, a fin de impulsar la diversificación del suministro y acelerar la transición energética del continente. Además, también está desarrollando el plan industrial del Pacto Verde, cuyo fin es reforzar la autonomía estratégica europea.

En el plano nacional, el Gobierno español ha demostrado de forma insistente su compromiso con la descarbonización de la economía. Muchas veces ha olvidado a la industria, pero hay que felicitarse por la próxima convocatoria (urgente y necesaria) del Perte de descarbonización industrial, o por la convocatoria de ayudas al almacenamiento energético, que consigna 10 millones de euros en específico para el almacenamiento térmico.

Además, recientemente acaba de presentar la actualización del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que busca, entre otras cosas, dar flexibilidad al sistema permitiendo que la gestión de la demanda y el almacenamiento energético contribuyan a una integración óptima de las tecnologías de energías renovables y a la seguridad de suministro. La versión actual del PNIEC, sometida a consulta pública hasta el mes de septiembre, prevé alanzar 22 GW de almacenamiento energético en 2030, dos gigavatios más de los recogidos en la versión anterior.

Si bien es un buen comienzo, consideramos que no es suficiente. Se está priorizando en exceso el almacenamiento electroquímico (aquél que almacena electricidad para volver a inyectarla en el sistema), con el argumento de dotar de flexibilidad a la red. Siendo importante este punto, no debemos olvidar a la industria y trabajar con un criterio de neutralidad tecnológica que impulse soluciones adaptadas a todos los sectores de nuestra economía, y que en el caso del almacenamiento térmico también descongestionan la red.

Con todo esto no queremos decir que el almacenamiento térmico sea la única solución, pero sí que es parte de la misma. Si queremos alcanzar la neutralidad climática en el 2050, será necesario fomentar la coordinación efectiva entre todos los agentes implicados y tener en cuenta todas aquellas tecnologías que, a día de hoy, han demostrado poder ayudarnos a cumplir con dichos objetivos.

Eva Bellido es directora General de Energynest España

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