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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Peligros pasados, presentes y futuros

La ‘inmunidad’ que ha mostrado la economía global en los últimos 18 meses es demasiado buena para durar, y no durará

Juan Ignacio Crespo
Christine Lagarde, presidenta del BCE.
Christine Lagarde, presidenta del BCE.OLIVIER HOSLET (EFE)

Los últimos 18 meses han estado llenos de sobresaltos para la economía global de los que, por ahora, ha salido casi indemne. Esa suerte enorme es demasiado buena para durar, por lo que lo más probable es que termine no durando.

El año 2022 se inició con dos riesgos muy agudos y que estaban a la vista de todo el mundo: la inminente subida de los tipos de interés y la invasión de Ucrania por el Ejército ruso. La mayor parte de los demás riesgos de ese año vinieron como consecuencia de esos dos.

Después de la invasión de Ucrania la tendencia a subir del precio de las materias primas, que ya venía de atrás, se agudizó de manera drástica hasta llevar, en el caso del gas natural en el mercado europeo, a precios que cuadruplicaban los de finales de 2021.

Derivados de esa drástica subida de precio de las materias primas, vinieron dos acontecimientos que pasaron desapercibidos para el gran público, pero que pudieron haber supuesto problemas graves para las finanzas públicas y para los mercados. El primero de ellos, de entre los dignos de mención, fue la advertencia de varios de los principales traders (mercaderes) de materias primas (Trafigura, Vitol, etc.) de que quizás tendrían que recibir apoyo (por no decir rescate) de los Gobiernos, habida cuenta de las dificultades a las que se enfrentaban por la volatilidad extrema de los precios. Eso sucedía en el mes de marzo de 2022 con un efecto más visible: la quiebra del rey del acero inoxidable chino.

Posteriormente, a finales de agosto, esa eventualidad de rescates gubernamentales se hizo realidad, pero no con carácter general para los traders de materias primas, sino específicamente para las compañías de gas y electricidad: diferentes Gobiernos tuvieron que aprobar en reuniones de emergencia (en Finlandia, por ejemplo, reuniéndose el Consejo de Ministros en un fin de semana) líneas de crédito para apoyar a algunas de esas empresas en riesgo de quiebra. Entre Alemania y Finlandia tuvieron que rescatar a una gran importadora de gas y productora de electricidad, Uniper. Francia tuvo que hacer algo similar, aunque a menor escala. El BCE aconsejó a los Gobiernos de la eurozona que tuvieran aprobadas esas líneas de crédito por si acaso.

El siguiente sobresalto lo provocó la subida de tipos de interés: en el Reino Unido, en medio de una crisis política que les llevó a tener tres primeros ministros diferentes en menos de un mes, los fondos de pensiones británicos se enfrentaron a la posibilidad de quiebra como consecuencia de la operativa con derivados financieros que habían puesto en marcha para subir la rentabilidad que proporcionaban a sus clientes en el periodo de tipos de interés cero. Los mercados de deuda pública se alteraron mucho, aunque la cosa se quedó solo en un susto.

En paralelo, la política de Covid cero en China mantenía su economía en un grado de postración no visto desde la Gran Crisis financiera de 2008 (o la cambiaria de 2015) a la que solo el descontento popular terminó por finiquitar.

Todo ello aderezado por la subida imparable de los precios de consumo.

Ya en 2023, los siguientes peligros se focalizaron en EE UU, con la quiebra en cadena de varios de sus bancos regionales, un proceso que en algún momento pareció que iba a acabar con todos ellos, mientras en Suiza tenían que rescatar a Credit Suisse.

Recientemente ha estado planeando una vez más sobre las finanzas mundiales la sombra de un eventual default de la deuda pública de EE UU, un problema que los mercados no se han tomado esta vez demasiado en serio, convencidos como estaban de la inevitabilidad de un acuerdo in extremis entre republicanos y demócratas.

Las (tres) reducciones de la producción de petróleo por la OPEP+ no asustan a nadie. ¿Es posible tan buena suerte cuando ni siquiera el que los tipos de interés suban de cero a 5,25% en EE UU y de negativos a 3,75% en Europa ha sido capaz de provocar una recesión?

¡Ojalá!, pero seguimos incursos en otros peligros que se pueden avizorar.

Hay uno muy evidente, pero que ya no figura cotidianamente entre los que son portada de periódicos y telediarios: la guerra en Ucrania. Tras el pavor inicial a un holocausto nuclear se ha caído en el siesteo con el que se percibe esa guerra fuera de los lugares donde caen las bombas. Pero que no se piense en él no quiere decir que haya desparecido.

A corto plazo acecha un nuevo peligro: la reducción del exceso de liquidez en los mercados monetarios de EE UU, que lo normal sería que arrastrase a las Bolsas a una fuerte caída. ¿Y cuál sería su causa? La avalancha de emisiones de deuda pública por valor de más de un billón de dólares por parte del Tesoro de EE UU, que unidas al cobro de impuestos harán que ese exceso de liquidez pegue un bajón a lo largo de los próximos meses: piénsese que la cuenta general del Tesoro ha pasado de casi medio billón de dólares a cero en lo que va de año. Solo con que se reponga esa cantidad, la liquidez circulante se habrá reducido en ese medio billón.

Que la economía china no esté creciendo como se esperaba o que las manufacturas globales estén en recesión desde hace diez meses completan un panorama de peligros que están a la vista. De los que permanecen ocultos poco se puede decir.

Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y analista financiero

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