La gran incógnita del mercado hipotecario
Está por ver cómo evolucionará la capacidad de pago de una clase media cada vez más empobrecida en un entorno económico incierto
El peso financiero que soportan actualmente los hogares españoles para adquirir una vivienda ha aumentado hasta alcanzar tasas no registradas desde 2009, fruto de un entorno fuertemente marcado por la inflación y por el encarecimiento del precio del dinero. La rápida subida del euríbor, como consecuencia de las alzas de tipos de interés, ha situado la cuota hipotecaria mensual media –en términos de porcentaje respecto al coste salarial– en 683,5 euros mensuales, un 32,3%, según datos del colectivo de registradores, y todo apunta a que ese montante seguirá subiendo a lo largo del año. Una foto similar se extrae de los datos, menos actualizados, del Banco de España, que también reflejan el creciente esfuerzo que deben realizar las familias para pagar las cuotas hipotecarias de su vivienda, presionadas por un euríbor que encadena ya 17 meses al alza y que ha incrementado alrededor de un 50% la factura de los préstamos.
Aunque, de momento, la morosidad en el sector financiero mantiene niveles sorprendentemente moderados, existe un riesgo evidente de que el mercado hipotecario pueda comenzar a registrar un aumento de impagos a lo largo de los próximos meses, cuya magnitud dependerá de la evolución de los tipos de interés y de si el mercado laboral mantiene o no la fortaleza actual. De momento, el endurecimiento de las condiciones de financiación y los efectos de la inflación en la renta de los hogares ha propiciado ya una caída en la concesión de hipotecas, tras un 2022 que resultó especialmente dinámico en este terreno. Un retroceso que se explica sin duda por el debilitamiento de la demanda, pero también por el mayor rigor que la banca está aplicando a la hora de conceder los créditos y que ha llevado a las entidades a examinar con lupa la solvencia de los clientes antes de autorizar las operaciones.
Pese a que el esfuerzo financiero de los hogares está creciendo hasta tocar registros no vistos en los últimos años, la banca opera hoy con unos niveles de solvencia muy diferentes a los de los años de la crisis financiera, y con una capitalización lo suficientemente rigurosa como para poder hacer frente a un deterioro razonable de los activos. La suma de unos balances estables, saneados y bien provisionados y de una política monetaria que ha ensanchado los márgenes del negocio ha permitido al sector articular una respuesta a las dificultades financieras de los colectivos más vulnerables, pero la gran incógnita es cómo evolucionará la capacidad de pago de una clase media cada vez más empobrecida en un entorno económico que sigue siendo incierto.
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