Un escudo de crédito y liquidez ante las turbulencias
Los grandes bancos cuentan con capital de sobra y afrontan un nuevo contexto de incertidumbre con fuertes niveles de solvencia y la rentabilidad más alta de los últimos años
El sector bancario español ha hecho suyo el mantra de haber pasado de ser un problema a una solución ante las crisis económicas. El mapa financiero ha dado un giro de 180 grados desde que las primeras páginas de CincoDías salieron impresas. De los más de cien bancos que componían el sistema bancario se ha producido una continua concentración que ha reducido a una decena los principales grupos nacionales.
Así, se han conformado dos gigantes bancarios mundiales, Santander y BBVA, que son líderes en los mercados en los que operan, en Europa, Sudamérica y Norteamérica. También se han creado campeones nacionales como CaixaBank y grandes entidades como Sabadell, Bankinter y Unicaja.
Pero más allá de ese cambio en la configuración del sector, los bancos también han dado un giro a sus balances. En los últimos años han forjado un escudo de liquidez con el que protegerse de las turbulencias económicas e inyectar capital tanto a las familias como a las empresas en etapas de apuro. De las crisis económicas en las que las entidades quebraban ante la debilidad para mantener su actividad en tiempos de complicaciones, ahora los bancos sacan músculo financiero para apoyar el tejido empresarial.
La banca superó su primera prueba de fuego a principios de 2020. Si en la memoria reciente permanecía la imagen de los rescates públicos a entidades financieras acometidos en la primera década de los 2000, cuando estalló la pandemia los bancos se apresuraron a lanzar líneas milmillonarias de crédito para empresas y familias.
En el primer impacto del Covid-19, que incluyó confinamientos para evitar la propagación del virus, se produjeron parones en la actividad. Y ante el temor de que negocios viables quebraran debido a la falta de liquidez temporal, la banca, en colaboración con el Gobierno a través de los avales concedidos por el Instituto de Crédito Oficial (ICO), habilitó líneas de crédito en condiciones ventajosas para las compañías. En total, 140.000 millones para apoyar la actividad empresarial. Los bancos también aplicaron medidas para aliviar la carga financiera de los hogares, como moratorias y carencias en el pago del principal del crédito a clientes afectados por la pandemia.
Se trata de iniciativas que durante la anterior crisis financiera no podrían haberse llevado a cabo y que demuestran la profunda renovación de los balances y la solidez de la banca española actual.
Exceso de capital
Los grandes bancos cuentan con munición de sobra. Según los datos publicados por las entidades, a cierre del año pasado, Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankinter y Unicaja acumulaban en conjunto 47.600 millones de exceso de capital sobre los mínimos regulatorios que les exige el Banco Central Europeo (BCE).
La ratio de capital CET1 es la medida que se usa habitualmente para medir la solvencia de los bancos. Cada año el BCE establece un nivel mínimo que cada entidad debe cumplir en función de su modelo de negocio y de los riesgos de su cartera. Por ello, para cada banco la ratio CET1 mínima es distinta. El objetivo final es que las entidades cuenten con suficientes fondos propios para absorber potenciales pérdidas y evitar un colapso que desestabilice el sistema financiero de la UE.
Cuanto más alta es la ratio, mayor es la capacidad de solvencia. Pero hay que ponerlo en relación con esos requisitos mínimos que pide el BCE: cuanto más bajos, menor riesgo percibe en esa entidad.
Más allá del escudo de liquidez para absorber deterioros, la banca cuenta con una doble protección. En el último año, las grandes entidades han logrado elevar la rentabilidad a los niveles más altos de los últimos ejercicios, en algunos casos superando ampliamente el doble dígito en el que se estima el coste del capital. De hecho, Santander y BBVA cerraron 2022 como los bancos más rentables de entre las grandes entidades europeas. Durante la época de seis años comprendida entre 2016 y 2022, en la que los tipos se mantuvieron en cero o en negativo, la rentabilidad de la banca cayó a mínimos. Y junto con los niveles de solvencia había pasado a ser una de las cuestiones que los supervisores miraban con más atención.
Morosidad y digitalización
Pese a la solidez financiera y del balance, la banca española afronta nuevos retos para los próximos años. Las continuas subidas de tipos de interés que empezaron a ejecutar los bancos centrales en 2022 para tratar de combatir la elevada inflación han provocado en el corto plazo un aumento de los márgenes bancarios. Todo un balón de oxígeno para el negocio tradicional que ha permitido lograr los mayores beneficios de los últimos años y, en algunos casos, ganancias históricas.
Pero los intereses más altos, en un contexto de alta inflación unido a las perspectivas de desaceleración económica, añaden presión a las entidades en forma de un mayor volumen de impagos. La ratio de mora de la banca española ha ido cayendo progresivamente durante los últimos años hasta situarse en el 3,5%, lo que supone niveles mínimos desde el ejercicio 2008.
Aun así, las autoridades bancarias no las tienen todas consigo. En los últimos meses, tanto el Banco de España como el Banco Central Europeo y la Autoridad Bancaria Europea (EBA) se han encargado de transmitir un mensaje de prudencia para que las entidades destinen los mayores beneficios a dotar provisiones. En ese sentido, también han pedido moderación con los planes de reparto de dividendo y recompras de acciones.
Por otro lado, pese a la mejora de los balances y del negocio, las cotizaciones en Bolsa de los bancos se encuentran todavía muy por debajo de su valor en libros. A pesar de las alzas bursátiles en los dos últimos años, el sector bancario todavía cotiza con descuento ante la dificultad para atraer inversores al mercado.
Además, la banca se enfrenta a la amenaza de las fintech y las bigtech. La continua digitalización del negocio ha provocado la entrada en el sector de compañías tecnológicas que ofrecen productos y servicios que tradicionalmente prestaban las entidades bancarias, pero que no cuentan con el mismo nivel de regulación. Así, los bancos deberán competir contra jugadores más ágiles y que además disponen de un ingente volumen de datos de clientes que permite monetizar la información.
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