Al capital riesgo se le está presionando desde todos los lados
La financiación se le está poniendo complicada, y se está endureciendo el enfoque antimonopolio
El auge del capital riesgo se detuvo bruscamente en 2022 cuando la Fed empezó a subir los tipos. Aun así, el último Informe Global sobre Capital Riesgo de Bain & Company sigue siendo optimista sobre las perspectivas del sector. La consultora afirma que las anteriores caídas del mercado han ofrecido jugosas oportunidades de compra. Pero esta vez puede ser diferente. A lo largo de sus cuatro décadas de historia, el capital riesgo ha navegado con el viento a favor del dinero fácil y de una regulación laxa. No es probable que ninguna de estas condiciones se dé en el futuro.
La industria moderna del capital riesgo comenzó en 1981, cuando el exsecretario del Tesoro Bill Simon adquirió la empresa de tarjetas Gibson Greetings por 80 millones de dólares, vendiéndola 16 meses después con un fabuloso beneficio. Ese mismo año comenzó el gran mercado alcista de los bonos de EE UU. Desde entonces, el capital riesgo se ha recuperado de varias caídas del mercado, impulsado por una financiación cada vez más barata. Después de que la Fed bajara los tipos a cero tras la quiebra de Lehman Brothers, la financiación de adquisiciones se hizo más atractiva que nunca. Inversores hambrientos de ingresos se apoderaron de préstamos apalancados despojados de sus tradicionales cláusulas de protección y adquirieron bonos basura con los retornos más bajos de la historia. Los tipos ultrabajos también inflaron las valoraciones bursátiles, aumentando aún más los beneficios para los inversores en compras apalancadas.
El capital riesgo nunca fue tan popular: en la década posterior a 2012, los activos gestionados del sector aumentaron en casi 10 billones de dólares, según Bain. Durante el frenesí del mercado pandémico, el valor de las operaciones mundiales de capital riesgo superó por primera vez el billón. Las empresas controladas por firmas de compras tomaron prestados miles de millones a bajo coste para financiar el pago de dividendos a los inversores. Al tiempo, los fondos de capital riesgo recaudaron más dinero que nunca, dejando al sector con unos 3,7 billones de la llamada pólvora seca.
La música paró a mediados de 2022, cuando la Fed empezó a subir los tipos y los bancos se mostraron más reacios a prestar. El valor de las operaciones de compra de empresas de EE UU en el último trimestre del año cayó a la mitad que 12 meses antes y ha permanecido deprimido desde entonces. Es probable que la actual recesión del mercado produzca gangas. Pero esta vez hay mucho más dinero de capital riesgo persiguiendo un número limitado de oportunidades. Además, es poco probable que las condiciones de financiación vuelvan a ser tan fáciles como en los últimos años. Los mercados bajistas de renta fija suelen durar décadas. Los fondos de capital riesgo podrían enfrentarse a la perspectiva de un periodo prolongado de costes de financiación más altos, y valoraciones más bajas y retornos de inversión hundidos.
El sector de las compras también se enfrenta a otra amenaza potencialmente más grave. Los ciclos regulatorios, como los del mercado de bonos, pueden durar décadas. El nacimiento del capital riesgo coincidió con la política del Gobierno Reagan de relajación de la normativa y recortes fiscales. El Departamento de Trabajo había permitido a los fondos de pensiones hacer inversiones más arriesgadas en los setenta. El Congreso redujo los impuestos sobre las plusvalías. La aplicación de las leyes antimonopolio también se hizo más indulgente. Como resultado, el capital riesgo ha podido adquirir múltiples empresas que operan en el mismo sector. Las denominadas fusiones industriales han concentrado una serie de sectores de EE UU que van desde las consultas dentales hasta los servicios telefónicos en las prisiones. Según Bain, más de dos tercios de las operaciones de compras del país de 2022 fueron add-ons (complementarias).
La justificación de esta aplicación permisiva de la ley de competencia es que las mejoras de eficiencia derivadas de las fusiones benefician a los consumidores al reducir los precios. Brendan Ballou, fiscal federal y asesor especial del Departamento de Justicia de EE UU, no está de acuerdo. Es autor de Plunder: Private Equity’s Plan to Pillage America (Saqueo: el plan del capital privado para expoliar América). En su ampulosa y polémica obra, Ballou responsabiliza al capital riesgo de diversos males, como el aumento de la desigualdad, las quiebras innecesarias de empresas, el maltrato a los trabajadores y la disminución de la calidad de los servicios. Otro libro reciente, These are the Plunderers: How Private Equity Runs –and Wrecks– America (Estos son los saqueadores: cómo dirige –y destroza– América el capital riesgo), de Gretchen Morgenson y Joshua Rosner, explora temas similares.
Ballou afirma que el capital riesgo favorece a las empresas con públicos cautivos y flujos de caja robustos, que pueden soportar mucho apalancamiento. Pero cuando las compañías se endeudan demasiado, quiebran. Entre las recientes quiebras de firmas propiedad del capital riesgo figuran la de alquiler de coches Hertz y el minorista Toys R Us. A menudo, las empresas compradoras se encargan de que las firmas de su cartera vendan y alquilen sus activos inmobiliarios. Estos actos de ingeniería financiera generan un beneficio rápido, pero pueden dejar a las empresas con dificultades para pagar el alquiler cuando la economía se deteriora. Según Ballou, más de dos tercios de los minoristas de EE UU que quebraron en 2019 eran propiedad del capital privado. Sugiere incluso que, en ocasiones, la industria ha permitido que las empresas quiebren para eludir sus obligaciones en materia de pensiones.
El capital riesgo, según Ballou, es una institución extractiva, que existe para succionar ingresos y riqueza de un subconjunto de la sociedad para beneficiar a un subconjunto diferente. Estas instituciones no crean crecimiento económico, sino que lo destruyen. También adquieren privilegios a través de sus conexiones políticas. Ballou se queja de que las firmas de capital riesgo han eludido la responsabilidad de sus acciones: cuando se las lleva ante los tribunales, alegan que no son propietarias sino asesoras de los fondos que poseen las empresas. El sector, afirma, tiene sus tentáculos muy metidos en los gobiernos federal y local. Varias personalidades de Washington, como el exsecretario del Tesoro Timothy Geithner, trabajan ahora en capital riesgo.
Muchas de las afirmaciones de Ballou son dudosas. Sostiene que el capital riesgo tiene un enfoque a corto plazo, mientras que los defensores del sector sostienen que son las Bolsas las miopes. Dado el crecimiento del sector, no es difícil seleccionar algunas manzanas podridas y resultados adversos. Los fracasos empresariales, como el de Toys R Us, podrían haberse producido con una estructura de propiedad diferente.
El modelo de Ballou es el exjuez del Tribunal Supremo Louis Brandeis, cuyo bestseller de 1914 Other People’s Money: And How the Bankers Use It (El dinero de los demás [y cómo lo usan los banqueros]) atacó a los fideicomisos monetarios, organizados por entidades como JP Morgan para los magnates de la Edad Dorada. Cuando se publicó, el Gobierno federal ya estaba aplicando leyes antimonopolio para acabar con los grandes grupos.
Ballou quiere usar las leyes existentes contra el capital riesgo. Forma parte de un grupo de presión cada vez mayor que pretende avergonzar, litigar, regular y legislar contra los abusos del sector. El Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio ya están adoptando un enfoque más duro contra las fusiones anticompetitivas. El capital riesgo podría verse pronto atenazado entre una financiación más ajustada y una regulación más estricta.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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