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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los inversores pueden descontar el pesimismo del FMI sobre los emergentes

Salvo en el África subsahariana, las divisas y los bonos de estos países se están comportando bastante bien

La directora del FMI, Kristalina Georgieva, en una imagen de archivo.
La directora del FMI, Kristalina Georgieva, en una imagen de archivo.Agencia Getty (Getty Images)

Los primeros días de abril en Washington DC son famosos por dos rituales consagrados. La Cuenca Tidal acoge el Festival Nacional del Cerezo en Flor. Unas manzanas más al norte, se puede escuchar al FMI hablar a los ministros de Economía, banqueros centrales y financieros visitantes sobre las nefastas perspectivas de los mercados emergentes.

Este año, la floración de los cerezos fue espectacular. El FMI tampoco defraudó. Su emblemático Informe sobre la Estabilidad Financiera Mundial señalaba que 12 Gobiernos de emergentes ya tienen problemas financieros, y los bonos en divisas de otros 20 cotizan a niveles que históricamente han puesto en peligro la capacidad de los países para obtener préstamos. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, fue más allá y advirtió de que no menos de 60 países corren el riesgo de sufrir problemas de endeudamiento.

La razón de este pesimismo estacional es que el FMI y el Banco Mundial obtienen periódicamente capital de sus accionistas para financiar préstamos en condiciones favorables. Este año, el FMI pide a los donantes que aporten más de 6.000 millones de dólares adicionales antes de la reunión anual de los prestamistas multilaterales de octubre. Los jefes del FMI también recuerdan los años de bonanza de principios de los 2000, cuando el negocio cayó hasta tal punto que el Fondo tuvo que recortar el 15% de su plantilla y recibió el apodo de TMF, o Fondo Monetario Turco, por el nombre del único cliente importante que le quedaba. En definitiva, nunca vale la pena pintar un panorama demasiado halagüeño de las perspectivas de los emergentes.

Por ello, los inversores deben tener cuidado de no prestar demasiada atención a la sombría música ambiental. La realidad es que, tras muchos años de retornos mediocres, la deuda soberana de los emergentes ha sido una de las clases de activos que mejor se ha comportado en el último año. Hay buenas razones para pensar que aún queda mucho por venir.

Las divisas y los bonos de los emergentes han superado dos pruebas importantes. La primera fue la subida de los tipos por parte de la Fed. Históricamente, el endurecimiento monetario en EE UU ha sido criptonita para los inversores de los emergentes. Pero esta vez ha sido diferente. Las divisas de estos países se han mostrado notablemente resistentes. La divisa de referencia mediana solo se ha debilitado un 2% frente al dólar; el peso mexicano ha subido un 10% frente al billete verde.

Los bonos lo han hecho aún mejor. El retorno de los del Tesoro de EE UU a 10 años ha subido 160 puntos básicos desde que la Fed empezó a subir los tipos, infligiendo fuertes pérdidas a los bonistas. Pero el retorno medio de la deuda del Estado en moneda local emitida por las principales economías en desarrollo solo ha subido la mitad. En varios mercados, el retorno ha bajado.

Una de las razones es que, primero, los inversores nunca han concedido a estos Gobiernos demasiada holgura en sus políticas. A diferencia de sus homólogos del mundo desarrollado, los países menos ricos no se han beneficiado de una década y media de tipos cercanos a cero. No podían confiar en la compra de bonos por parte de los bancos centrales para ayudar a financiar el gasto pandémico. Lo más importante es que muchos bancos centrales de emergentes aprendieron la lección de ciclos anteriores y subieron los tipos con prontitud. Brasil lo hizo un año antes que la Fed. A finales de 2021, dos tercios de los principales bancos centrales de los emergentes estaban endureciendo su política monetaria.

Las economías emergentes también parecen haber evitado las recientes tensiones en el sector bancario. A diferencia de sus homólogos de EE UU, los bancos de esos países no se cargaron de activos a largo plazo que se desplomaron cuando subieron los tipos. El FMI estima que las pérdidas por valoración a precios de mercado de los valores mantenidos actualmente a la par recortarían 2,5 puntos porcentuales de la ratio de capital básico del banco de EE UU mediano si se hicieran realidad. Para el banco mediano de los emergentes, esa cifra es cero.

Pero si la navegación sorprendentemente tranquila de 2022 es digna de mención, los cambios estructurales más profundos son aún más notables. La principal razón por la que los Gobiernos de los emergentes fueron tan vulnerables a las crisis de los noventa fue su incapacidad para desarrollar mercados de deuda en moneda local y su consiguiente dependencia de los créditos denominados en dólares. Esto, unido a déficits crónicos por cuenta corriente y altos niveles de deuda pública, invitaba a desastres periódicos.

En 2022, la deuda pública media de los emergentes equivalía al 65% del PIB, la mitad de la media de las principales economías del G7, y la mayor parte se financiaba en el propio país. Los emergentes registraron un superávit colectivo por cuenta corriente de casi el 1,5% del PIB, frente al déficit del 2% del G7. Ya en 1996, el FMI y el Banco Mundial lanzaron la iniciativa de los Países Pobres Altamente Endeudados, en virtud de la cual los acreedores de las economías avanzadas perdonaron a 37 soberanos necesitados más de 100.000 millones de deuda. Tal vez en la década de 2020 surja una iniciativa de Países Ricos Altamente Endeudados en la que los emergentes devuelvan el favor.

Por supuesto, los agregados y los promedios nunca cuentan toda la historia. El FMI tiene razón al alertar sobre la difícil situación de un subconjunto de países que han seguido endeudándose fuertemente en divisas con acreedores oficiales durante la última década. La mayoría están en el África subsahariana, y casi todos han atraído solo fondos limitados de inversores de cartera extranjeros. Incluso su situación demuestra hasta qué punto se ha desplazado radicalmente el centro de gravedad de la economía. El mayor acreedor de la mayoría suele ser China, que a su vez es el mayor componente de los índices de referencia de la deuda pública de los emergentes.

Con unas valoraciones baratas, unos fundamentales muy mejorados y unas instituciones que se han ganado sus espuelas en los últimos 12 meses, la realidad es que los activos soberanos de los emergentes no están nada mal en comparación con sus homólogos del G7. No es de extrañar que Georgieva pintara el habitual panorama sombrío. Pero para la mayoría de los casos, los inversores no deberían dejarse influir.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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