¿Era este el dolor del que hablaba Powell?
El discurso del presidente de la Fed, seguido de una crisis bancaria, ha generado miedo y ha aumentado la peligrosa brecha que existe entre riesgo real y percibido
En el tradicional discurso veraniego del simposio de política monetaria que celebró la Reserva Federal en Jackson Hole el 26 de agosto de 2022, Powell manifestó: “Restaurar la estabilidad de precios llevará algo de tiempo y necesita que usemos nuestras herramientas con fuerza para llevar a un mejor equilibrio a la demanda y la oferta. Aunque los tipos de interés más altos, el menor crecimiento y la relajación de las condiciones laborales reduzcan la inflación, también infligirán algo de dolor a hogares y empresas”.
La elevada inflación ha llevado al final a los bancos centrales a ser drásticos en la retirada de estímulos y en la subida de los tipos de interés. En un año y dos meses los tipos han subido nueve veces consecutivas en Estados Unidos, del 0,25% al 4,75% y seis en Europa, hasta el 3,5%. Esta subida ha generado, entre otras consecuencias, la caída de Silvergate, Silicon Valley, Signature Bank, una inyección de 30.000 millones de dólares por un grupo de bancos americanos para limitar la fuga de liquidez del First Republic Bank, entidad regional norteamericana, y la compra de Credit Suisse por UBS forzada por las autoridades suizas para evitar su colapso, así como cierto desasosiego entre la opinión pública sobre la banca.
Se han adoptado medidas extraordinarias muy rápidas para solucionar los problemas en las entidades más débiles. Por un lado, garantizando la totalidad de los depósitos de los clientes de los bancos fallidos, e incluso con la posibilidad de aumentar con carácter general la garantía actual de 250.000 dólares. Por otro, mediante el Bank Term Funding Program se ofrece liquidez a las entidades a cambio de bonos como garantía de esos préstamos, sin que se tengan que valorar a precios de mercado esos bonos entregados como garantía, de forma que se evita que se vean forzadas a vender activos y reconocer pérdidas, como le ocurrió a SVB.
A diferencia de otras crisis bancarias, los problemas no están vinculados a la calidad de los activos en el caso americano, sino a una mala gestión del riesgo de la curva de tipos de interés; y en el caso del Credit Suisse, a problemas de rentabilidad y dificultades en la gestión.
Como las comparaciones son inevitables en casos de crisis, y más adelante veremos por qué, es imprescindible conocer las notables diferencias entre los bancos en Estados Unidos y en Europa. Los bancos de la eurozona tienen una regulación de liquidez mucho más estricta que los estadounidenses. En Europa los bancos con activos totales de solo 30.000 millones de euros suelen estar sujetos a la supervisión del BCE, incluidas las pruebas de resistencia de una salida rápida de depósitos; mientras que los bancos estadounidenses, mucho más grandes, incluido SVB, con activos totales de más de 200.000 millones de dólares no están sujetos a una regulación o supervisión similar.
Los reguladores europeos definen políticas detalladas de gestión del riesgo de tipos de interés, como ilustra, por ejemplo, el marcado aumento de las actividades de swaps de tipos desde 2021, y como muestra y analiza el Informe de estabilidad financiera del BCE de noviembre. Por el contrario, SVB mantuvo posiciones masivas de tasas sin cobertura sin que, aparentemente, ni la administración del banco (que operaba en su mayoría de forma remota y sin un jefe de gestión de riesgos) o los supervisores se preocupasen.
Otra diferencia importante reside en el hecho de que los movimientos recientes de los precios de los bonos ya se reflejan en un grado mucho mayor en los balances de los bancos europeos que en los de Estados Unidos; esto se debe a que las normas contables europeas son más estrictas y, por tanto, reducen al máximo las sorpresas negativas. Además, los depósitos en los bancos europeos se mantienen firmes (crecieron un 3,7% en 2022). Finalmente el BCE, mediante sus operaciones de mercados abiertos, proporciona una fuerte liquidez a los bancos de la eurozona.
Paradójicamente, la crisis de esos bancos producirá en la economía real los efectos que buscaban los bancos centrales con una política monetaria más dura: condiciones financieras más restrictivas, un coste de capital más alto y una reducción de la oferta de crédito por estándares bancarios más duros. Esto último puede equivaler a una o varias subidas de tipos, aunque es difícil de cuantificar. Sin embargo, esa crisis no se queda solo en los efectos técnicos, sino que genera un alto impacto social que no se debe despreciar como la creación en la opinión pública de un desfase entre el riesgo real y el riesgo percibido, situación muy delicada cuando se trata de los bancos. Puede ser útil recordar las ideas de uno de los investigadores más destacados sobre análisis de riesgos, Paul Slovic: “Las personas basan sus juicios sobre una actividad o una tecnología no solo en su conocimiento racional y objetivo sobre ella, sino también en los sentimientos suscitados. (…) Si les gusta una actividad se sienten movidos a juzgar los riesgos como bajos y los beneficios como altos; si no les gusta, tienden a juzgar lo contrario, alto riesgo y bajo beneficio”.
Pero si se entra en una crisis, a esa predisposición natural se le añaden dos variables: el miedo y la familiaridad. “A la hora de evaluar dos amenazas A y B, dice Slovic, cuanto más miedo infunda y menos familiar resulte una de las dos, más alto se percibirá su nivel de riesgo al comparar una con otra”. Por esa razón, los bancos centrales están obligados a reducir el miedo y a convertir sus decisiones en algo muy familiar y cercano, fácil de entender, y a transmitir la seguridad de que las situaciones, por muy difíciles que sean, tienen solución. Hablar de “algo de dolor” de forma tan ambigua como lo hizo Powell es recurrir al miedo, y si tras esas palabras se tiene además que afrontar una crisis en algunos bancos, un asunto que por su componente técnico y regulatorio es poco familiar para la mayoría de la población, lo que se consigue es abrir una peligrosa distancia entre el riesgo real y el percibido muy difícil de cerrar. Con total franqueza, no es fácil entender para qué se hace eso.
Carlos Balado es profesor de OBS Business School y director de Eurocofín
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